Es lo que nos dicen las estadísticas: el 90 por ciento de los casos de maltrato o violencia infantil no se denuncia. Hay acoso escolar que incluso llega a producir muertes por suicidio. Así se desprende de los informes internacionales elaborados por asociaciones que trabajan para evitar la violencia en los menores, para superar el miedo a denunciar.
Opinan algunos psicólogos que la conducta humana
agresiva es “normal” y se encuentra en el ser humano como respuesta frente al
ambiente. Es decir que somos seres violentos por naturaleza, primates
evolucionados que hace mucho bajaron de los árboles a la estepa africana y han
alcanzado el actual desarrollo tecnológico después de innumerables guerras y
matanzas, pero según nuestra educación y el medio en el que nos desarrollemos
seremos capaces o no de adaptar nuestra agresividad y controlar correctamente nuestras
conductas. ¿Sería exclusivamente el ejercicio de la violencia lo que ha
determinado la evolución de la especie, su perfeccionamiento a través de los
siglos?
Hay otros psicólogos que se enfrentan a esta postura
y aseguran que no somos violentos por naturaleza, sino que ejercemos conductas
violentas porque creemos que son correctas. La letra con sangre entra, decían
en las escuelas hasta hace unas décadas, pero luego hemos pasado a un exceso de
mimos a los hijos, hasta el punto de que llegan a alzarse como pequeños tiranos.
Dar una torta a un niño sería una forma adecuada de corregir o de educar, pero
un juez de Pamplona ha dictado una sentencia que condena a un padre a pagar una
multa de 213 euros, seis meses de alejamiento de su hijo y hacer trabajo social
por haber pegado a su hijo de 8 años cuando este se negaba a hacer los deberes
escolares. Denunciado por su ex mujer, el acusado, de 36 años, en estado de
máxima irritación, le dio una torta al pequeño, lo levantó de la silla donde
estaba sentado, lo tiró sobre una cama y le dio varios azotes en las nalgas.
Una sentencia polémica, la cultura del esfuerzo entre los niños y los jóvenes
parece que ha desaparecido sin otros miramientos. Paralelamente, abundan los
casos en que, como venganza tras una relación rota, un novio despechado
cuelga en Youtube o Facebook vídeos o fotos de contenido erótico con su ex
pareja. Este “porno de venganza” debe ser denunciado y perseguido por los
tribunales.
Está claro que cuando el ambiente en que se
desarrolla un menor es violento, ese ser asimilará ciertas conductas agresivas
y en el futuro las proyectará en su forma de actuar. Entonces podríamos pensar
que si queremos dejar de ser una sociedad colectivamente predispuesta a exhibir
la violencia en internet, debemos comprender el ambiente socioeconómico y
político en que se genera una generación que ha perdido muchos derechos en el
camino, identificar las causas y crear las condiciones más adecuadas para dejar
de producir personas violentas o con tendencia a la violencia. Una generación
que es la más preparada de la historia reciente contempla ante sí el
abultadísimo paro juvenil, la restricción de becas, las dificultades cada vez
más duras para acceder a los programas Erasmus. ¿Estudiar, para qué? Para abrir
la maleta y emigrar. Siempre se van los mejores, y difícilmente vuelven. Eso
también es violencia.
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