Es probable que el
papa Francisco no visite España en el transcurso de su mandato. En uno de sus
viajes recientes algún periodista le preguntó a Bergoglio en el avión para
cuándo la visita a España, a lo que el pontífice respondió de manera misteriosa:
iré cuando ustedes se pongan de acuerdo. Nuestro país tiene una larga historia
de fe católica y de visitas de pontífices romanos pero el Vaticano tiene afición
a esconder cosas, seguramente por eso ha sobrevivido tantos siglos. Por
ejemplo, la extraña muerte del pontífice Juan Pablo I, por ejemplo el tenebroso
asunto de la Banca Vaticana, la vuelta a las cavernas de una parte de la
iglesia, por ejemplo el afianzamiento de obispos ultracatólicos. El periódico
digital www.esdiario.es ha señalado que no
son pocos los prelados que muestran, en privado y con significativos silencios
y significativas ausencias, su radical oposición al papa argentino. Así el
obispo de Alcalá de Henares, monseñor Reig; así monseñor Sanz, de Oviedo,
Herráez, de Burgos, Demetrio, de Córdoba o Asenjo de Sevilla. A ellos habría
que sumar el mal ceño histórico del cardenal Rouco Varela y así como el del
obispo auxiliar de Madrid, monseñor Martínez Camino. Este ala ultra de la
iglesia española quisiera colocar en las elecciones de marzo próximo al
arzobispo de Oviedo como nuevo presidente de la Conferencia Episcopal. Así,
España sería el flanco más fuerte de oposición al papa argentino. Qué tiempos
para añorar a los cardenales y obispos progresistas de la transición, desde
Tarancón a un palmero, monseñor Elías Yanes, que fue arzobispo de Zaragoza,
recordado por sus méritos intelectuales y humanos.
Francisco ha querido
dar la cara ante el espinoso asunto de los abusos sexuales a menores por parte
del clero. Parece que el tema ha sido aprovechado por los sectores más
conservadores de la curia vaticana, con el apoyo mediático orquestado por
antiguos asesores de Donald Trump. Así, acusaban al papa de encubrir los abusos
de un cardenal norteamericano, McCarrick, al que el propio papa había expulsado
de la Iglesia. Es decir que Bergoglio sí había actuado contra el cardenal
McCarrick, al que degradó.
El tema de los
dineros vaticanos da para muchas novelas, pero sobre todo da para muchas
investigaciones. Así citaríamos la extraña muerte de Roberto Calvi, el banquero
del Vaticano, que tuvo vínculos con la mafia y apareció ahorcado en un puente
sobre el Támesis, Londres, 1982. Calvi se asoció con la logia masónica P-2,
fundada por otro personaje siniestro, Pietro Gelli, el presunto autor
intelectual de la muerte del primero. No fue un suicidio sino un asesinato,
dictaminó la policía británica. Pero al caso se le echó tierra encima, y nunca
se clarificó. Otro misterio oscuro es la causa de la renuncia de Benedicto XVI,
acaso amargado por la propia curia vaticana.
Aquí en las islas se
distingue perfectamente la línea conservadora de los obispos establecidos en la
diócesis nivariense, Tenerife, y la actitud mucho más abierta y conciliadora de
los obispos con sede en Gran Canaria. Hubo un obispo natural de Tenerife, muy
valorado por el pueblo llano, Domingo Pérez Cáceres. Después de él hubo obispos
muy conservadores con sede en La Laguna, por ejemplo Luis Franco Cascón, que
había sido confesor de la mujer de Franco. Paralelamente, hubo también otro
obispo muy presente en la memoria grancanaria porque fue eficiente en lo social
aunque muy carpetovetónico en la moral sexual, el obispo Pildain, acusador de
Galdós. Después de Pildain hubo hombres de ideas aperturistas como Infantes
Florido –quien tuvo la mala suerte de coincidir con el masivo robo de las joyas
de la Virgen del Pino- y luego vino otro moderado: monseñor Echarren.
En España la llegada
del papa polaco en 1978 supuso la entronización de obispos afines al Opus Dei,
que volvían con una férrea moral sexual y no estaban contentos con el Vaticano
II. La otra línea quiere una iglesia más abierta al mundo, menos preocupada por
el latiguillo del sexo y más partidaria de dialogar con otras religiones, el
espíritu ecuménico. El papa argentino abre sus brazos a los divorciados que se
casan de nuevo y no condena a los gays, también alimenta las posibilidades de
que algún día las mujeres tengan más poder y más presencia, así como no ve con
malos ojos la ordenación de curas casados en lugares como la Amazonía. El
conflicto está claro: el machismo jerárquico de un lado y el deseo de nuevos
tiempos del otro.
El cronista José Luján
lleva ya 25 años siendo la voz de las cumbres de Artenara. Su padre fue alcalde
y él es un ardiente defensor de su lugar de referencia. Jubilado de su cátedra
de Lengua Castellana y Literatura en enseñanza media, es autor de obras de
investigación histórica y de numerosos trabajos sobre etnografía, patrimonio,
biografías, toponimia e historia oral. Cómo no recordar su centenar de crónicas
(hechos, personajes, paisajes) con tanto recordatorio de casi cincuenta
personajes, con tanta descripción paisajística, con tanta y tan exhaustiva
aportación de datos, de conocimientos. Luján es imparable en su declaración de
amor al terruño. Como dijimos a propósito
de Piedra lunar. Crónica de una década, es un humanista preocupado por
la prisa de la sociedad en que vivimos, y como tal añora las tertulias, las
caminatas por los senderos de antes. Como un enciclopedista de la Ilustración,
quiere saber un poco de cada cosa.
Acaba de salir Zaragoza. La mujer que hablaba con los
muertos, diez relatos en Mercurio Editorial. Desfilan personajes,
anécdotas, recordatorios tan especiales como el de aquella anciana que vivía
junto a la presa de Lugarejo y que pudimos conocer personalmente a finales de
la década de los 70. Nos habla de las tradiciones, los usos y hábitos de la
cultura popular, un desfile de personajes que el autor conoció íntimamente,
pues con frecuencia se entrevistó con muchos para elaborar sus libros. Luján
sabe mucho del paisaje, desde la repoblación forestal que incrementó los
pinares a la devastación del último gran incendio. La naturaleza es
construcción y destrucción, la vida y la muerte consustancial a cuanto existe.
Luján disecciona
cada kilómetro cuadrado de su comarca, conoce la vida del pintor Miró Mainou
que allí vivió junto a pastores, carpinteros, agricultores, monaguillos,
sepultureros, ganaderos, la élite y el pueblo llano. Ama a la gente sencilla y
laboriosa que comparte los fríos de enero y el bochorno de agosto, la fiesta
humilde de la Virgen de la Cuevita, el cuidado del bosque, ese cielo despejado,
ese paisaje abrupto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario