Como las costumbres importadas triunfan
rápidamente, la Navidad empezó el Viernes Negro, se puede decir que los
comerciantes son avispados, todo se adelanta y el 20 de noviembre ya empezó a
ser Navidad. Hasta hace poco la Nochebuena era una cena familiar y la noche del
5 de enero, el momento de los regalos. Muchos historiadores estiman que, de
acuerdo con el relato de los cuatro evangelistas, teniendo en cuenta las
circunstancias climatológicas, Jesús debió nacer en marzo o abril, pero el 25
de diciembre era la fiesta pagana del sol naciente, y la Iglesia aprovechó la
coyuntura. Ahora, con el adelanto de las iluminaciones navideñas en los centros
comerciales, diciembre se ha convertido en una carrera de ofertas, presuntas rebajas
estimuladoras de las compras. Nos hemos subido a la fiebre de la recuperación, aunque
no sea del todo exacto el saneamiento de la economía ni existe una rebaja fiable del paro. Y el sentido que antes
tenía la Navidad como ocasión de encuentro ha ido siendo arrinconado por la
euforia del consumo. Un simple ejemplo de que debemos comprar y comprar sin
pausa: hace unos pocos años se pusieron de moda las nuevas televisiones de
plasma, ultraplanas y con mayor capacidad de definición, que por entonces eran
bastante caras. En la carrera desenfrenada entonces adquiríamos pantallas de 40
pulgadas, más tarde nos dejamos seducir por las de 55 pulgadas y ahora estamos
echándole el ojo a las de 70 en adelante, pues ya estas se están ofreciendo a
menos de lo que valían las de 40. La industria genera una producción de tal
envergadura que hemos de comprar continuamente, todo se queda obsoleto en un
santiamén. El derroche de recursos es evidente, y no ningún hay cambio
climático que aconseje replantearlo.
Nos
hemos subido a la marea de tener cosas y cosas, y muchas veces los regalos se
han transformado en una competición de la que resulta difícil librarse. Los
niños están sometidos a un aluvión de anuncios en las televisiones, y de semana
en semana cambian sus deseos porque los reclamos publicitarios son cada vez más
atractivos. Como creemos haber dejado atrás la pobreza –en un país donde un
importante porcentaje de la infancia vive en riesgo– nos lanzamos a la euforia
de pensar que volvemos a ser ricos. Sin embargo, España es el segundo país
europeo con mayor tasa de niños viviendo en hogares bajo el umbral de la
pobreza, detrás de Rumanía. Según Save the Children el cálculo se hace en
familias de dos adultos y dos niños que en conjunto cuentan con una renta inferior
al 60 por ciento de la renta media de la UE, que es de unos 1.402 euros al mes.
La organización internacional pide al gobierno español que en los presupuestos
del 2017 se aumente la inversión en políticas de protección social de la
infancia y educación hasta alcanzar a los niveles europeos, y ampliar a 100
euros mensuales la prestación por hijo a cargo. En Irlanda, que padeció una
crisis similar a la española, las ayudas sociales redujeron la pobreza infantil
en 27 puntos, pasando de un 44 por ciento a un 17 después de las prestaciones.
España invierte el 1,3 del PIB en protección social a la infancia, muy lejos de
la media europea, que es un punto superior. Con todo ello, los niños perciben
el descontrol consumista. Mientras que antes se les explicaba que Papá Noel y
los Reyes Magos no podían traer todo lo solicitado porque tenían que guardar
para que los regalos llegasen a todos los menores del planeta, ahora la cosa se
ha desenfrenado y el regalo pasó al baúl de los recuerdos. Hay un hipermercado
de juguetes por todas partes.
En plena
Navidad coletea un tema ya algo viejo: el de la reorganización y reducción de
los horarios laborales en nuestro país. El gobierno desea que se deje de
trabajar a las 6 de la tarde, y que por consiguiente nos levantemos antes,
almorcemos antes y cenemos a una hora más razonable. Los empresarios piensan
que si se da la conciliación laboral habrá más productividad y alegría en el
trabajo, pues hay que empezar a levantarse un poco antes y descansar menos al
mediodía, con lo que quedaría más tiempo por la tarde para la familia, el ocio
y el deporte. No parece sano almorzar a las 3 o las 4 y cenar a las 10 u 11 de
la noche, pero es la costumbre. Dentro de la federación de empresarios de
hostelería y turismo, hay quienes piden que esto se matice mucho porque somos
un país de servicios turísticos y la actividad de hoteles y locales de ocio se
concentra por la tarde-noche.
Paralelamente,
los partidos de fútbol de la liga de campeones se van a adelantar a las 6 y a
las 8 de la tarde. Y vuelve el viejo tema de si España va a adoptar la hora de
Inglaterra y Portugal, con lo que la Península y Canarias compartirían horario.
Lo cierto es que desde que Franco hizo que España adoptase la hora de Alemania
ha llovido mucho pero nadie ha sido capaz de deshacer el entuerto. Aunque aquí
también hay quienes piensan que si la Península retrasa la franja horaria, para
adecuarnos al horario solar las islas también deberían seguir con una hora
menos.
Finalmente,
recordar de pasada que Canarias sigue siendo diferente. Con un gobierno
regional en permanente subasta, con las trampichuelas y conspiraciones permanentes
de unos y otros por mantenerse en el poder, y con la gresca montada por el
reparto de los dineros, hay quienes analizan la poderosa troika conformada por
el señor Clavijo, el presidente del Cabildo tinerfeño y el alcalde de la
capital. Todos los líderes regionales son en este momento naturales y
residentes en la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Este trío posee una
componenda juvenil muy ambiciosa y cultivadora de la “grandeur”, el sentimiento
de grandeza de una isla por encima de las demás, trabajándose a fondo el
clientelismo y exacerbando el pleito insular en vez de contribuir a la
concordia y al equilibrio regional. Y es que el gobierno de aquí gobierna con
su peculiar manera el asunto de las armonías presupuestarias y lo hace con una
beligerancia que llama la atención. Por ejemplo, se puede comprobar fácilmente
que la televisión canaria, la autonómica que pagamos todos y que tiene una
calidad insufrible, mantiene una notable desproporción de contenidos. Y así
sucesivamente.
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