Alejandro
Croissier es psicólogo, trata de ayudar a resolver los conflictos humanos y
también hace programas de radio. Su programa se llama Sentirse bien, en Radio
Las Palmas FM, los lunes y martes desde las 19.30 a las 22 horas. Dos horas y
media de entrevistas y debates sobre temas de actualidad, los problemas de la
identidad personal, las técnicas psicológicas, el papel de las ONGs que
intentan resolver asuntos como la pobreza o la inmigración, el colectivo LGTBI,
etcétera. Dos horas y media en radio son un mundo, y ha ido consiguiendo una
audiencia. También acuden a esta ventana gente de la cultura y, en general,
personas que tienen algo que decir y aportar. ¿Para qué sirve la psicología en
el mundo actual?, le pregunto. Mi profesión la practico básicamente para
escuchar y tratar de comprender a las personas, afirma. Y parto de una base:
quienes se acercan a la consulta vienen a contarme su problema y, por tanto,
también llevan consigo la solución. Algunos psicólogos y psiquiatras entendemos
que el síntoma forma parte de la solución, que el sujeto ha creado –casi
siempre de forma inconsciente- para sobrellevar la situación que está
padeciendo.
Esto
puede parecer un tanto sorprendente. Pero Croissier estima que no se coge una
depresión o un trastorno de pánico porque sí, sino que desarrollamos síntomas
que cumplen su función. Las depresiones o los ataques de pánico o determinadas
fobias hacen que nuestro país mantenga un elevado consumo de lo que se denomina
psicofármacos, es decir toda la gama de medicamentos que actúan sobre el
cerebro y que, en general, producen efectos psicológicos. Se utilizan para el
tratamiento de trastornos de salud mental, y pueden ser sedantes que sirven
para calmar ciertos trastornos psicóticos, ataques de pánico, el insomnio y
otras circunstancias similares. También están los antidepresivos, que se usan
para el tratamiento de la depresión y otros problemas (ansiedad, comportamiento
obsesivo-compulsivo, trastornos de la alimentación…) y que producen efectos en
personas deprimidas y con otras patologías. Asimismo están los estabilizadores del
ánimo: sales de litio, que se utilizan en el trastorno obsesivo compulsivo.
Los especialistas
advierten de que los psicofármacos pueden ayudar a encontrarse mejor, pero es
necesario hacer uso de ellos por prescripción y con control médico, como
complemento a otras estrategias y no mezclarlos con bebidas alcohólicas, otras
drogas u otros psicofármacos.
Lo
que sucede, señala Alejandro, es que en nuestra sociedad actual, con nuestra
acelerada forma de vida, no hay tiempo para analizar cuidadosamente el sentido
de nuestro sufrir. Así, hemos pasado de ser analizados concienzudamente por un
psicoanalista, a pertenecer al sistema que lo tiene todo recortado y tratado
por los protocolos. Acudes a tu médico de cabecera y tras las diez preguntas de
rigor te suelen diagnosticar un trastorno depresivo o ansioso y así te mandan
la medicación correspondiente. De este modo, pacientes y médicos han quedado
reducidos al protocolo. Sin embargo, es obvio que no es lo mismo tener una
depresión por el fallecimiento de un ser querido, que tener una depresión por
perder un trabajo. Ambas personas pueden puntuar el mismo grado de malestar en
un test, pero es obvio que sus tristezas son absolutamente diferentes, y, por
consiguiente, necesitan tratamientos distintos.
Le
pregunto ¿cómo puede proponer la psicología soluciones para el mejor equilibrio
y bienestar de las personas en el campo de los conflictos humanos, en lo
social, en lo laboral, en lo educativo, etcétera? Y responde que muchas
enfermedades que diagnosticamos a los pacientes deberían atribuirse a la
sociedad donde viven. No es normal que existan tantas personas medicadas por
ansiedad y depresión. Quizás, el problema es que no nos podemos sostener en
este sistema social que hemos creado; sencillamente, no es saludable. Nos
adaptamos con ibuprofeno, cafeína e inductores del sueño. Sin embargo, el coste
a nuestras exigencias es demasiado alto. No nos sentimos merecedores de una felicidad
tranquila. El aburrimiento y la improductividad no tienen lugar para el sujeto
moderno del rendimiento, ese que se auto-explota en la sociedad del cansancio. El
objetivo de la psicología que ejerzo se encamina fundamentalmente a que las
personas entiendan la función de sus síntomas, de sus tristezas y enfados.
Tanto en la radio como en mis grupos de desarrollo personal, analizamos al
Doctor en Filosofía Byung Chul Han, quien denuncia el imperativo de la
felicidad que nuestra sociedad actual está padeciendo. Como solución, coincido con
este autor que está arrasando en todo el mundo: el idiotismo. Hacer el idiota
no es nada fácil. Me refiero a dejar de consumir tantas cosas innecesarias, a
no estar metido en mil actividades para matar el tiempo, así como no dejarse
absorber por el mundo virtual de las redes sociales. Pero claro, para alcanzar
esta meta uno debería parecer un poco idiota. Aburrirse en la playa viendo el
mar y estar con tus seres queridos durante horas sin hacer nada especial, ya no
está de moda.
-Comúnmente
se asocia la idea de recurrir al psicólogo con las películas norteamericanas,
puesto que allí es algo muy habitual recurrir a psiquiatras y psicólogos.
¿Hasta qué punto los psicólogos ya son vistos como personas necesarias en
nuestra sociedad?
-Afortunadamente,
el perfil de las personas que van al psicólogo ha cambiado. Hoy, casi todo el
mundo tiene su terapeuta de confianza. ¿Quién no quiere conocerse un poco más
para acompañarse conscientemente en este excepcional viaje que es la vida? La
sociedad no nos lo pone muy fácil, pero el ser humano es un gran buscador de sí
mismo.
-Eres
psicólogo, radiofonista ¿y qué más? Háblanos de ti mismo
-Soy
muy curioso. Me gusta acercarme a todo lo que llama mi atención, y te aseguro
que son muchas cosas. Actualmente estoy inmerso en un proyecto apasionante de teatro
terapéutico y eneagrama, el estudio de los nueve patrones de personalidad. Mi
pasión es la lectura. No sé si tendré tiempo para leer todo lo que quiero
conocer, pero es lo que más deseo. El sentido de mi vida está en ir compartiendo
aquello que voy aprendiendo, y en estos momentos, el teatro es la forma más
creativa que he encontrado. Por otra parte, el psicoanálisis se ha convertido
en el lugar profesional donde hedecidido aterrizar, para quedarme. Es la raíz
de la psicología. Mucha gente habla de Freud pero pocos son los que se atreven
a leerlo, estudiarlo y - mucho menos - a comprenderlo. Actualmente me estoy
formando con una de las corrientes más interesantes del psicoanálisis moderno:
la otrapsiquiatría, en Valladolid.
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