El neoliberalismo se hizo hegemónico, cuando la mayoría de seres que componen la comunidad ha llegado a desear las cosas que ofrece y tiene la mirada de esa sociedad neoliberal que muchos creen combatir, sin darse cuenta de que la red de ese impiadoso sistema ha caído sobre todos.
Una humanidad que se moviliza afanosamente tras el espejismo de la fama y el éxito, dispuesta a probarlo todo, incluso llegando a hipotecar sus vidas en el intento de pertenecer a ese olimpo de los nuevos dioses que rigen el ser y estar en este presente, seres que a “sangre y fuego” siguen las tendencias necróticas, prostibularias y demenciales capitalistas, que devienen en histeria, fanatismo, psicopatías varias y, sobre todo, socavan la dignidad de vivir en armonía y paz, en pleno uso de nuestros placeres, dando vuelta las previsiones del sistema capitalista, disputando con él en el terreno de lo económico, de lo político y sobre todo en el de lo cultural.
Se ha abolido, en este régimen, la interpelación y la denuncia de la mentira sistemática y la simulación puesta en acto, por parte de gobiernos y corporaciones manipuladoras neoliberales, en todo lo que hace a la fantástica aventura de vivir; incluso, la negación de todo lo que en otro tiempo se denominaba “voluntad de ser”.
Hoy se navega con soltura en una mentalidad epidérmica y frívola, no comprometida, devaluando lo real y el deber ser, indispensable norma de comportamiento dentro de un ecosistema que “soporta” a nuestra especie y sus prácticas.
El siglo XX, que ha sido posiblemente el más sangriento y trágico de la historia, justifica el descrédito de la pasión por ideas e ideales, porque en el origen de esas grandes tragedias, aparecieron siempre los dictadores, personajes funestos, devenidos en este milenio en mandatarios “todo terreno”, esgrimiendo discursos de entendimiento, desde la ubicuidad de la ausencia de sentido en sus actos, que cotizan en bolsa de valores de marketing y publicidad rentada.
La inteligentzia ecológica legítima, indignada, desconfía, con razón, de todo fanatismo, pues hay un valor máximo a alcanzar, que es la libertad, y el resto son procedimientos para conseguirla.
La Ecología es la negación pura y simple de la lógica capitalista, no se puede salvar la Tierra en el marco del capitalismo… jamás se podrá desarrollar el Tercer Mundo según el modelo excluyente y criminal del neoliberalismo,
Recuerden que como manifiesta la antropóloga y activista ecofeminista Yayo Herrera: “el neoliberalismo nunca va a poder ser verde ni va a tener rostro humano”.
La actitud de levedad con que algunos han reaccionado frente al autoritarismo de siglos pasados trae consigo frutos muy diversos: pretende fortalecer la personalidad, pero acaba, sin embargo, propugnando una personalidad débil, diluida y permisiva; en vez de exaltar la creatividad, que es lo que pretendía, engendra un sujeto errático y pasivo. No puede olvidarse que la huida de la realidad convierte al hombre en simple espectador de su vida.
Creo es preciso suscitar un sentido crítico ante el estado de las cosas, con el enorme riesgo que conlleva, pues el desequilibrio de fuerzas es brutal, procurando re-situarnos como seres humanos, dando prioridad a los vínculos y relaciones entre las personas y con la naturaleza, por encima de las relaciones económicas impuestas por el capitalismo, que han construido comunidades que giran en torno al dinero.
Formarse, leer, pensar, hablar, procurar dar profundidad a la vida y, sobre todo, atrevernos a visualizarnos descarnadamente, para que no quede margen de duda acerca de nuestra condición de ser, que simplemente es frágil y efímera.
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