lunes, 8 de marzo de 2021

5 poemas de Alba Sabina Pérez (37 años, Tenerife)



Pentti en otoño

 

Debería haberme dado cuenta

de que hoy estrían los versos de Pentti

se encaraman a la obviedad y cojean

heridos

por la pertinencia del otoño.

 

Hubo un tiempo, Pentti,

en el que tú y yo estábamos seguros

de nuestro debate solitario

y de nuestra posibilidad

de encontrar lo que definía

la celebración de la vida.

 

Y ahora, sin ello, ya sin ello,

soy, yo al menos Pentti,

como un viento vespertino

al que todavía nadie hace ningún caso.

 

Me formé en la noche y lo intenté,

quise decir algo y fui solo una extranjera.

 

Hoy, asomados todos los otoños

y cada una de las primaveras,

Pentti, acércate a revelarme

cómo volver a tus intuiciones

quedan en mí solo, a estas alturas

deseos vagos de conjugar una sombra

con la lentitud de tu descanso.

 

Sweet kid

 

Sweet kid, te has teñido el pelo de negro.

Ya no te pareces a la niña

Que sostenía la taza hasta mi mesa

En el bar de tu padre,

Cuando tu padre clavaba el toldo al suelo

Sin camiseta en las tardes diáfanas

Sin camiseta cuando yo pasaba

Hacia la barra a recoger mi té.

Los días de verano hacia la barra

Y tú corrías, rubia, sweet kid,

Tú corrías hacia mí,

Lejos de la gente, y te mentías,

Te decías que el tiempo era

Un reloj grande y ligero

Que tenía cuerda y lloraba en invierno

Y que tu padre tenía la camisa puesta

Y que tú tenías el pelo como yo.

 

Sweet kid, te has teñido el pelo de negro

Y tu padre ya no está

Tu padre es ahora un novio grande

Que se sienta a la mesa con un amigo

Y ríen y toman té, y son rubios

Y ellos te quieren los dos

Y se podrían llamar Jules et Jim

Pero no se llaman nada, solo tú

Los llamas Soñadores

Y se retiran por la tarde.

 

Pero tú, cubriendo tu cabello rubio

Sweet kid, cubriéndolo de negro,

Que se resquebraja cuando lo mojas

Cubres la luz que recuerdo

Cubres los abrazos que recuerdo

Cuando todos éramos más altos que tú

Y tu padre aún existía

Y todos traíamos su camiseta

Que volaba por la terraza

Porque el viento soplaba

Aunque hiciese mucho calor.

 

Y tú, sweet kid, siempre con tanta energía,

Con tu coleta rubia, con tus ojos negros,

Como tu pelo ahora, como tus tardes,

Como los años en los que me fui

De esta terraza que ahora habito.

 

Alicia to be en Boston

 

Alicia es el cuerpo de la segunda fila que huele a tabaco americano, que se sienta y se queda siempre erguida frente al profesor en la segunda fila, que tiene ojos extranjeros, pardos y extranjeros, que no suda aunque en la clase haga calor, y que pinta al profesor en vez de tomar apuntes. Alicia es sola, Alicia es Alicia. Alicia es cuando John Wayne cruza Colorado, y es ella cuando Bogart llega a Casablanca. Alicia sujeta una fotografía, mira al viejo en el cine de Boston. Sin alma ni cartón. Sexto mes, la clase sin aliento, El Tercer Hombre. Alicia es sola, me siento con Alicia. ¿Quién es el hombre? El abuelo de Boston, James. Séptimo mes. James ha muerto. Séptimo mes. Citizen Kane. Rosebud. Alicia Thomas no es en clase. Alicia es en Boston. Funeral americano. Ya nadie dibuja al profesor. Adiós al aroma americano. Adiós. Polvo sobre polvo. Dust on the dust. Rosebud. Alicia not to be.

 

Lone Scherfig

 

Lone Scherfig sola en Dinamarca.

Dicen que la vieron muchas tardes

Hablando con la sirena de Copenhague

En italiano para principiantes.

Lone Sherfig, mirada claroscura,

La libertad de la musa del dogma.

La educación inglesa, la buena educación.

Serenos los cuerpos que miras contornearse

Antes de hacer el amor, antes de besarse,

Antes de mirarse, antes de conocerse,

Antes de ser, antes de morir.

Lone Scherfig, antes de que Wilbur

Decidiera suicidarse, una y mil veces,

Antes de que tú, sirena de Copenhague

Lo salvases y nos salvases con él.

 

La fotografía de Bukowsky

 

Le pregunto al espejo si estoy loca

Mientras sostengo una fotografía

Donde sostienes una fotografía

En la que Bukowsky lee un libro.

Y así, eternamente frente al espejo,

Una concatenación de locos, yo y B.

Nos preguntamos por nuestra locura.

Dicen los psicólogos

que esa es la pregunta

que se formulan los cuerdos

En el siglo veintiuno.

Ahora me dibujo a mí misma de niña

Entre espigas de trigo que son

Trozos de cristales ensangrentados,

Trozos de cristal verde de los vasos

De la casa de mis abuelos paternos

Que me hacen recordar los domingos

Que pasaba en la casa a los dos años.

Cuando mis padres tenían mi edad

Y follaban en el piso de sus amigos.

Fumaban hierba de mala cosecha

Y leían a la generación beat.

Mi padre sostenía el libro de Bukowsky,

Y el libro que sostenía Bukowsky

Es el poemario de mi futuro hijo.

 

El espejo me responde que no.

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