miércoles, 23 de abril de 2014

4 poemas de Pino Betancor: una mujer en inmerecido olvido

 Oscurecida por la poesía de su marido, José María Millares Sall, Pino Betancor es una escritora casi olvidada. Curioso caso este: el propio José María Millares había sido previamente oscurecido por su hermano Agustín, del mismo modo que tal vez Manuel Padorno ha oscurecido la buena poesía de su hermano Eugenio Padorno. Bien: Pino nació en Madrid, 1928, de padres canarios y desde muy joven empezó a escribir prosa y poesía. Al contraer matrimonio con José María se estableció en la ciudad de Las Palmas, donde colaboró con periódicos y revistas, así como con la revista malagueña Caracola. Su creación está compuesta, entre otras, por: Manantial de silencio, Cristal, Los caminos perdidos, Los cantos diverso, Dejad crecer la hierba, Las moradas terrestres, Palabras para un año nuevo, Las oscuras violetas, La memoria encendida (publicación póstuma) Además colaboró con su marido en las populares composiciones Campanas de Vegueta y De belingo.-

 Fue en 1950 cuando Pino visita la isla, por primera vez, con el objeto de ver por primera vez a su familia. Y fue entonces cuando conoció al poeta con el que contraería matrimonio dos años más tarde. En Planas de Poesía, alentada por los Millares, publicará sus primeros poemarios, Manantial de silencio (1951), del que el escritor González Sosa dirá que es “el canto de una criatura que asistía encandilada a la revelación de la hermosura del mundo y las promesas de la existencia”, y Cristal (1956), donde yacen la encrucijada existencial de aquellos tiempos, las huellas del amor: “Yo soy la mujer dulce, la eterna peregrina/ que ignorando sus tierras a tus tierras llegó”.  Fue pionera y comprometida, sensible y emotiva, que predicaba solidaridad, paz y amor, cuya afectividad y ternura fueron un sostén para su marido y para sus hijos. El 31 de diciembre de 2003 ingresó con un infarto cerebral en el Hospital Doctor Negrín, y falleció esa misma noche.

 BALADA A NORMA JEAN
 

 Rubia como la luz te descubrimos
un día, Norma Jean, y eras la luz.
Cuerpo desnudo en la más pura desnudez.
Los ojos azules, tan azules, de niña abandonada.

Pobre, pequeña Norma, tan sencilla,
como una rebanada de pan recién cocido,
como un vaso de leche dulce y tibia,
con tu risa de flor y limonada.

Creciste pobre y bella, e ignorante.
Para nuestro recreo y para tu desgracia.
Te desnudaron aún más, hasta la última
piel, sinceramente tuya, pura y cálida.

Te pusieron un nombre nuevo, una nueva risa,
diferente a la tuya, limpia y clara.
En tus suaves labios, pintados de granate,
la voz sonaba falsa.

Te cubrieron de pieles, de ceñidos vestidos,
Chanel nº 5, satén y muselinas.
Visiones y ambiciones de pequeña estarlet.
Pobre, pequeña , dulce Norma Jean,
detrás de toda aquella mentira luminosa
te estaban enterrando.

Nosotros te mirábamos en la pantalla grande.
Hermosa, tan hermosa, como una rosa extraña.
Reías y cantabas y movías el cuerpo
como te habían dicho que lo hicieras.

Mas todo era un engaño.
Tú eras más verdadera en tu belleza
con tu rostro desnudo de maquillaje y sombras,
con tu cuerpo de niña que creció demasiado.

Te descubrimos tarde, ay, demasiado tarde.
(Sólo el cabello rubio, bajo la tela blanca),
y ese día, estremecidos y sin voz lloramos,
oh dulce Norma Jean, y rogamos por ti.

TERCIOPELO Y SEDA

De terciopelo y seda era su cuerpo,
pero no lo vio nadie.

La enseñaron, ya desde pequeña,
a trabajar muy duro y no quejarse.
A levantarse al alba, blanca y fría,
a ser ave sin vuelo, flor sin aire.

Un día marcha a la ciudad inmensa.
Allí conoce a un hombre, uno de tantos,
pequeño y arrogante.
Los hijos le vendrán sin desearlos,
sin desear a nadie.

Y seguirá cosiendo y cocinando.
Es su deber. No lo discute nadie.
La vida va pasando lentamente
detrás de los cristales.

La enseñaron a ser el pan que se cocina,
la mesa que se pone, la ceniza que arde,
y así vivió su triste y corta vida,
ignorada e ignorante
de todas las bellezas de la tierra.

Nunca de la pasión de los sentidos
le hablaron. De cómo un beso
puede encender el aire.
Y una sencilla, dulce melodía,
hasta el cielo elevarte.

Un día se durmió en la vieja mecedora.
Para siempre. Sin haber florecido.
Marchita ya la tez, marchita el alma.
Como tantas mujeres innombrables.

De terciopelo y seda fue su cuerpo
y no lo supo nadie.

BELLEZA TOTAL

Qué lindo eres, amor, aunque no seas
más largo que una noche de verano.
Aunque no tengas más valor que una
larga rosa en el hueco de una mano.

Qué lindo eres, amor, apenas duras
lo que dura un ensueño. Mas qué importa
tu brevedad de pájaro y de brisa.
La belleza total ha de ser corta.

Qué lindo eres amor. Hoy que no tengo
tu corona ciñéndome la frente.
tu perfume salvaje entre los labios,
despoblada me siento de repente.

Ven otra vez, amor, aunque de nuevo
seas una luz lejana, aunque un instante
me dure la ilusión de tu belleza
y te vuelvas de nuevo gris, distante.

Ven otra vez, amor. Ahora que entiendo
tu brevedad de flor, sabré adorarte
sin preguntar, sin esperar siquiera
mas que tu azul placer sobre mi carne.
(La memoria encendida)

VERDE PIEDRA

Verde piedra, azul de hielo.
Soledad de lo absoluto.
Una inmensidad de arena
es el silencio.

Pálidas flores nocturnas,
las magnolias del recuerdo,
aroman hoy más que nunca
mi silencio.

El manantial de aquel río
de amor, no se quedó seco.
Guarda el agua fresca y pura
del silencio.

Soledad de lo absoluto…
Si de tu lado me alejo
guarda estos pétalos blancos
en silencio.

1 comentario:

  1. ¡Cuántas veces te lo había comentado Luis! Yo te hablaba de ella... Pero tu me hablabas de su marido..

    Menos mal que ayer Daniel Marías nos la recordó a los dos y yo le agradecí el trabajo que él está haciendo sobre ella, sobre Pino Betancor.

    Gracias por subir estos bellos poemas.

    blog-rosariovalcarcel.blogspot.com

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