Tras la votación en Escocia
y con el órdago que se avecina en Cataluña, algunos periódicos extranjeros
señalan que España es el país que tiene más desafíos independentistas en su territorio.
Como si el espacio común estuviera mal cosido, como si desde los Reyes
Católicos para acá todo hubiera sido una gigantesca equivocación, las demandas
soberanistas –algunas muy pintorescas– aparecen por doquier. Además de los
territorios históricos de Cataluña, País Vasco y Galicia aparecen Canarias,
Andalucía, Asturias, Aragón, Valencia o Baleares como regiones reivindicadoras
de su independencia. El “España nos roba” proliferaba en las carreteras
catalanas desde hace décadas, de la misma forma que en Canarias el MPAIAC de
Antonio Cubillo pintó el “Fuera godos”.
Algunos analistas que se
expresan en periódicos extranjeros de prestigio estiman que la denominada Ley
de Consultas del Parlament catalán va a abrir la caja de los truenos en una
España marcada por demandas soberanistas de toda índole. La verdad es que la
mayoría de estas reclamaciones no disponen de respaldo en la población, todos
recordamos que a la vuelta de Cubillo de Argel las candidaturas que presentaba
su movimiento político obtuvieron escasos votos. El independentismo canario
subsiste en capas de la población que tal vez no superen el 10 o el 15 por
ciento del total de residentes. Claro que esto de las encuestas parece pólvora
que enciende el diablo pues es curioso señalar que, hasta hace ocho o diez
años, las encuestas señalaban que solo el 15 por ciento de los catalanes se
declaraban independentistas.
Que España es diferente lo
prueba el hecho de que recorriendo las carreteras de Burgos, Valladolid o
Palencia encontré más de una vez pintadas que decían “Castilla no es España”, o
“Por la independencia de Castilla.” Y no me digan que lo de Asturias deja de
ser curioso: allí donde presuntamente se inició la Reconquista con Don Pelayo
también existen algunas fuerzas que podrían recordar aquel grito de ¡Viva
Cartagena libre!, el cantonalismo histórico. En Cantabria, Navarra o La Rioja
hay ciudadanos que reclaman mayor autonomía y mayores transferencias. Andalucía
oriental reivindica sus características propias con respecto al resto de la
Comunidad Autónoma. En Canarias hubo un tiempo en que se manifestó el deseo de
una doble autonomía, como si volviéramos a la división provincial de 1927. En
el centro-norte peninsular se constata que el leonesismo es un movimiento
cultural y socio-político regionalista que persigue el reconocimiento de parte
de los territorios del antiguo reino de León (el País Leonés o Región Leonesa,
con las provincias de León, Zamora y Salamanca), como región y nacionalidad
histórica y su establecimiento en comunidad autónoma propia, separada de la
actual autonomía de Castilla y León.
En la historia de España
los reinos de taifas fueron territorios fragmentados en que se dividió el
califato de Córdoba allá por el siglo XI. Estos bandos o facciones llegaron a
ser 39, y desde el fondo de la historia podríamos preguntarnos si esos genes segregacionistas
han pervivido en el alma hispánica hasta nuestros días, como si la constitución
de 1978 y el posterior proceso de descentralización no hubieran cumplido su
finalidad de otorgar mayor poder a las periferias frente al centralismo
uniformador de Madrid, tan patente en el franquismo. Si incluso hoy en día
Cataluña tiene más competencias de las que goza Escocia ¿cuál es la solución? La
pregunta es saber si las 17 autonomías, más las ciudades autónomas de Ceuta y
Melilla, se están comportando como auténticos reinos de taifas, y si el
ahondamiento en la solución federalista que sugiere el PSOE va a satisfacer las
ansias de unos y de otros.
También se abre una
corriente de opinión que se expresa en un cierto cansancio o indiferencia ante
estos conflictos territoriales. El razonamiento es simple: si a una pareja que
tiene conflictos de convivencia nadie puede obligarla a convivir ¿por qué hemos
de forzar a los ciudadanos catalanes, vascos, asturianos o riojanos a seguir
siendo españoles? ¿por qué no dejarlos marchar sin mayores cortapisas?
En el fondo, todo esto es
un conflicto de raíces económicas. Si a Artur Mas el señor Rajoy no le hubiese
dicho no a todas sus peticiones cuando solicitó un nuevo tratamiento fiscal
similar al que disfruta el País Vasco, tal vez no habríamos llegado a la actual
situación. Un Artur Mas que ha evolucionado al independentismo en unos pocos
años y un presidente Rajoy que parece autista: no sabe decir otra cosa que no,
tiene poca cintura para hablar, negociar.
Claro que también hay quienes recuerdan que todo este lío comenzó cuando
el señor Zapatero, tal vez el peor presidente de la democracia española,
concedió aquella revisión del Estatuto de Autonomía de Cataluña, cuyas
pretensiones fueron frenadas por el Tribunal Constitucional y de este modo se
sembraron vientos y tempestades que ahora se han incrementado.
La defensa exacerbada de la
lengua catalana con la consiguiente minusvaloración de la cultura española, el
adoctrinamiento constante de la TV de la Generalitat, la tenaz labor del
profesorado en los distintos segmentos educativos y la manipulación de la
historia en los libros de texto han conformado una juventud que allí es
mayoritariamente independentista, y que difícilmente va a evolucionar. En
muchas zonas de la Cataluña profunda hay quienes se niegan a responderte en
castellano, y esa tendencia va a ser difícil de corregir.
Hace poco tiempo un
historiador dijo que en su proceso de consolidación histórica España debía
haberse quedado con los portugueses y haber desechado a los catalanes; los
primeros incluso llegaron a formar parte de la nacionalidad común durante periodos
relativamente largos. Lo que sí parece claro es que en política la negociación
y el diálogo son instrumentos imprescindibles, algo que parece habérsele
olvidado a los políticos que nos gobiernan en estos momentos, tanto Artur Mas
como Mariano Rajoy se empeñan en mantener un pulso de negatividades que
difícilmente tiene buena salida. Porque si los políticos carecen de cintura
para pactar y consensuar, si son incapaces de reformar y renovar lo que haya
que reformar y renovar ¿qué nos queda? ¿Salir a las calles con los fusiles para
una nueva confrontación civil? Y, para terminar dejo esta cuestión en el aire
¿no son los nacionalismos una forma de regresar a la tribu, a las cavernas
prehistóricas?
Una reflexión interesante.
ResponderEliminarQue quizás sea consecuencia de vivir un momento histórico que desprecia la razón.
blog-rosariovalcarcel.blogspot.com