Da la impresión de
que el papa Francisco está ralentizando o incluso dando marcha atrás a ciertas
expectativas de cambio, quizá pese en él un cierto cansancio derivado de la ya
avanzada edad y también probablemente se deba a la presión que debe ejercer el
entorno, y en el entorno caben los asuntos de la Banca Vaticana, las nuevas
tendencias teológicas, el pensamiento avanzado de la Iglesia en ciertas zonas,
el feroz conservadurismo de otros mandatarios, la situación de la Iglesia en
países del Tercer Mundo y los graves escándalos de contenido sexual que
salpican Europa, Estados Unidos, Canadá, Chile y un largo etcétera. Como máximo
telón de fondo la curia vaticana que rodea sus días, esa misma curia que en su
día aburrió a su predecesor, Benedicto XVI, obligándole a dimitir antes de
tiempo. El Vaticano no está ausente de corrupciones, y tal vez ellas tuvieron algo
que ver en la sorprendente muerte del papa Juan Pablo I tras su brevísimo
reinado de 33 días, un inesperado fallecimiento en el que no se practicó
autopsia, con lo que desde entonces ronda la idea de que pudo haber un
homicidio. Tras los escándalos divulgados por la prensa en varias naciones, el
papa actual se ha propuesto actuar contra los abusos sexuales de sacerdotes a
menores, pero quizá eso no sea suficiente. Su decisión llega algo tarde tras
casos muy sonados, pero previsiblemente otros muchos no habrán salido a la
superficie. Hay denuncias de pederastia no solo en Norteamérica e Irlanda sino
en Alemania y otros lugares en los que se habrán silenciado. Parece clara la
tendencia de que la Iglesia Católica pierde vocaciones sacerdotales y también
pierde fieles aquí y allá, en territorios históricos como América Latina las
comunidades protestantes se asientan más, sus pastores pueden casarse y no
salen en los periódicos en casos de abusos a menores. Como no es un dogma de
fe, la puerta del cambio podría estar abierta. En el transcurso de un vuelo los
periodistas le preguntaron al papa Francisco por su opinión sobre los
homosexuales, y él respondió: ¿Quién soy yo para juzgar a los gais? En otro
avión, desde Israel a Roma, le plantearon la vieja cuestión del celibato
obligatorio. En este caso dijo: “La Iglesia Católica tiene curas casados,
católicos griegos, católicos coptos, en el rito oriental. Porque no se debate
sobre un dogma, sino sobre una regla de vida que yo aprecio mucho y que es un
don para la Iglesia. Al no ser un dogma de fe, siempre está la puerta abierta.”
Pero quizá la curia vaticana no esté dispuesta a dar su brazo a torcer, y este
asunto del celibato pasa a un segundo término, lo cual quiere decir que seguirá
siendo obligatorio.
El papa argentino
llegó con una actitud de estar dispuesto a dialogar sobre muchas cosas, y una
de las cuestiones era esta, la posibilidad de establecer el celibato
voluntario, junto con una nueva valoración del papel de la mujer. Claro que en
el seno de la Iglesia hay actitudes muy contrastadas, por ejemplo en el siglo
XXI hay curas que se niegan a dar la comunión a alguien que se ha casado por lo
civil, ese viejo espíritu inquisitorial que todavía se filtra en algunas
neuronas. Claro que este no es el único asunto difícil que tiene planteado
Francisco, ya que siempre aparecen escándalos económicos. Su idea de hacer una
entidad decente de la banca vaticana, el IOR, no ha conseguido el éxito
completo.
Es lógico pensar que
dentro del sacerdocio hay opiniones favorables a que los curas puedan casarse y
tener hijos sin verse obligados a abandonar el ministerio sacerdotal, en España
hubo años en los que era relativamente frecuente que algunos curas se salieran
para poder convivir con la mujer que amaban. Un grupo de esposas de estos le
dirigió una carta a Bergoglio rogándole que permita a sus maridos volver a ser
sacerdotes en activo.
En
Alemania, donde entre los católicos siempre ha existido un ala progresista y
crítica, hay una corriente de opinión en favor del celibato voluntario. Hay
casos que ya se aceptan, por ejemplo los sacerdotes anglicanos casados que se
convierten al catolicismo pueden seguir ejerciendo a pesar de estar casados.
Alemania, como España y otros países, registra una notable escasez de
vocaciones sacerdotales, y allí se está pidiendo que laicos voluntarios hagan las
veces de directores de parroquias que no tengan cura. Se estima que la iglesia
alemana está experimentando una huida de fieles. En la diócesis de Munich en
2016 solo ingresó un seminarista en 2016, un indicio revelador de la decadencia.
El teólogo austriaco Paul Zulehner, muy crítico con los pontificados de Juan
Pablo II y Benedicto XVI, ha expresado su convicción de que el papa Francisco
acabará aboliendo el celibato sacerdotal, “si nadie le pega un tiro o lo
envenena antes.
Hay otros temas
pendientes, por ejemplo integrar a los nuevos modelos de familia y a los
separados que se vuelven a casar por lo civil. Se trata de un colectivo
importante sobre el cual algún día los sínodos de los obispos tendrán que
debatir. Pero el papa Francisco ha encontrado mucha resistencia, así en los
sectores conservadores de la Iglesia no sienta bien que hable de la injusticia
que perpetúa el sistema económico mundial. El papa ha dicho que estamos en un
sistema que coloca en el centro el dinero, no la persona humana. Pero un verdadero
sistema económico debe tener en el centro al hombre y a la mujer. También se
queja de que se esté marginando a los jóvenes, y eso es gravísimo. En Italia la
desocupación juvenil está sobre el 40 por ciento, en España es del 50 por
ciento y en Andalucía del 60, en Canarias debe ser un porcentaje similar. Esto
significa que hay una generación que ni estudia ni trabaja, y ello demuestra
que este sistema económico es inhumano.
El celibato no
siempre ha sido obligatorio. Pero existen opiniones y datos contradictorios
respecto del comienzo de la obligación, algunos afirman que fue impuesto en el
siglo IV mientras que otros interpretan que fue mucho más tarde, en el segundo
concilio de Letrán, año 1139, y otros añaden que se empieza a exigir a partir
del concilio de Trento, avanzado el XVI. Durante 1600 años no fue tema
primordial, fue práctica aceptada que los sacerdotes del clero diocesano, menos
los de congregaciones u órdenes religiosas, estuvieran acompañados de su pareja
y tuvieran familia. Hubo párrocos, obispos e incluso pontífices con mujeres.
(Foto Libertad Digital)
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