lunes, 10 de septiembre de 2018

Videojuegos en los colegios, sí o no


Una polémica ha saltado a las aulas, el profesorado y la sociedad en este comienzo de curso. Estamos en la era digital y se cree que los docentes menores de 40 años ven con simpatía o tolerancia los videojuegos en la enseñanza, mientras que los de mayor edad manifiestan menos adhesiones. La Consejería de Educación promociona la incorporación de los deportes electrónicos, es decir los videojuegos, en los colegios. Con las secuelas de la crisis la situación de la educación, así como de la sanidad, nos habla de precariedad y está claro que figuramos en los puestos de cola en sectores tan importantes para el buen manejo colectivo. Existe escasez de medios, hay insuficiencia de personal, son abultadas las listas de espera en los hospitales pese a que las estadísticas oficiales afirmen lo contrario. La educación es deficitaria, el fracaso escolar sigue muy alto y ahora afirma el gobierno regional que estos deportes pueden ser beneficiosos para el alumnado, pero en realidad no hay un estudio riguroso. Pudiera suceder que el asunto de los e-sports sea idea de alguien cercano a la cúpula del poder, y aquí, como en otros supuestos, estamos a expensas de lo que decidan los amigos, conocidos o protegidos.
No tenemos la mejor educación posible, decíamos. Si hace treinta o incluso veinte años alguien hubiese tenido las ideas claras, hoy nuestros jóvenes y adolescentes serían bilingües español-inglés. Vamos con un retraso considerable porque nuestra clase política es de mirada corta. ¿Para qué nuestros jóvenes estudian la carrera de Turismo, solo para dedicarse a entregar llaves o a cambiar almohadas en los hoteles? Sabido es que los puestos directivos en el sector turístico suelen ir a europeos que hablan tres o cuatro idiomas aunque no hayan estudiado en la universidad. El rendimiento escolar en las islas sigue siendo bajo, hay mucho cansancio y falta de medios. A nivel de educación superior nuestras dos universidades hacen lo que pueden, el profesorado está envejecido, han disminuido las ayudas institucionales y no figuran entre las destacadas. Ha habido una tendencia a quitar espacio a las humanidades y la Asociación de Pediatría de Atención Primaria de las islas emitió un comunicado en el que manifestaba su rotunda oposición a la promoción de videojuegos competitivos señalando que la promoción de las actividades de ocio sedentario va en contra de las recomendaciones oficiales para la prevención del sobrepeso y la obesidad, y Canarias es una comunidad donde el sobrepeso y la obesidad en niños y adolescentes presenta cifras más alarmantes. La Organización Mundial de la Salud considera que la adicción a los videojuegos puede llegar a ser una enfermedad mental, del mismo modo que entre los adolescentes y jóvenes se extiende la fiebre por estar conectados permanentemente al móvil. Quienes se oponen a la iniciativa del gobierno regional estiman que lo propuesto por la Consejería de Educación procura el establecimiento de patrones egoístas, de pura competitividad; a través de ellos se genera un ocio pasivo y se corre el peligro de que ni jóvenes ni adolescentes lean un solo libro ya que las nuevas tecnologías les enganchan más.
Los detractores de la medida del gobierno regional estiman que los deportes electrónicos van a ser un negocio privado inspirado por alguien muy cercano, con esta medida se generará mucho lucro a particulares pero no van a constituir un buen referente para elevar la educación de esta tierra. Adaptarse a los cambios sociales está bien, el progreso de las tecnologías no puede ser ignorado pero no es cierto que los videojuegos competitivos puedan ser considerados un deporte, en definitiva lastran la elaboración del pensamiento crítico y con ellos se generan comportamientos egocéntricos, poco solidarios. De este modo, se generan nuevas generaciones manipulables por quienes mandan. ¿Y se cuenta con la opinión del profesorado para introducir los videojuegos en las aulas?
El mundo cambia rápidamente, todo es vertiginoso aunque también todo es efímero. Pero, en definitiva, hay que asumir los cambios tecnológicos, que originan profundos cambios de mentalidad. Por ello quienes defienden la medida piensan que jugar a videojuegos implica un factor social y cultural novedoso, y cuando jugamos por internet nos zambullimos en un entorno competitivo, donde importan los resultados. Conseguir la victoria forma parte de la superación personal. La apuesta del gobierno regional, el proyecto UD Las Palmas eSports y la propuesta de la Liga Escolar abren un frente de opiniones favorables.
Para los defensores, la cuestión no solo se reduce a mover los dedos para actuar ante una pantalla, ya que estas actividades fortalecen la mente, mejoran la concentración y crean alumnos más motivados. Lo importante es ganar, porque la vida es pura competencia, ya lo dijo Darwin: sobreviven los más fuertes, los que mejor se adaptan. Piensan quienes están a favor que falta información objetiva, y que con los e-sports se mejora el compañerismo, la rivalidad y el trabajo en equipo. Hay personas que en la vida quieren romper moldes. No solo buscan ser mejor que su rival sino que desean ser el mejor del barrio, la comunidad, el país o el planeta. Los eSports buscan jugadores con las mismas aspiraciones, encuentran equipos afines y establecen lazos. Rompen la barrera insular porque a través de la pequeña pantalla pueden llegar a California o Australia en breves segundos. Estas personas buscan equipos y establecen lazos más allá de lo anecdótico, luego puede que lleguen a ligas y torneos, campeonatos que les estimulan el afán de superación personal. Los eSports no serán sedentarios, sino activos, y primarán los valores del deporte, señaló Alejandro Blanco, presidente del COI en su visita a las islas. Esto no es una ocurrencia ni una frikada, porque detrás hay un trabajo pedagógico y la adaptación a una realidad que existe, definió Fernando Clavijo. Los videojuegos ayudan a los niños a concentrarse, trabajar en equipo y desarrollar proyectos, manifestó Begoña Ortiz, directora de Seguridad Informática.
El debate está sobre la mesa, y buena parte de la comunidad educativa está que arde.

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