lunes, 20 de abril de 2015

Artur Mas y su sueño independentista

Ahora que todos calientan motores porque este va a ser un tremendamente año divertido, el señor Artur Mas va y se suelta el pelo afirmando en un importante periódico extranjero que Podemos es un invento del Estado Español para torpedear el proceso de independencia de Cataluña. Con la crisis económica nosotros hemos venido recogiendo votos del descontento, España nos roba y por ello hemos sacado multitudes a la calle.  Pero ahora ese disgusto cambiará de dirección, pues como sigue habiendo gente muy cabreada se generará un voto de castigo que seguramente nos quitará adhesiones, viene a decir, y por ello se trata de una trama perfectamente orquestada por los servicios de inteligencia de Madrid para torpedear las legítimas aspiraciones de obtener nuestra plena soberanía. Del mismo modo, debe pensar que las investigaciones sobre la fortuna del clan Pujol forma parte de otra trama para debilitar el proceso. Madrid nos ataca desde todos los frentes: el político y el futbolístico, este último a partir de las cuentas del fichaje de Neymar. Por si fuera poco, una nueva opción política casi recién estrenada que viene de Cataluña se perfila como vía de agua fresca en la vida política del Estado: Ciutadans, o Ciudadanos, con Albert Rivera tuvo un nacimiento heroico y goza de buenas perspectivas.

La burguesía catalana siempre fue pactista, a lo largo de la historia quedó demostrada su inclinación a pedir compensaciones económicas a cambio de tranquilizar algunos anhelos soberanistas. Todo este embrollo comenzó con la reclamación de que Cataluña tenga el mismo privilegio fiscal del País Vasco, y se fue agrandando gracias a la pasividad de nuestro presidente autista, el señor Rajoy. Es evidente también que una parte de la burguesía catalana no es nacionalista porque España es el gran mercado de sus productos. Sin embargo ni siquiera el PP, el PSC y Ciudadanos juntos han logrado una mayoría social que respalde sus planteamientos en el territorio. Populares y socialistas se encuentran ante el desafío de ser ninguneados por el electorado en las previstas elecciones del 27 de septiembre. Por otra parte, la opción que preconiza la Sociedad Civil Catalana se presenta como tal, incluyendo, junto a empresarios y abogados, a exponentes del mundo académico y representantes históricos de la lucha contra el nacionalismo en posiciones que comprenden desde la derecha hasta el socialismo moderado. Aun respetando, muy sinceramente, esta opción y a sus promotores y seguidores, no cabe evitar la crítica a un alineamiento pretendidamente “transversal” que soslaya un problema de base: la crisis económica, los recortes, la pérdida de calidad en la educación pública, etcétera.

El primer ministro francés, Manuel Valls, es de origen catalán  y manifiesta una y otra vez su desagrado ante la opción de Artur Mas. Valls se declara patriota y partidario de los Estados-nación. También sostiene que los países de la UE no deben dividirse, es conocido su posicionamiento sobre la cuestión catalana. Su caso y posición son el gran antídoto internacional frente a la propaganda de la Generalitat. A la pregunta directa sobre el caso responde Valls: "¿Cataluña? Creo que las naciones en Europa no tienen que dividirse más, no tienen que perder fuerza. No podemos permitirnos debilitarnos con divisiones". También dice que no conoce de nada a Artur Mas. Ante tanta claridad, se comprende la inquina del nacionalismo contra Valls y la estupefacción que su figura provoca en algunos socialistas de allí.

Ahora los comentaristas políticos piensan que no la independencia, pero sí su anhelo, se ha convertido para Mas en un estadio transitorio de levitación mística que no necesita culminarse. Una especie de utopía a la que retornar una y otra vez, la inercia de un tema repetitivo que siempre será enarbolado por Convergencia i Unió, aunque los apoyos visibles al soberanismo vayan dejando de ser los prioritarios de la sociedad catalana. Artur Mas se aferra a esa palanca emocional, aun consciente de que no será viable.  Claro que las cosas se complican cuando una parte minoritaria –pero muy activa y vociferante como en su día fue el PNV, ahora instalado en una dulce paz– insta a la desobediencia a las leyes, tratando de que sus futuros cargos municipales se desliguen de la obediencia al Gobierno central y a las Cortes, e incluso a los tribunales de Justicia 'españoles'.

Es posible que Rajoy tenga anotada en rojo la fecha del 27 de septiembre, que es cuando el president de la Generalitat y sus aliados pretenden celebrar esas elecciones autonómicas anticipadas que serían, según ellos, el pórtico del camino hacia la independencia no más allá de 2017. El jefe del Gobierno central no cree, aparentemente, que esas elecciones vayan a tener lugar en la fecha, tan cercana a la Diada, en la que Mas las ha convocado, con meses de antelación.  Quién sabe lo que en la 'hoja de ruta' de Rajoy está anotado para hacer frente a esos proyectos que están horadando mucho más de lo que podría parecer a primera vista la estabilidad del Estado. Es posible también que el presidente del Ejecutivo pretenda una 'cumbre', o varias, con líderes europeos, especialmente con los franceses, para que, antes del verano, o inmediatamente a su vuelta, dejen muy claro lo que piensan del proceso catalán: todos los países importantes de la UE lo repudian, pero eso ¿bastaría para frenar unas tentaciones independentistas que se manifiestan contra todas las advertencias? ¿O habría que hacer algo más desde Madrid?

El anuncio de que el proceso independentista tendrá resultados en 2017, siempre y cuando las elecciones autonómicas del 27-S sea favorable a las fuerzas soberanistas, constituye una nueva entrega de la patología ya conocida. Sin embargo el proceso ya ha generado defensas frente a una propuesta tan desafiante y tan disparatada. La reacción de la sociedad civil frente al aventurerismo separatista, la corrupción en el nicho fundacional del vigente nacionalismo (caso Pujol), la irrupción de Podemos, etc, son otros elementos que juegan a la contra de los planes de Mas. Así lo deben haber entendido las fuerzas políticas que se han descolgado de la nueva hoja de ruta. Seguramente están hartos de la levitación mística que propugna el honorable Artur.

1 comentario:

  1. Juan Calero Rodríguez21 de abril de 2015, 22:39

    Lo mejor es ignorarlo, así se le apaga el ego vanidoso.

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