Nuestra libertad nos obliga a cada instante a comprometerse con ‘valentía’ y dignidad en ser y saber, de la irremediable lucha contra las fuerzas del odio, de la mentira, de la cobardía y de la avidez: de un pasado abolido, que se presenta una y otra vez ante nosotros en juego especular y trágico. Me ha permitido permanecer en sobrevivencia, conocer a seres que se acuestan sin comer y se levantan sin saber si comerán en el día que deben enfrentar. No lo ignoro, pues veo, siento y experimento las necesidades de la mayoría de hombres y mujeres que luchan o mueren en el intento de permanecer en esta mundo, donde deberíamos todos y todas tener nuestro espacio para permanecer, nuestro pan para comer y nuestro rol a cumplir, para hacer de esta existencia algo digno de ser experimentado.
Los sensibles humanistas iconoclastas, tenemos la mediana certeza, que esta vida es «algo» inasible, digna de ser experimentada en disfrute y placer, jamás una condena con fecha de vencimiento… Sólo me interesa saber que la vida debe ser ‘vivida’ como un milagro, no como un castigo. Ante la lógica de los ‘justos’, la ‘benevolencia’ impasible de los generosos y los ‘virtuosos’, junto con la seriedad de los ‘teóricos’, se promueve la indigencia de millones de seres humanos y se perpetra el despojo de derechos, la expoliación de la vida, la degradación de la salud, el hambre como regla y norma, las horas muertas, la vida espantosa, sin visión de modificar el horizonte pintado a mano, paisaje siniestro y verídico, al que asistimos.
El sentido popular, asimilado en sensibilidad y ética, no ignora que la aldea global está envilecida tras el lucro, en cuyas manos se concentra la riqueza y el poder de decidir sobre la vida de comunidades enteras. Lejos de promover la armonía y el bienestar de hombres y mujeres, solo ha provocado ha despertado los bajos instintos en un mundo que expulsa a los valientes poseedores de ideales e ideas y premia a los mercenarios, los cobardes, traidores y simuladores.
El hombre que se interroga sobre su destino está siempre solo, a cada instante él pierde o gana sin que haya ninguna referencia a alguna ley común. Todo destino tiene su ritmo, una ley de compensación equilibra los desastres. Las cosas se posan dulcemente delante de aquellos que no pueden verlas. El sol es un juguete para ciegos. No es necesario prever, no es necesario ver. Es necesario enterrarse en el corazón de la tierra: el diálogo nunca terminará…poder contentarse con una verdad más humilde, saber que para obtener antes hay que olvidar.
«Es necesario renunciar absolutamente, para ser absolutamente» he escrito en un capítulo de mi libro Alter Ego (Ed. Corregidor 1984). Es necesario también perseverar sin esperanza de victoria. El destino otorga su chance después de un largo periplo cercano a la muerte. Eso que pedimos con la mayor insistencia al destino, al final nos lo acuerda (el precepto queda verificado) pero nos lo acuerda más que cuando no lo esperamos más. Hay que desconfiar de las ventajas fáciles que nos ofrece un mundo que simuladamente abre sus puertas a todos los que obedecen… Pero alcancemos un estado de extrema felicidad que suprime por un tiempo la memoria de lo que jamás ocurrió. Nada se compara con el encanto de un hombre que no esconde ninguna de sus ideas y puede expresarlas sin la menor necesidad de ofensa, sino con naturalidad y gracia ‘suma’, este rol intento asimilarlo siempre, con la espontaneidad de la emergencia, en este fin de año, donde mi cumpleaños tiene espacio y lugar.
¡Feliz sobrevida! ¡Feliz vida!… Un 2023 posible… El año 2023 debe ser tratado con las urgencias de un recién nacido… Quizás, sin ser un gran visionario, intentaré hacer un pronóstico de lo que acontecerá en el tiempo por venir. Lógicamente, tomando como referencia los años transcurridos de este tercer milenio muy definitivo, en los fines impuestos por los poderes imperiales, a una degradada humanidad en su mayoría anestesiada y paralizada ante el potente devenir de una realidad, ya anunciada, desde la literatura, la filosofía, incluso el cine, a modo de una ficción que se ha cristalizado y se ha instalado en este planeta.
Este año 2023, no dudo, será un año de muchas protestas en todo el mundo… Protestas con razón y sentimiento de indignación y hartazgo por la injusticia imperante, instalada por todos los gobiernos, que parecen no mantener los principios de solidaridad, igualdad y fraternidad, en paz para sus comunidades… Hablo en estas líneas de la paz que sobrepasa todo entendimiento. No hay otra. La paz está concebida en principios de cese de hostilidades, de treguas, de pausas… La paz a la que me refiero no exige condiciones, ni mediadores, ni requiere de garantías… Es simplemente… Si es victoriosa, una victoria que descansa en el renunciamiento voluntario. Los gobiernos se han olvidado que han sido elegidos por sus pueblos, al menos es lo que parece y no por los banqueros o las corporaciones élite de los negociados y las estafas. ¿O no es así?… Entonces bienvenidas las protestas y las marchas en contra de la injusticia del consumo impuesto, por el bombardeo mediático permanente, de cualquier cosa que aliente a anestesiar, a lobotomizar, a perder la calidad de «ser»
Año 2023, sumados todos los números el resultado es 7. No está mal… ¿Será un buen año? ¿para quién? ¿importa?… Los budistas tienen una creencia, que comparto: no pensar en el pasado ni tampoco en el futuro. El pasado no lo podemos cambiar… Sobre el futuro no sabemos. Ergo… Hay que vivir el día a día, como diría Buda desde Sarnath, India, hace 2.500 años… Así que el 2023 vivámoslo día a día, disfrutando de esta existencia, sin molestar a los demás… Tratando en paz y silencio las urgencias más inmediatas de la humanidad.
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