Ahora que la clase política está tan desprestigiada, con tantos y tantos capítulos de corrupciones en todas las fuerzas que tocan poder, nos llegan las elecciones al Parlamento Europeo. En manos de la clase política, la euforia y los brotes verdes nos quieren hacer ver que estamos saliendo de la crisis con un gran acelerón, un impulso sin igual. Sin embargo nos damos cuenta de que el gobierno manipula a su antojo las cifras de desempleados y la propia marcha de la economía, no existe en la población esa percepción de alegría que nos adjudican desde las alturas. Seguimos, por tanto, en plena crisis y con el paro más abultado de la UE. Y en estas nos llega un acontecimiento que, convocatoria tras convocatoria, interesa poco. La Unión Europea tiene sobre sí una doble espada de Damocles: de una parte, habría que reforzar instituciones unitarias tan significativas como el Banco Central, y de otra parte asoma un proceso de desintegración protagonizado por regiones que desean proclamar su independencia: Escocia, Cataluña, quién sabe si la Padania, Flandes, etcétera.
El cuestionamiento hacia la UE no
es poca cosa; en Gran Bretaña incluso plantean un posible referéndum para
mantenerse o salir de la UE, algo así como un chantaje permanente sobre las
estructuras de la Unión. Aquí en las islas ni el Partido Popular se libra de
sospecha de corrupción, léase el asunto del presidente del Cabildo grancanario con
el cobro de presuntas comisiones ilegales en el sur turístico, ni el Partido
Socialista Canario-PSOE, tristemente liderado por un profesor universitario empeñado
tan solo en permanecer en el poder, sin reflejos para generar ilusión. ¿Qué
decir de Coalición Canaria, partido gestado para mandar siempre aunque pierda
las elecciones, siempre dispuesto a construir una mayoría en pura alternancia
con socialistas o con peperos?
El Boletín Oficial del Estado
(BOE) ha publicado este martes la lista de las 39 candidaturas que concurrirán,
después de que la Junta Electoral Central excluyera a dos de las 41 listas que
se presentaron. En total, son cuatro más que las que participaron en los
comicios del 2009. Las dos fuerzas que no podrán concurrir por no cumplir con
los requisitos legales son Movimiento para la Unidad del Pueblo Canario (MPUC)
y Verdes Eco-Pacifistas. La pregunta es si interesan realmente estas elecciones
en un momento en el que los recortes casi arruinan al Estado de Bienestar en
todas partes, y por lo tanto previsiblemente habrá un voto de castigo a los
respectivos gobiernos. Claro que en nuestro país, dado el lamentable estado de
la oposición, es decir del Partido Socialista, tal vez las cosas no cambien
demasiado. En Francia, donde el primer ministro Valls anuncia notables
restricciones, está en curso una rebelión dentro de su propio partido. Aquí el
inmovilismo de Rubalcaba, la falta de renovación en el liderazgo, hace cundir
el desencanto entre los votantes de centro-izquierda.
La media de participación en las últimas
europeas en la Europa de los 27, las celebradas en 2009, se cifró en un 43 por
ciento, la más baja de la historia y más de dos puntos por debajo de las de 2004.
En España la participación fue ligeramente superior a la media europea, con un
46 por ciento. Pero la participación desde 1979 ha ido descendiendo
paulatinamente en las siete veces en que se ha convocado a los electores.
Curiosamente, a medida que se han ido incrementando los socios ha ido bajando
la participación de manera evidente, y en esta tendencia participan de manera
particular los países del Este recientemente incorporados. En Lituania
participó solo un 15,68 por ciento de los convocados en las elecciones del
2009, frente al 48,38 por ciento que lo había hecho en el 2004. En Eslovaquia
sólo votó el 19,64% del electorado (el 16,97% en 2004); en Rumanía el 27,21%
(frente al 29,47% de las elecciones de 2007, cuando celebraron sus primeras europeas);
en República Checa el 25% (un 28,3% en los comicios anteriores) y así
sucesivamente.
Por contra, la participación más alta corresponde a
Bélgica y Luxemburgo (91%), donde es obligatorio votar. Como
regla general, la participación en los países del Este que han entrado en
las últimas ampliaciones fue muy inferior a la de los antiguos miembros, con
unas cifras ridículas de votantes. Entre
los antiguos Estados miembros, Países Bajos fue el que registró una menor
asistencia a las urnas, un 36,5% (frente al 39,26% anterior); en Alemania se
situó en el 42,2% (un 43% en 2004) y en Francia en el 40,5% (un 42,76% hace
cinco años; en Portugal votó en 2009 el 36,48% (el 38,6% cinco años antes); en
Suecia el 35% (un 37,85% en 2004); el 28,4% en Polonia (el 20,87% en 2004).
El desencanto
podría significar el alza de partidos nuevos, de tintes xenófobos, la
ultraderecha encuentra terreno abonado. No es un ambiente novedoso, ya en las últimas
elecciones, los resultados apuntaban a una subida de los euroescépticos. Son
los trabajadores y las clases populares quienes están abandonando a los
partidos de izquierda, sustituyéndolo por las fuerzas nacionalistas porque
estamos destruyendo el corazón social del continente. Europa debería ser una
economía social de mercado, pero parece que Comisión y Consejo no se enteran. El incremento del poder de los
partidos que rechazan a los inmigrantes es tendencia clara. Formaciones
políticas como UPyD e Izquierda Unida podrían incrementar sus resultados, y a
nivel continental los Verdes también saldrían ganando. Aquí las europeas
podrían brindar una lección aprovechable: el descrédito del férreo bipartidismo,
ese turno amistoso en el poder que recuerda lo que sucedía en el siglo XIX
entre conservadores y liberales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario