Una
polémica ha saltado a las aulas, el profesorado y la sociedad en este comienzo
de curso. Estamos en la era digital y se cree que los docentes menores de 40
años ven con simpatía o tolerancia los videojuegos en la enseñanza, mientras
que los de mayor edad manifiestan menos adhesiones. La Consejería de Educación
promociona la incorporación de los deportes electrónicos, es decir los
videojuegos, en los colegios. Con las secuelas de la crisis la situación de la
educación, así como de la sanidad, nos habla de precariedad y está claro que figuramos
en los puestos de cola en sectores tan importantes para el buen manejo
colectivo. Existe escasez de medios, hay insuficiencia de personal, son
abultadas las listas de espera en los hospitales pese a que las estadísticas oficiales
afirmen lo contrario. La educación es deficitaria, el fracaso escolar sigue muy
alto y ahora afirma el gobierno regional que estos deportes pueden ser beneficiosos
para el alumnado, pero en realidad no hay un estudio riguroso. Pudiera suceder
que el asunto de los e-sports sea idea de alguien cercano a la cúpula del poder,
y aquí, como en otros supuestos, estamos a expensas de lo que decidan los
amigos, conocidos o protegidos.
No
tenemos la mejor educación posible, decíamos. Si hace treinta o incluso veinte
años alguien hubiese tenido las ideas claras, hoy nuestros jóvenes y
adolescentes serían bilingües español-inglés. Vamos con un retraso considerable
porque nuestra clase política es de mirada corta. ¿Para qué nuestros jóvenes
estudian la carrera de Turismo, solo para dedicarse a entregar llaves o a
cambiar almohadas en los hoteles? Sabido es que los puestos directivos en el
sector turístico suelen ir a europeos que hablan tres o cuatro idiomas aunque
no hayan estudiado en la universidad. El rendimiento escolar en las islas sigue
siendo bajo, hay mucho cansancio y falta de medios. A nivel de educación
superior nuestras dos universidades hacen lo que pueden, el profesorado está
envejecido, han disminuido las ayudas institucionales y no figuran entre las
destacadas. Ha habido una tendencia a quitar espacio a las humanidades y la
Asociación de Pediatría de Atención Primaria de las islas emitió un comunicado
en el que manifestaba su rotunda oposición a la promoción de videojuegos
competitivos señalando que la promoción de las actividades de ocio sedentario
va en contra de las recomendaciones oficiales para la prevención del sobrepeso
y la obesidad, y Canarias es una comunidad donde el sobrepeso y la obesidad en
niños y adolescentes presenta cifras más alarmantes. La Organización Mundial de
la Salud considera que la adicción a los videojuegos puede llegar a ser una
enfermedad mental, del mismo modo que entre los adolescentes y jóvenes se
extiende la fiebre por estar conectados permanentemente al móvil. Quienes se
oponen a la iniciativa del gobierno regional estiman que lo propuesto por la Consejería
de Educación procura el establecimiento de patrones egoístas, de pura
competitividad; a través de ellos se genera un ocio pasivo y se corre el
peligro de que ni jóvenes ni adolescentes lean un solo libro ya que las nuevas
tecnologías les enganchan más.
Los
detractores de la medida del gobierno regional estiman que los deportes
electrónicos van a ser un negocio privado inspirado por alguien muy cercano,
con esta medida se generará mucho lucro a particulares pero no van a constituir
un buen referente para elevar la educación de esta tierra. Adaptarse a los cambios
sociales está bien, el progreso de las tecnologías no puede ser ignorado pero
no es cierto que los videojuegos competitivos puedan ser considerados un
deporte, en definitiva lastran la elaboración del pensamiento crítico y con
ellos se generan comportamientos egocéntricos, poco solidarios. De este modo,
se generan nuevas generaciones manipulables por quienes mandan. ¿Y se cuenta
con la opinión del profesorado para introducir los videojuegos en las aulas?
El mundo cambia rápidamente, todo es vertiginoso aunque también
todo es efímero. Pero, en definitiva, hay que asumir los cambios tecnológicos,
que originan profundos cambios de mentalidad. Por ello quienes defienden la
medida piensan que jugar a videojuegos implica un factor social y cultural
novedoso, y cuando jugamos por internet nos zambullimos en un entorno
competitivo, donde importan los resultados. Conseguir la victoria forma parte
de la superación personal. La apuesta del gobierno regional, el proyecto UD Las
Palmas eSports y la propuesta de la Liga Escolar abren un frente de opiniones
favorables.
Para
los defensores, la cuestión no solo se reduce a mover los dedos para actuar
ante una pantalla, ya que estas actividades fortalecen la mente, mejoran la
concentración y crean alumnos más motivados. Lo importante es ganar, porque la vida
es pura competencia, ya lo dijo Darwin: sobreviven los más fuertes, los que
mejor se adaptan. Piensan quienes están a favor que falta información objetiva,
y que con los e-sports se mejora el compañerismo, la rivalidad y el trabajo en
equipo. Hay personas que en la
vida quieren romper moldes. No solo buscan ser mejor que su rival sino que
desean ser el mejor del barrio, la comunidad, el país o el planeta. Los eSports
buscan jugadores con las mismas aspiraciones, encuentran equipos afines y
establecen lazos. Rompen la barrera insular porque a través de la pequeña
pantalla pueden llegar a California o Australia en breves segundos. Estas
personas buscan equipos y establecen lazos más allá de lo anecdótico, luego
puede que lleguen a ligas y torneos, campeonatos que les estimulan el afán de
superación personal. Los eSports no serán sedentarios, sino activos, y primarán
los valores del deporte, señaló Alejandro Blanco, presidente del COI en su
visita a las islas. Esto no es una ocurrencia ni una frikada, porque detrás hay
un trabajo pedagógico y la adaptación a una realidad que existe, definió
Fernando Clavijo. Los videojuegos ayudan a los niños a concentrarse, trabajar
en equipo y desarrollar proyectos, manifestó Begoña Ortiz, directora de
Seguridad Informática.
El debate está sobre la
mesa, y buena parte de la comunidad educativa está que arde.
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