lunes, 22 de enero de 2018

Posverdad y posmentira

Entre las teorías de la relatividad, la física cuántica, los experimentos científicos que permiten manipular el espacio y el tiempo, sucede que la realidad se nos presenta cada vez más compleja y difícil de captar. Además, tenemos un exceso de información, una cascada que viene por cien canales distintos, algo que nos satura y avasalla. Resulta que, con tanta tecnología por medio, hemos perfeccionado el arte de mentir y a disimular. Basta con manejarse bien por las redes, si repites una mentira con insistencia y determinación, ese argumento llegará a convertirse en una verdad incuestionable y hasta la palabra posverdad ha entrado en el diccionario de la Real Academia. Los bulos se fabrican y difunden de modo urgente y quienes los reciben tampoco tienen tiempo para contrastarlos. Hay más manipulación informativa que nunca, se estima que los rusos están interviniendo en los procesos electorales, los referéndums y las campañas de opinión, en realidad tanto a Putin como a Donald Trump les viene bien la idea de debilitar a los competidores. Se supone que tanto a los rusos como a Trump les interesa que Europa esté desunida y cabreada, con un resurgir de los nacionalismos la amenaza de dificultar los procesos de la Unión es más que evidente. Por ejemplo: en la última campaña electoral, se llegó a decir que Hillary Clinton tenía inclinación al alcohol y padecía cáncer, por lo cual en caso de que ganase las elecciones habría problemas para el país, además al responsable de su campaña se le implicó en casos de pederastia.
También el presidente Macron fue objeto de falsas noticias sobre cuentas bancarias en paraísos fiscales, en Bahamas concretamente. Basta con generar rumores interesados y difundirlos con estrategia, para que el electorado reaccione de uno u otro modo, lo importante sería desmentir rápidamente los bulos. Pero los bulos se multiplican cuando vienen los momentos decisivos, algo parecido sucede con las encuestas electorales, que en muchos casos están destinadas a sembrar o promover expectativas falsas. Por supuesto que, una vez lograda la victoria, Trump afirmó que los rusos no habían movido un dedo por su causa, y que su triunfo fue limpio y salvador, él era el mesías prometido. No olvidemos tampoco que Trump señaló muchas veces que Obama era un musulmán nacido en el extranjero y que con el Brexit la economía británica iba a salir muy beneficiada. Obama tuvo que mostrar su partida de nacimiento en Hawaii, y la mitad de la sociedad británica lamentó la salida de Europa. El principal impulsor del Brexit, Boris Johnson, contrató un autobús en el que lucía este mensaje: El Reino Unido ahorraría 350 millones de libras a la semana tras abandonar la Unión Europea, cifra que se destinaría al servicio de salud. Una mentira atrayente, que no incluía el reembolso que la UE devuelve al Reino Unido. En Cataluña el “España nos roba” ha tenido un éxito similar, aunque los números señalan que la comunidad de Madrid contribuye más que Cataluña; en la desinformación catalana tras el 1 de octubre se utilizaron fotos de heridos de otras manifestaciones.
El escándalo cotidiano que genera Trump ya no nos hace gracia, porque tiene la desfachatez de insultar a países y a cuanto inmigrante se le ponga enfrente. Un cronista  escribió que el mundo del presidente es un mundo paralelo, en el que la verdad toma varias formas y ninguna basada en la realidad. Y este modo de actuar ha tenido éxito porque constituimos una sociedad funcionalmente analfabeta, enganchada a la rapidez, a la lectura de tuits urgentes y efímeros, mensajes cortos, publicidad engañosa, propaganda comercial y propaganda política a la vez.
Pensábamos que con las redes estábamos mejor informados, y éramos más libres, disfrutábamos la inmediatez y presuponíamos la fiabilidad. Y ahora resulta que somos víctimas de un ovillo de enredos, laberínticas maniobras que nos aíslan. El Parlamento Europeo está dándole vueltas al asunto, pero, con tantas sensibilidades contrapuestas, es difícil ser operativo. Del mismo modo, en plena batalla es complicado discernir las estrategias de la mentira y las estrategias de la verdad. Por algo el presidente francés ha lanzado ataques contra Russia Today y Sputnik calificándolos como órganos de propaganda e influencia, pues quienes jalearon la información sobre la supuesta cuenta en las Bahamas eran seguidores de estos dos medios rusos.
Las ciencias adelantan que es una barbaridad, y tenemos al ínclito Puigdemont pretendiendo gobernar Cataluña desde Bruselas por la vía telemática, el turista distinguido quiere construir su República en la nube aunque solo lo vayan a reconocer países virtuales como Turquestán, las Islas Coco y Karakalpia. El ministerio de Defensa estima que Rusia está aprovechando el independentismo catalán para desestabilizar. Como todo es virtual, también existe ahora un país llamado Tabarnia con su banderita pero todavía sin himno. Y también la moneda llamada bitcoin aprovecha el despiste para lanzarse al ruedo. La tecnología ha avanzado tanto que en cualquier instante, cualquier cosa puede ser manipulada hasta el límite. Por supuesto que las imágenes se pueden falsear, y se falsean, y algunos medios de comunicación utilizan procedimientos sensacionalistas para atrapar a los lectores incautos. Lo importante, entonces, sería conseguir el máximo de “me gusta”, el éxito inmediato, aunque sea a costa de la credibilidad que se les suponía. La gente desconfía de todo, pero puede creer cualquier burrada que se le ofrezca bien servida.
Rumores persistentes y desmentidos subsiguientes, esta parece ser la cuestión que nos maneja. La gente ya no se cree nada, pero paralelamente es capaz de tragarse cualquier tontería. El planeta está siendo gobernado de un modo que parece el mal sueño de una noche de verano. El lanzar rumores en plena campaña puede hacer que los pronósticos vayan hacia un lado o hacia el contrario. Las falsas noticias se esparcen como un virus, a una velocidad descomunal. Las democracias occidentales se ven a sí mismas como engranajes vulnerables, expuestos a maniobras maliciosas, a sobreentendidos, a leyendas urbanas.

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