domingo, 5 de enero de 2020

Qué esperar del 2020


Hemos dejado atrás la Navidad, una fiesta que ha ido perdiendo buena parte de sus esencias ya que ahora el festival de compras comienza desde el veintitantos de noviembre. Del mismo modo que adoptamos el Halloween nos hemos hecho fuertes con el Viernes Negro, y los centros comerciales bien que han notado la fiesta del consumo desde entonces hasta ahora mismo, que justo van a empezar las rebajas. A la vista de los profundos cambios que acontecen, aquello del sentimiento de fraternidad que se daba en esta época del año parece tan fuera de onda como el gesto de desear felicidades a diestro y siniestro. Ahora lo que habría que desear es otra cosa: ¡Que tengas buenas compras y no te machaque la cuesta de enero! Pues, como dicen los psicólogos, la celebración de la Navidad puede llegar a ser monótona, y la frase que pronunciamos, deseando felicidad, carece de originalidad si no somos capaces de abrir un paréntesis donde encerrar nuestros miedos, temores y frustraciones. La celebración de la Navidad debería mucho más allá de las luces en las calles, los arbolitos cargados de adornos, los regalos y las comidas desproporcionadas. Nos debería ofrecer la Navidad la oportunidad de corregir errores y comenzar un nuevo periodo con un vigor capaz de fortalecer nuestro ánimo. La celebración de estas fechas de final y comienzo de año debería hacernos más solidarios con aquellos que la viven desde la desigualdad y decirles que no están solos.
Muchos creen que el 2020 será peor que el 2019 pero como somos gente de buena voluntad es de rigor establecer que no hay que ser pesimistas sino que conviene establecer una agenda de necesidades cara al recién nacido año, con el simple propósito de que las cosas se hagan más soportables. He aquí un breve formulario de deseos:
Que tengamos al fin un gobierno que empiece seriamente a gobernar, ya que hay demasiadas cosas pendientes por la incapacidad de nuestra clase política. Que gobiernen con sensatez para no tener que invalidar la nueva legislatura y tener que acudir a votar de nuevo el domingo de Ramos, día especialmente grato para algunos niños por la famosa procesión de la Burrita.
Que el gobierno meta mano a las compañías aéreas, que a pesar de cobrar el 75 por ciento del billete en subvenciones cada año siguen y siguen subiendo el precio de los viajes Canarias-Península, de tal manera que ahora son más caros que antes del incremento de la subvención, y por ello muchos compatriotas que viven fuera no pudieran venir a casa por Navidad como decía un anuncio de turrones. Pues es mala cosa para los ciudadanos la conformación de un nuevo monopolio en el transporte tras la compra de Air Europa por Iberia, acción que sin duda ni habrá sido examinada por el Tribunal de la Competencia.
Que a muchos nos pase como a don Jordi Pujol, quien pese a tener una deuda fiscal de casi un millón de euros con Hacienda, nuestra querida y patriótica Hacienda dejó que el tiempo pasara y caducara la deuda, con tal de no molestar a tan honorable señor, especialista con su familia en acudir a Andorra con las mochilas bien cargadas de billetes de 500 euros.
Que los políticos que nos representan a través de los partidos políticos entiendan que sus opíparos emolumentos se deben a la paciencia del sufrido ciudadano, que les ha estado pagando todos esos meses de inactividad y de persistencia en el bloqueo.
Que las movilizaciones contra el cambio climático nos recuerden que luchar por la supervivencia del planeta es cosa de todos pues las siete grandes petroleras no van a colaborar ni el señor Trump con sus inmensos negocios ni las eléctricas del mundo mundial.
Que el Brexit no nos fastidie más de la cuenta, y que los chocolates y bombones Cadbury que ahora mismo están al alcance de los proletarios no se pongan por las nubes, que podamos seguir acudiendo a Londres, donde mucha gente hacía turismo y buenas compras.
Que Israel deje de machacar a los palestinos de la franja de Gaza, que alguien les impida seguir extendiendo sus urbanizaciones por las zonas ocupadas, que el nefasto eje Netanyahu-Trump-Putin pueda ser sustituido en beneficio de la humanidad.
Que podamos tener confianza en las instituciones y en la vigencia de las normas básicas a pesar del conflicto territorial y de todos los conflictos cotidianos, que no son pocos.
Que superemos la incertidumbre que marca nuestras vidas, que vuelvan a nacer niños, que vengan inmigrantes sin tener que morir en las pateras, que los pensionistas reciban unas pensiones dignas y actualizadas anualmente, que los ancianos puedan tener una muerte tranquila y sin sufrimiento ya que algún día no lejano ha de aprobarse la ley de eutanasia.
Que se reivindiquen la sanidad pública y la escuela pública especialmente en nuestro territorio, donde la crisis ha sido un palo terrible para la calidad de la asistencia. Los mejores profesionales se han ido a la privada, los servicios de urgencias están atiborrados, faltan profesionales jóvenes de la misma forma que no se está rejuveneciendo el profesorado universitario
Que se pare la subida continua de los alquileres, ya que de este modo los jóvenes españoles jamás podrán emanciparse si con el sueldo que reciben de sus trabajos inestables apenas les da para pagar el alquiler, y España se ha convertido en un paraíso para inversores extranjeros que compran inmuebles e imponen unos alquileres desorbitados.
Que la Octava Isla, así fue denominada Venezuela hasta hace pocas décadas, mejore su triste situación actual. Y que no olvidemos que allí llegaron a residir más de 200.000 compatriotas que desde los años cincuenta a los años ochenta encontraron la mejor manera de alejar el hambre de la postguerra y progresar en la vida.
Que pese a que el Congreso de los Diputados esté más fragmentado que nunca, quienes nos representan sean capaces de construir y de armonizar, de pactar y de gobernar más allá de sus ansias de protagonismo, de sus egoísmos culpables, de su carencia de sintonía con la gente que les paga tanto para que ellos hagan tan poco.
Que podamos sobrevivir a los devaneos de la gestión pública, pues los expertos señalan que el 2020 será un año bipolar, el primer semestre permitirá alguna sonrisa aunque la segunda parte del año podrán venir ajustes y apretones de nuestra economía, que acabará resintiéndose de tanto tiempo sin gobernanza. Un año de cambios y transiciones que ojalá podamos sobrellevar de la mejor manera posible.

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