Tras
unas elecciones con mucha fragmentación del voto, en países tan serios como
Dinamarca o Bélgica han estado meses, incluso años, sin gobierno. ¿Significa
esto que debemos adaptarnos a la idea de ir de nuevo a las urnas el 26 de junio
y en pleno diciembre navideño porque nuestros políticos no saben hacer otra
cosa que insultarse y desprestigiarse en vez de intentar limar asperezas y
ahorrar al ciudadano el espectáculo poco edificante de ir a votar sin saber
para qué sirve su voto? Mientras por casa seguimos entre dimes y diretes,
Europa está también en pleno cambalache. Los británicos amenazan con irse si no
se les aceptan sus condiciones, que consisten básicamente en elevar la
desconfianza hacia los que vienen de fuera. Menos prestaciones sociales, menos
inmigrantes en casa porque quitan el trabajo y la comodidad a los aquí nacidos.
Y los refugiados siguen llamando con estruendo a las puertas del continente
próspero, que les pone cada vez más dificultades para ingresar en el club de
los ricos.
Parece
también claro que entra en riesgo de quiebra el proyecto de la Unión Europea,
antes Comunidad Europea, antes Mercado Común, iniciado tras la II Guerra
Mundial para intentar buscar la paz, el trabajo y la prosperidad en un
continente que se había desangrado en tremendas contiendas. Las grietas son
ahora mismo tremendas, hemos entrado en una fase de romper lo que se estaba
tejiendo con tanta dificultad y reticencias en los países más prósperos,
siempre desconfiados de los países del sur, ahora más desconfiados todavía de
la legión de inmigrantes que llaman a la puerta. Además tenemos la alegría secesionista
en regiones como Escocia y Cataluña, que batallarán una y otra vez por su
independencia. Parece que las tribus están empeñadas en volver a las cavernas.
¿Seguirían en la Unión y en el euro en caso de lograr la secesión? El siglo XXI
plantea retos tan tremendos como el de la movilidad de las personas más allá de
las fronteras, el golpeo del terrorismo islámico, la pérdida de derechos
sociales tras la grave crisis, la privatización de la sanidad, el deterioro del
Estado de Bienestar. Y en nuestro caso particular plantea el grave asunto de
cómo llegar a un pacto de Estado en educación y cómo atajar la falta de empleo,
en particular la falta de empleo para jóvenes que han salido de universidades y
a los que la sociedad solo les ofrece la opción de emigrar.
El
bloqueo político de España ¿tiene arreglo? Un país con pluralidad de fuerzas
políticas no tiene que ser ingobernable, pero hay que desarrollar algo que aquí
está ausente: la cultura del pacto. Por ejemplo, en Dinamarca ahora gobiernan
los centristas, tercera fuerza política del país con solo un 19 por ciento de
los votos. Están en minoría, pero apoyados por un partido de extrema derecha. Asimismo
en Holanda hay una gran fragmentación en un país con poca población. Aquí
también se imita el modelo alemán: hay una coalición potente entre
conservadores y socialdemócratas, es decir entre las fuerzas equivalentes a PP
y PSOE. Hay costumbre de formar combinaciones de distinto signo, la
gobernabilidad supone negociar, ceder. Igualmente en Noruega los pactos de
gobierno son parte de la normalidad, y es frecuente que la extrema derecha
nacionalista y antieuropea entre en los gobiernos y ayude a la estabilidad
democrática. En Europa las mayorías absolutas son poco frecuentes.
En
Suecia el gobierno actual está conformado por socialdemócratas y verdes. Por
norma general, en este país las mayorías se articulan en torno a dos y a tres
partidos. Cuando los socialdemócratas han sido enviados a la oposición, se han
formado coaliciones entre conservadores, liberales y centristas. En las
naciones del Este también se dan las coaliciones, así en la República Checa
tres partidos se reparten las funciones de gobierno. Pero son los alemanes los
que tienen una más larga tradición de grandes pactos. Ahora mismo la señora
Merkel tiene ministros tanto de su propio partido, CDU, democracia cristiana
conservadora, como del SPD, el partido socialista. En las últimas elecciones el
apoyo de los socialistas impidió la repetición de los comicios, y en la
oposición quedaron los comunistas y los verdes. Del mismo modo, en Austria se
da mucho pluralismo, y el gobierno se forma casi siempre con una coalición
entre socialistas y conservadores. Además tenemos el caso de Italia, donde la
crisis es permanente, los gobiernos duran muy poco y ha habido pactos con
cuatro y hasta con cinco formaciones distintas. Y Bélgica, país casi partido
por la mitad en dos comunidades antagónicas, ha llegado a estar casi año y
medio sin gobierno.
Por
otro lado, la crisis de la Unión ha demostrado que la división es ya más sobre
principios fundamentales que sobre políticas concretas. Por ejemplo, cuando el
primer ministro húngaro dice que no aceptará emigrantes que no sean cristianos,
está olvidando la Carta de Derechos Fundamentales que prohíbe discriminaciones
por la religión. Y a los políticos, sobre todo a los nuestros, hay que pedirles
ejercicios de imaginación y generosidad para alcanzar acuerdos, para eso les
pagamos. Para que hagan política, es decir que practiquen el arte del pacto.
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