sábado, 23 de marzo de 2019

La raíz y la espiral. Despedida a Martín Chirino



La ciudad de Cuenca tiene un don especial entre los muchos de su identidad, permanece en el imaginario de los artistas que hicieron vida y obra bajo su cielo. En la historia decisiva del arte español de los últimos cincuenta años la ciudad del Júcar y del Huécar se ha convertido en uno de los lugares de paso obligado para quienes desean conocer de cerca aquellos espacios del patrimonio íntimo que formaron parte de las horas cotidianas de los artistas abstractos.
Una fragua en la calle Herrerías de Cuenca fue precisamente el lugar que el escultor Martin Chirino hizo suyo para despertar las lumbres de su futuro como artista de reconocida trayectoria internacional.
También algunos sitios y amistades de Nueva York fueron decisivos, y buena parte de su imaginación creadora siempre estuvo vinculada a las islas que le vieron nacer, una playa y unas rocas, los alisios y el volcán. Acaba de fallecer el gran artista canario a sus 94 años de edad
recién cumplidos. Hacía tiempo que la Fundación que lleva su nombre en Las Palmas de Gran Canaria se significó como el enclave
primordial para proseguir con la difusión de su legado artístico
diseminado por museos de todo el mundo y monumentos públicos de
ciudad españolas que acogieron de buena fe sus creaciones forjadas
en el intervalo trascendental de la era democrática.
Martín Chirino estuvo al frente de museos de arte de primera
magnitud como el actual Centro Atlántico de Arte Moderno en Gran
Canaria y el propio Círculo de Bellas Artes de Madrid en los ochenta.
Y más aún. Chirino participó presencialmente en la inauguración del
Museo de Arte Abstracto de las Casas Colgadas en 1966. Dos
esculturas suyas forman parte de la colección conquense y siempre
estuvo Chirino entre las personalidades artísticas más reconocidas
del panorama internacional que habían dibujado un puente para dos
siglos entre Castilla y Canarias.
Su padre fue trabajador de los astilleros en el Muelle de Las Palmas y
de ese contacto con el devenir de las mareas y los vientos surgió el
artista. Junto a él Millares- amigos para siempre- junto a Elvireta
Escobio y el poeta Manuel Padorno cruzaron el atlántico en 1955 para
dar nombre a uno de los viajes más importantes de la ruta insular de
la cultura hacia el continente europeo. También Alejandro Reino,
otro artista canario estuvo en la expedición. Y justamente el pasado

2018 falleció también dejando para la posteridad los detalles de esa
odisea. Martin Chirino tenía la cualidad de ser un hombre para
muchos tiempos. La espiral soñada por sus manos se acabó
convirtiendo en símbolo institucional de las islas y en su biografía
destacan especialmente su participación en la epopeya del Grupo El
Paso y en los diferentes manifiestos que reclamaban la democracia y
la personalidad tricontinental de la historia de sus islas. De hecho la
arquitectura visual de gran parte de sus esculturas tiene una
raigambre africana. Las espirales guanches eran un vestigio
primitivo, de la pertenencia ancestral de los habitantes de las islas a
la cultura amazigh que representa a día de hoy a millones de
hablantes de la lengua bereber. Desde la kabilia argelina a Mali,
pasando por el Rif y el Atlas marroquí, sin olvidar a los tuaregs entre
muchos otros, los nómadas del desierto.
Martin Chirino poesía una visión del futuro con tinta cosmopolita y
de progreso, supo hacer del fuego y del hierro una forma de eternizar
los cuatro vientos. Y en Cuenca tuvo siempre un hogar para las
espirales del mañana. Descanse en paz

Samir Delgado, México, 2019

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