Vivir en un lugar
tranquilo y en paz es un ideal común a mucha gente, ahora somos un país de
inmigrantes y hemos de convivir con los diferentes. Pero en estos momentos hay
gente que se siente amenazada y rechaza a las comunidades que vienen de otro
espacio. Ello supone el florecimiento de movimientos xenófobos, racistas, de
intolerancia, que según los analistas pueden incrementarse en los próximos
años. En las cenas con amigos del mundo artístico y de la bohemia cultural
siempre se trata una variedad de temas, que pueden ir desde la economía al
islamismo radical, desde Donald Trump a Le Pen, del independentismo
catalán a la nueva burbuja inmobiliaria, etc. Y, ahora mismo, tras el ambiente generado por los últimos
atentados, se percibe una tendencia a la islamofobia. Pero tenemos que mantener
una mirada tranquila y flexible sobre los acontecimientos, y tratar de situar
todos los problemas en su justa medida. ¿Cuántos musulmanes hay en Canarias?
Legalmente, unos cien mil en todas las islas. El año pasado en Lanzarote el segundo
nombre de varón más registrado fue Mohamed, prueba inequívoca de que en el
archipiélago existe una bolsa importante de saharauis, marroquíes, senegaleses,
etc. En las conversaciones siempre hay quien opina que, a la vista de los
atentados yihadistas, a toda esta gente hay que expulsarla. Eso mismo pensaba
Donald Trump cuando estaba en plena campaña pero ha de predominar el sentido de
la convivencia, a fin de cuentas necesitamos a los inmigrantes, y que estos se
integren en la sociedad que les recibe, porque realizan funciones imprescindibles
para el colectivo. Sabemos también que las autoridades policiales están
haciendo una buena labor de vigilancia y un control sobre los brotes de
radicalización en nuestro entorno. En este sentido, la prevención y la
vigilancia están funcionando debidamente.
La historia nos dice
que España fue un país grande cuando convivían las tres culturas: cristianos,
judíos y musulmanes fraguaron en aquel Toledo un ejemplo de tolerancia y de
progreso. Los reinos de la península salieron perdiendo con la marcha de muchos
miles de judíos, perdieron población y perdieron gente artesana y comerciante,
que creaban un gran dinamismo económico. Por otro lado, los árabes que
permanecieron 800 años en la península perfeccionaron la agricultura, los
regadíos, la higiene del baño, la astronomía, las matemáticas y la medicina,
pues aquellos árabes eran una civilización avanzada para la época. Y cuando los
Reyes Católicos expulsaron a judíos y musulmanes empezó una etapa de
decaimiento. No en vano los reyes fueron asesorados por Torquemada, la
Inquisición y el afán de algunos de quedarse con las propiedades de toda
aquella gente.Hay quienes rechazan la idea de que se construyan aquí mezquitas, puesto que en los países musulmanes se dificulta mucho la construcción de iglesias, y puntualmente nos llegan noticias de matanzas de cristianos en países como Egipto, Irak, Nigeria, India, Afganistán, Bangladesh, Pakistán y un largo etcétera. El sudeste asiático y varias naciones de África concentran la mayor parte del problema. Es la era de los extremismos, pero también me parece un error sembrar cabezas de cerdo en el solar reservado para construir una mezquita en la avenida Juan Carlos I de esta ciudad. Pues el futuro habrá de pasar por la tolerancia mutua y la integración, esta integración crea la obligación de adaptarse por parte de los que vienen y de respetar los valores democráticos del lugar que los recibe. Más allá de reacciones emocionales, hemos de considerar que en los países próximos –Marruecos, Mauritania, Senegal y Gambia– hay abiertas al culto iglesias católicas y protestantes; en Marruecos existe una importante minoría judía, integrada en buena parte por los descendientes de los sefardíes expulsados de la península. En Gambia, país de inmensa mayoría musulmana, los viernes transmiten por radio y TV las ceremonias de las mezquitas. Pero luego me sorprendí un domingo cuando vi que la televisión estatal daba en directo una misa católica, desde la parroquia dedicada a santa Teresa de Calcuta, con abundancia de asistentes.
Todas las religiones
tienen su lado negro; así en el Antiguo Testamento podemos leer suficientes
pasajes que hablan de asesinatos, de violaciones, de crueldades. Las cruzadas
de la Edad Media fueron una experiencia muy traumática para aquellos pueblos
que vieron pasar a los occidentales, y la Inquisición fue un episodio
lamentable del cristianismo. El islam, como las grandes religiones, habla de la
paz pero también de la violencia contra los no creyentes, incluso del castigo a
las mujeres. Pese a que hay una tendencia creciente a prohibirla, en nombre de
la tradición en muchos países se sigue practicando la ablación. Familias que
residen en España siguen mandando a sus hijas y nietas a África para que sea
practicada esta horrenda ceremonia.
Centroeuropa y los
países del Este no quieren una introducción masiva de refugiados de las guerras
de Siria o Irak. Para Angela Merkel Europa debe mostrar sus valores y su
concepción de de dignidad a estas avalanchas de desesperados. Sobre todo los
húngaros, los checos, los eslovacos y los polacos muestran su rechazo, son
partidarios de la deportación automática de los refugiados, pues nunca han
tenido esa experiencia histórica de acoger a gente que huye de sus conflictos.
No se distingue entre el refugiado por motivos políticos, tampoco se distingue
entre el refugiado africano y el asiático. Otra perversión consiste en la
tendencia a identificar el islam con el islamismo, se entiende que este último
es la corriente política radical que justifica la violencia para imponer a todos
la ley musulmana.
Con el triunfo,
probablemente amañado como señalan los informes, de Erdogan en Turquía se abre
una nueva incógnita sobre el continente europeo. Ciertamente, no parece encajar
un país musulmán en la actual Unión Europea pero Turquía está en la OTAN y hace
sus servicios a occidente. Pues el país ha venido ejerciendo un papel de primer
filtro y acogida sobre los miles y miles de refugiados de los conflictos
asiáticos; con la introducción de la pena de muerte y la creciente islamización
que promueven las autoridades ya no podrá aspirar seriamente a ser admitido en
occidente.
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