Fueron largos y ardientes los veranos!
Estábamos desnudos junto al mar,
y el mar aún más desnudo. Con los ojos,
y en unos cuerpos ágiles, hacíamos
la más dichosa posesión del mundo.
Estábamos desnudos junto al mar,
y el mar aún más desnudo. Con los ojos,
y en unos cuerpos ágiles, hacíamos
la más dichosa posesión del mundo.
Nos sonaban las voces encendidas de luna,
y era la vida cálida y violenta,
ingratos con el sueño transcurríamos.
El ritmo tan oscuro de las olas
nos abrasaba eternos, y éramos solo tiempo.
Se borraban los astros en el amanecer
y, con la luz que fría regresaba,
furioso y delicado se iniciaba el amor.
y era la vida cálida y violenta,
ingratos con el sueño transcurríamos.
El ritmo tan oscuro de las olas
nos abrasaba eternos, y éramos solo tiempo.
Se borraban los astros en el amanecer
y, con la luz que fría regresaba,
furioso y delicado se iniciaba el amor.
Hoy parece un engaño que fuésemos felices
al modo inmerecido de los dioses.
¡Qué extraña y breve fue la juventud!
al modo inmerecido de los dioses.
¡Qué extraña y breve fue la juventud!
Aquel verano de mi juventud
Y
qué es lo que quedó de aquel viejo verano en las costas de Grecia?
¿Qué
resta en mí del único verano de mi vida?
Si
pudiera elegir de todo lo vivido
algún
lugar, y el tiempo que lo ata,
su
milagrosa compañía me arrastra allí,
en
donde ser feliz era la natural razón de estar con vida.
Perdura
la experiencia, como un cuarto cerrado de la infancia;
no
queda ya el recuerdo de días sucesivos
en
esta sucesión mediocre de los años.
Hoy
vivo esta carencia,
y
apuro del engaño algún rescate
que
me permita aún mirar el mundo
con
amor necesario;
y
así saberme digno del sueño de la vida.
De
cuanto fue ventura, de aquel sitio de dicha,
saqueo
avaramente
siempre
una misma imagen:
sus
cabellos movidos por el aire,
y
la mirada fija dentro del mar.
Tan
sólo ese momento indiferente.
Sellada
en él, la vida.
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