Lo
reclamó el columnista Alfonso González Jerez hace días, y lo suscribimos en
nuestra columna publicada el lunes 15, un día antes de la fatal noticia de la
muerte de Guillermo, que para mí no solo fue un excelente director sino también
la figura de un enorme amigo que valoraba mis trabajos literarios con verdadera
pasión. Y, ciertamente, con la desaparición de Guillermo me he quedado huérfano
otra vez, para mí más que mi mejor director fue una persona extraordinaria, un
protector con el máximo de cariño. Y eso que yo había tenido la suerte de estar
con Alfonso García-Ramos en La Tarde y con Ernesto Salcedo en El Día. Pero Guillermo
era inigualable, un hombre con una inteligencia y una bondad fuera de lo común.
Su
etapa al frente de LA PROVINCIA fue de una brillantez excepcional. Protector de
la cultura, fervoroso de la música, sus críticas siempre fueron bien escritas, exactas
y justificadas. Entendió que tras la
muerte de Franco Canarias necesitaba un nuevo tiempo. Por eso su etapa al frente del periódico fue la más
fecunda en cuanto al apoyo a las actividades creativas. Así la llamada
Generación de los 70 se vio beneficiada por su atención en distintos campos,
desde la pintura a las letras. Todos nosotros recibimos su soporte descomunal,
su amistad, su visión integradora. Guillermo era enteramente generoso, siempre
estuvo por encima de los celos y los canibalismos, las peleas que tan frecuentes
son en la tribu cultural. Fue amable con todos, hizo crecer a todos. A mí
particularmente me apoyó hasta lo indecible, siempre estuvo su despacho
abierto, siempre recibí el consejo adecuado. Un gran periodista que tenía un
lenguaje exquisito hablara de lo que hablara, un asturiano que, con su mujer
Mary y su hija Amalia, siempre eligió vivir aquí, siempre creyó que esta era su
tierra. Por fortuna, en cuanto a la presencia de amigos y de personalidades en
el tanatorio ha tenido la despedida que se merece, y no la que padeció el poeta
Justo Jorge Padrón que ha sido totalmente silenciado tras su fallecimiento, en
plena pandemia de la covid. Ahora es de esperar que el ayuntamiento capitalino
haga justicia tanto con uno como con otro.
González Jerez es un periodista tinerfeño de pluma semejante a un bisturí, que maneja con precisión de cirujano los acontecimientos cotidianos de la política regional, examina a todo el mundo, no perdona a nadie, resulta ingenioso y hasta brillante. Recuerdo que cuando se publicó mi peor novela contó que la estaba leyendo y, al no gustarle, la tiró por la ventana. Me pareció una crítica más que correcta, pues estoy de acuerdo en que No me mates vida mía es un texto flojo. Los altibajos son una moneda común. Y ahora parece que vendrán malos tiempos para los plumillas y los letraheridos, porque el señor Bill Gates está anunciando que periodistas y escritores van a desaparecer porque la Inteligencia Artificial puede suplirlos con facilidad. Algo parecido podría suceder a los profesores, desde la escuela primaria hasta la universidad. Si esto es así abría que colocar unos frenos a la Inteligencia Artificial, como sucede en otras cuestiones. A la Inteligencia Artificial se la desea y también se le teme a un tiempo, y no puede ser que una tecnología tan deseada pueda rebelarse contra quienes la idearon.
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