¿Por qué en muchos
sitios de pronto la gente se rebela contra el sistema con una tal virulencia?
El domingo 4 de diciembre hubo elecciones en Austria y estuvimos a punto de
contemplar el triunfo de los neonazis. No olvidemos que Adolf Hitler era
austriaco, es decir que se amamantó en el corazón culto y desarrollado del
viejo continente y ganó el poder gracias al cabreo de la gente en las urnas. En
Italia los votantes le dieron un revolcón al gobierno, los jóvenes del sur
manifestaron su rabia simplemente diciendo no, en Colombia fue derrotada la
propuesta de paz con la guerrilla. En Gran Bretaña el pueblo mostró su cabreo
saliendo de Europa, con unas consecuencias impredecibles para nuestro turismo,
y en EEUU, pese a que su oponente logró una notable mayoría de votos, en base a
un sistema electoral del siglo XVIII ganó un personaje que da miedo. Ahora que
China va camino de ser la potencia universal, el planeta se acatarra. Aguantamos
la respiración porque en Francia pronto habrá también elecciones, y todos los
candidatos han de unir sus fuerzas para derrotar a los ultras de Le Pen. ¿Qué
está pasando? Acaso lo que ocurre es que la gente muestra su enfado cada vez
que ve una urna, es su forma de protestar. Acaso el género humano está
destinado a vivir etapas de locura y somnolencia, belicismo, populismo. Acaso nuevos
dictadores acechan escondidos en el armario.
Nos preparamos para
la Navidad y en Las Canteras un arbolito raquítico y birrioso, que además tenía
el patrocinio de una cerveza, es nuestro signo de identidad turística, menos
mal que el Belén de Arena sigue en pie. Qué tiempos en los que de Noruega venía
un regalo en forma de abeto hermoso cuya imagen siempre era reproducida por los
periódicos de Madrid el 1 de enero, con la glosa del sol, la gente en la playa
y el buen tiempo en la España tropical. En otras muchas ciudades hay abetos
naturales bien adornados para conmemorar la Navidad, pero aquí hemos
retrocedido a las cavernas y al pésimo gusto de ciertos concejales. Qué podemos
decir de las actitudes de un ayuntamiento tan poco ejemplar, con tan escasa
capacidad de servicio a la colectividad. Han sobrado 1.300.000 euros de una
partida de Asuntos Sociales y ese dineral se emplea en subvencionar las
pérdidas de un concierto de Ricky Martin. Increíble, pero cierto.
Las islas son ahora
buen escenario para el rodaje de grandes producciones internacionales, menos
mal que el gobierno de Canarias se ha dado cuenta de que había que dar
incentivos fiscales a las productoras de cine. Tres películas rodadas en Gran
Canaria coinciden estos días en las pantallas, y 1898. Los últimos de Filipinas
nos parece hecha con dignidad, en ella los palmerales y los barrancos de la
cuenca de Tirajana, el mar de Tenerife con el correíllo La Palma disfrazado de
vapor de ultramar, el mensaje antibelicista que se desprende la inutilidad y lo
absurdo del ejercicio de la violencia. La incompetencia de la madrastra España
que en la descolonización deja abandonados a los suyos, la extraordinaria
actuación de un Luis Tosar en el papel de un oficial fanático del desprecio a
la vida. ¿Qué gobiernos corruptos de entonces se quedaron los veinte millones
de dólares con los que fue liquidado el imperio en favor de Estados Unidos?
Pedro Schlueter, que
fue librero militante capaz de enseñarte libros prohibidos en la trastienda de
su pequeñísima librería de la calle Constantino, es un personaje singular de la
cultura. Un hombre serio que picotea aquí y allá, un enciclopedista en varias
artes que escribió, con la colaboración del nieto del investigado, Armando
Cabrera Martel, un libro en el que se habla no solo de la aventura de un grancanario
que marchó como destinado forzoso a Filipinas en el peor momento sino de la
estancia de Saint-Saëns en nuestra isla y la probable relación entre Martel y
el francés. Diego Martel Alemán (1872-1912) Un barítono grancanario en la
guerra de Filipinas es el título de la obra, dentro de la colección Los
Coincidentes de Mario Simbio, otro personaje rebelde de la cultura local, un
pensador antirracionalista que lanza mensajes lúcidos y provocadores en cada
ocasión.
El libro es un documento
que rastrea en la vida de este destacado cantante que, a finales del XIX y
principios del XX, estuvo relacionado con la Sociedad Filarmónica y que,
después de emigrar a Filipinas y Argentina, luego de pasar un tiempo en Guinea
Ecuatorial, acaba muriendo en su casa de la calle Cano el 10 de septiembre de
1912 sin llegar a cumplir los 40 años. Después de cursar estudios en el
Seminario, se incorporó a la Sociedad Filarmónica, donde se revela y se
convierte en miembro de la directiva. Sargento de las tropas españolas que
–pese a su rechazo a la profesión militar– llegó a teniente, sus diarios son un
valioso legado porque proporcionan un testimonio de primera mano sobre hechos
históricos, ambientes y personas cuando ya se acercaba la derrota en aquel
lejano territorio y su estado de tristeza y melancolía respecto a su isla natal
eran evidentes. Sus documentos permanecen en poder de su nieto, Cabrera Martel,
y tras cinco años de investigación han dado como fruto el libro, un compendio
exhaustivo, un material excepcional.
Es curioso, como relata
Schlueter, que Diego Martel también se manifestó como dibujante ya que acompaña
sus apuntes con escenas de muy buena calidad, y los diarios de Filipinas se
complementan con la numerosa correspondencia que envió a su familia. La guerra
rompe la trayectoria musical de este hombre, que tardó nada menos que 45 días
en incorporarse a su destino, a través de Cádiz, Barcelona y el Canal de Suez,
siendo el único sargento de una lista integrada solo por oficiales. El
protagonista de esta historia carecía de medios para evitar el alistamiento, la
redención por pago en miles de pesetas de la época. En definitiva, Diego Martel
Alemán fue una persona humilde, nacida en San Mateo y con escasa fortuna, la
mala suerte se cebó en él y la enfermedad se lo llevó precipitadamente. Un
testigo de excepción de la pérdida de un imperio, un hombre con talento que por
desgracia no pudo realizarse como debiera. Su fino instinto de observador de la
realidad y sus dotes personales y musicales deberían haberle procurado un mejor
destino.
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