Esta mujer que fue maestra 30 años tenía guardados en la gaveta escritos, emociones. No tenía tiempo para profundizar en la escritura ni mucho menos para desarrollar temas que no estaban bien vistos: ella escribe sobre un erotismo punzante, sutil, siempre al borde de la excitación pero siempre lejos de la pornografía, lo hace porque es lectora atenta de Anaïs Nim, D.H. Lawrence, Henry Miller, Bukowski, Colette, Almudena Grandes. Territorios íntimos. Las profundidades del placer es el título de su obra reciente, auspiciada por Abra Cultural y publicada en Amazon, con una sugerente portada de Ángel Gustavo Cabrera, y fotografías del argentino Osvaldo Cipriani, ambos son octogenarios en activo.
Lo suyo ha sido
cultivar la paciencia, gestionar la humildad, convirtiendo su mesa de trabajo
en un cuartel. Procura no mirar hacia los lados, solo quiere escribir
silenciosamente, siempre adelante y nunca dejándose amilanar por las
dificultades, conquistando su espacio, construyendo su habitación de trabajo
como hizo Virginia Woolf. Madre de cinco hijos y abuela de ocho nietos, es una
luchadora por los derechos femeninos en la sociedad, su ensayo sobre el sexo en
los años 60 ha sido una de las bases de este libro, una reflexión sobre la mujer
ante las relaciones personales. Pionera del registro erótico en Canarias,
siempre con su tono elegante y sutil, escribió antes de las 50 sombras de
Greys, fue atrevida y tuvo que enfrentarse a situaciones embarazosas, en
una ocasión un hombre que asistía a su lectura amenazó con llamar a la Guardia
Civil si continuaba leyendo sus relatos.
En el prólogo la
escritora Alma Carla Sandoval, desde Cuernavaca, México, escribe: “Se dice que
no hay nada más profundo que la piel. Ese órgano como la superficie de nuestra
tierra: geografía porosa, receptáculo del mundo, instrumento con el que lo
sentimos y nos comunicamos. (…) Este libro es una trama de complicidades
reunidas en torno a la metáfora de una tríada universal: amor, deseo y sexo.”
En la Casa de Colón se
juntaron cien personas para asistir a la ceremonia, que contó con una
intervención del psicólogo y radiofonista Alejandro Croissier, el editor Juan
Calero y el pintor Ángel Gustavo. Son más de 350 páginas, 267 escritas por la
autora y el resto más de 60 poemas eróticos de autores del nivel de Elsa López,
Cecilia Domínguez, Ángel Sánchez, entre otros. El éxito de Valcárcel es el del
esfuerzo, del estudio y del aprendizaje, de la necesidad de reescribir y
mejorar lo ya escrito, significa el triunfo de la voluntad. Sabe que hay que
trabajar con dedicación y prescindiendo de las intrigas de los grupúsculos
culturales, tan excluyentes. Nacida en Las Canteras, su primer libro fue una
evocación de su infancia en el mar, La Peña de la Vieja y otros relatos; luego
vino su trilogía: Del amor y las pasiones, El séptimo cielo, y Sexo, corazón y
vida, y sus poemarios Las máscaras de Afrodita e Himno a la vida, así como sus
Cuentos gozosos/Cuentos traviesos. Su obra está traducida al alemán, al francés
y al rumano. Presenta exposiciones de arte, escribe poemarios y cuentos, contó
la historia del rodaje aquí de Moby Dick en 1954-55 y la llaman para actos
corporativos en la isla de La Palma.
Dice así: Frente al patriarcado hemos ganado libertad y autonomía. Hoy lo erótico forma parte de la moda, del cine, de la política, de la vida social, de la cotidianeidad. Ahora entro en el territorio que teníamos prohibido, transito por el bien y por el mal, por la culpabilidad y los tabúes, recorro desde la fantasía y los rituales sexuales al orgasmo, la masturbación femenina, el adulterio, el voyerismo, el amor homoerótico, el lesbianismo, la zoofilia, etc. La sociedad represiva del franquismo y la religión concebían el sexo como pecado y la mujer como agente de esa tentación. Eso ya cambió.
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