Por Eduardo Sanguinetti, filosófo, Buenos Aires (Especial para Nova)
Clase, raza, sexo, son expresión de la diferencia. Los ismos de sexo, raza o clase, corresponden a la fase distintiva, la que se ha llamado del gesto distintivo, obsesionado por la diferencia, para la diferencia o para la igualdad.
Siempre es posible encontrar a una raza pero considerada por la peor considerada de las razas, así también con un individuo considerado el peor de la especie, considerado por otro similar como el peor y así hasta terminar de enumerar las ocultas identidades de los habitantes del planeta.
Y con todo el esquema sigue siendo el mismo: tampoco el problema sexual puede circunscribirse ya a un parlamento bicolor conservador o liberal, masculino y femenino. El espectro de las diferencias se enriquece: síntoma de una explosión de los ismos de la diferencia, extendidos en todos los rincones de la experiencia.
Pero el problema se encuentra también en la persistencia de colonialismos restringidos en el seno de nacionalismos y localismos. Pues a menudo se trata de trincheras frente a la incertidumbre de un mundo que ya no se comprende.
Devino en este tercer milenio una toma de conciencia, especulativa o no, apuntalada por una campaña de medios superlativa, que devino en el reconocimiento por Ley 26.485 de identidad de género y matrimonio igualitario, un derecho ganado versus feminicidios y violencias cotidianas que el sistema homofóbico, misógino, patriarcal impuso cual rutina de vida.
Sin dudas no dejaron de ser estandartes de esta Ley, “célebres bestias matrix”, instalados por el sistema vigente en cuánto medio basura existe, cada cual más ignorante y soberbio, los cuales, blindados por gobierno de turno, lanzan los más abominables agravios y difamaciones a sus pares “trans”, “lesbianas”, “gays”, sin denuncia alguna del periodismo “Fake News” reinante, para que todo siga igual, cuidando a sus mascotas, plenas de privilegios: simulación de simulacro de un régimen tramposo, donde la diferencia y sus consecuencias siguen cobrando víctimas.
A pesar de lo manifestado y sin apoyo alguno de los “blindados célebres matrix”, que hicieron buenas ganancias con la Ley, Mariana Gómez fue condenada a un año de prisión en suspenso, por razones entre las que se encuentran resistencia a la autoridad, léase policía, mientras besaba a su esposa Rocio Girat, en la estación Constitución el 2 de octubre de 2017, día en que fue detenida por razones asimiladas de manera subyacente, a discriminar el lesbianismo, una guerra de fuegos ya no cruzados, sino pertenecientes a la negación total y absoluta de la diferencia, siendo siempre esta, desde hace siglos, la que se instala en cada conflicto de identidad y relación.
El belicismo a todo lo que se considera diferente nos hace permanecer en un estado "presocial", en Latinoamérica, ya sea por casos de discriminación y censura, donde la igualdad y libertad de ser "uno mismo", se encuentra disciplinado, sin superar la ficción de neutralidad de los poderes fácticos que gobiernan y que ejecutan sumariamente, con la justicia patriarcal y el brazo armado de fuerzas de ¿seguridad?, todo intento de libertad de expresión, en todas sus aristas, síntoma de carencia y coartada vil, de toda la dogmática de la diferencia.
Si la ley es el límite, la legitimación excede como mucho a la propia ley. Es la coartada de la ley, la señal de diferencia, su límite, su arbitrariedad. En el caso de este matrimonio de Mariana Gómez y Rocío Girat, donde las repugnancias reprimidas de la policía, siempre presta a desvirtuar legitimación con atropello, cobardemente encuentra el motivo inmotivado para, de manera brutal, detener a Mariana y conducirla a una comisaría, donde permanecería varias horas.
Luego deviene el proceso judicial, aplicado de manera sistemática en los desprotegidos ciudadanos/as, pero jamás en pedófilos, abusadores, criminales y estafadores seriales que cumplen en demasiados casos, funciones en gobiernos o corporaciones empresariales de cualquier acción fraudulenta, ya sea narcotráfico, trata de personas o simplemente volatilizar activos incorpóreos. Libertad, igualdad y fraternidad, el grito que modificó el curso de la historia de la humanidad y dio paso a la denominada modernidad, son sólo palabras vacías de significado al enfrentarnos con la dura realidad, que acompaña toda la puesta en escena de este espectáculo insano, donde la violencia, impone criterio y la mentira es la retórica esgrimida por quienes deben ser servidores de la comunidad.
La misma policía que arresta a Mariana, es la que golpeó y reprimió a trabajadores de Coca-Cola, el pasado 8 de marzo, la que hostiga, persigue a quienes hacen valer sus derechos, enviados estas máquinas de aniquilar toda posibilidad de libertad, por el poder de un gobierno autoritario que siembra miedo, temor en una población castigada y hambreada, sin ánimos de inventarse una mirada libertaria a sus existencias degradadas.
La policía que en Monte hace un mes, disparó en los cuerpos de niños, en un hecho que debe sentar antecedentes de lo que jamás debe volver a suceder, no hay discurso del perdón hipercristiano que pueda eliminar la memoria. La violencia como referente de un modo de vida en Argentina nos condena a una servidumbre inmunda, sin sentido ni destino. La he sufrido y la sufro por intentar sentar con la verdad mis denuncias hacia todo lo que “no es”, todo lo que se opone al deber ser, todo lo que desvirtúa el sentido de ser y estar en este mundo.
Por lo tanto es necesario, ante infinidad de casos de criminalizar al diferente, ya sea en cuestiones, tal mi caso, de fundadores de nuevos teoremas, paradigmas y de posibilidades de acceder a estadios donde nos elevemos sobre la mediocridad reinante, desacreditando con ideas concretas, ubicadas en dimensiones del orden de siglos de errores en la transmisión de código genéticos, donde la inequidad desvirtuó los caminos de libertades eliminadas y la criminalización de actos de vida, y naturaleza, que deberían primar a la hora de intentar vivir con avidez una vida, razonable en su funcionalidad.
En este caso aplico y reivindico una crítica transversal, hecha desde los territorios inexplorados, no cuadriculados por las disciplinas académicas, aplicadas al sistema neoliberal reinante, cuya fermentación interesada contribuye, a mis ojos, a generar esas redes de reapropiación de los consumados discursos institucionales, los grandes significantes, las retóricas políticas y mediáticas oportunistas, todas las representaciones e instancias en que se coagulan los crímenes consumados y por consumar, y donde sólo cabe el desmontaje interpretativo, para dar con el esqueleto de la farsa y la estafa de un sistema que se cae a pedazos.
Aspiro como filósofo de este tiempo, que valoro la diferencia, heterodoxo e iconoclasta, a que Argentina y el mundo se vuelvan lugares más abiertos, más hospitalarios, especialmente a los diferentes, a los inmigrantes, dado que el hecho de que algunos grupos políticos, como los que dicen representar a las mujeres, los homosexuales, presenten su emancipación moral como la extensión lógica de la emancipación social prometida a los parias de este mundo (pero jamás concedidas), dice demasiado sobre el consenso social bajo presión, que existe en este país sobre como pensar y argumentar en torno a estas cuestiones, filosóficas y prácticamente incompatibles con los principios neoliberales, que rigen en este mundo: un prejuicio importuno, por cierto.
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