Mientras
la escuela poética regionalista de Tenerife exalta en el siglo XIX la isla
interior, la poesía de Gran Canaria está más pendiente del mar. El mar es contemplado
en distintos registros, así vemos el apesadumbrado y metafísico del gomero
Pedro García Cabrera, mar de tiempos difíciles, y contemplamos también el
hogareño y doméstico de Saulo Torón, el inaccesible y angustiado de Alonso
Quesada, el tremendo aislado, así como el árbol de luz de Manuel Padorno. Ser
isla, vivir hacia adentro, asumir el espacio interior, no suele ser tarea cómoda
pero Morales tuvo una visión cosmopolita y eufórica de la realidad local y representa
el despegue de la ciudad mercantil, capital económica del archipiélago. Su obra
conecta con el sentido épico de Darío, Saint-John Perse o Walt Whitman, y según
el profesor Sebastián de la Nuez el mar es una imagen de lo femenino, una
referencia del útero materno, el lugar del que brotó la vida. El mar es también
“un viejo camarada de infancia”, y, por si fuera poco, “el gran amigo de mis
sueños, el fuerte / titán de hombros cerúleos e inenarrable encanto…” El mar de
los puertos, las naves y los marinos; el mar-padre que representa el nacer y el
morir, el orto y el ocaso; el de la alegría fundacional: ¡Atlántico infinito,
tú que mi canto ordenas! / Cada vez que mis pasos me llevan a tu parte, /
siento que nueva sangre palpita por mis venas / y, a la vez que mi cuerpo,
cobra salud mi arte…!
Según
el prólogo a la edición de Las Rosas de
Hércules, 1922, de Enrique Díez-Canedo, “los dioses y los héroes cabalgan
en sus corceles marinos, y su ensalmo hace surgir un mundo cuya voz ha de ser
la misma voz del poeta. Aquellas rocas se hacen fecundas; el comercio va a
tocar en ellas y a dejarlas ricas y prósperas. El canto ya no persigue aquellas
siluetas rudas, aquellos breves cuadros de antaño; cobra entonaciones
augurales, se llena del espíritu oceánico; nos parece que se levanta de la
espuma, impregnado de sal y yodo…”
Lázaro Santana (Modernismo y vanguardia en la literatura
canaria, Edirca, 1987) estima que ya en el primer libro de Morales (Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar) hay
poemas de tema marino, que sugieren, con respecto al modernismo español,
originalidad en el enfoque y novedad en el lenguaje. Su vigorosidad plástica
los alejaba de los habituales tonos decadentes que eran comunes al modernismo
epigonal español de Villaespesa, a los primeros libros de Juan Ramón Jiménez. Morales
destierra un caduco romanticismo y regionalismo de la poesía canaria.
Aunque al
llegar al Modernismo en los manuales de literatura solo era citado Salvador
Rueda con su poema a la sandía, el editor Carlos Barral nos dijo que “Tomás
Morales es no solo el mejor poeta modernista español, sino el único que
trasciende”. Y consigue que la poesía española retorne al tema del mar, casi
ausente desde los poetas levantinos de la Edad Media. Conecta con Cairasco de
Figueroa y su obra va pareja a la investigación plástica del pintor Néstor. Su canto
es épico y según Enrique Díez-Canedo, Morales “es alumno de Rubén Darío sólo en
lo superficial, ya que tiene sus profundos antecesores entre los poetas
latinos: en Catulo, en Ovidio, en los tardíos Ausonio y Claudiano. Aquí, una
fragancia de rústico huerto, enriquecido por la estación en maravilla de
frutos; allí, una pomposa alegoría en que vuela un ser mitológico sobre
exuberantes jardines, entre arquitecturas opulentas. De ahí viene la
elocuencia, que es la cualidad cardinal de su poesía.” García Venero señala que
hay en él hay un barroquismo “sui generis”, vivo, energético. Para Valbuena
Prat, “Morales no necesitó, como Marinetti, menospreciar la belleza griega para
cantar las máquinas modernas. El poeta del carro del Neptuno es a la vez el
cantor de la ciudad comercial. Esta actitud, que trae el nombre de Walt
Whitman, es la que le aproxima más a los últimos movimientos líricos.”
Morales y la nueva sensibilidad se
conecta a los simbolistas franceses y al americanismo. Andrés Sánchez Robayna
estima que es la de Tomás una poesía que “abierta a la idea de futuro (un
futuro de armónicas imágenes inaugurales) parece estar fundando siempre un
espacio de identidad atlántica.” La identidad del mar y el nuevo tiempo de la poesía. Su obra va
desde un tono lírico, emotivo, blando o vigoroso de su primera época, al
triunfo de la luz y la nota musical. Un autor que dejó huella: muchos intentaron
mantener el tono declamatorio de sus versos, su retórica exultante.
Excelente reseña y puesta al día de Tomas Morales por Luis León. Vale la pena su lectura y difusión.
ResponderEliminarMagnífico artículo sobre el poeta del mar, sobre cantos románticos...
ResponderEliminarblog-rosariovalcarcel.blogspot.com
Gracias, amigos, por sus comentarios
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