La niña que se hizo famosa en la serie Hannah Montana protagonizó un auténtico lavado de cerebro a una tierna generación. Fue objeto de culto desmesurado porque esa industria cultural sabe vender como nadie sus productos. Aquel edulcorado icono que cantaba y bailaba se ha transformado ahora en una agitadora erotómana. Niños de 10 y 12 años se refieren ahora a ella como “esa guarra” que se desnuda y se masturba en sus videoclips. Muchos crecieron con Miley Cyrus, y ahora con el destape integral de la jovencita piensan que se ha servido de la sexualidad para ganar mayor impacto mediático, a fin de cuentas para triunfar hay que llamar la atención. Todo esto en un país donde sigue siendo ilegal bañarse en top-less, te pueden detener si te hacen una felación en el coche, como le sucediera al británico Hugh Grant.
Cierto es que la sexualidad estalla precozmente, a los 14-15 años muchos niños se sienten plenamente adultos aunque mentalmente no lo sean. Hay un acelerón histórico en el inicio de las relaciones íntimas, el sexo ha dejado de ser tabú y ha pasado a ser objeto de exhibición y consumo fácil. En definitiva, la cantante ha adoptado los mismos métodos de provocación y escándalo que tanto rédito le dieron a ilustres predecesoras como Madonna. Así que se aleja de la factoría Disney, hace propaganda de preservativos, insinúa que fuma marihuana, qué valentía la de Uruguay al legalizar el consumo de esta droga, y les dice a sus fans que la mejor forma de rebelarse es siendo activos sexualmente, así lo mostró en una gala dirigida a una audiencia de 14 años. Claro que esta niña-mujer no es un producto del azar, al contrario: su carrera ha sido diseñada al milímetro desde buenos equipos de asesores-consultores. Y es que el poderío de la industria es descomunal, ya se sabe que el sexo comporta un elemento de morbo que funciona en el espectáculo y en la vida. Es lo que se cuenta: sábado por la noche, sesión de cambio de parejas, domingo a las once, asistencia a la función religiosa expiatoria.
La doble moral se manifiesta en todas partes. Así hace días una joven maestra de educación especial y modelo estadounidense fue apartada de su trabajo por haber publicado fotografías “picantes” en su cuenta de Facebook y en revistas. Alguien mandó las imágenes a la dirección de su escuela y a un periódico local. Las fotografías tan “escandalosas” eran inocentonas y tras las oportunas deliberaciones ha sido repuesta en su trabajo. Menos mal, allí una maestra puede ir a la cárcel si trata de seducir a algún alumno. No hay que irse tan lejos: a una chica noruega, Eva Sannum, que fue novia oficial del príncipe Felipe, la Casa Real le impidió convertirse en futura reina de España porque en su profesión de modelo había hecho anuncios de bañadores y también de ropa interior. ¡Qué escandalazo en un país tan inquisitorial y tan amante de aquella idea de que la mujer casada, la pata quebrada! Eva Sannum es una madre feliz y una modelo cotizada. Y ahora resulta que el matrimonio del sucesor de la Corona con Letizia Ortiz no pasa por sus mejores momentos, se comenta que la joven padece algún desarreglo nervioso semejante a la bulimia, como le pudo suceder a Lady Diana. La de vueltas que da el destino, la de cosas que pueden suceder por tomar una decisión u otra.
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