"Macedonia entró en mi vida como un hecho esencial, como si toda la pasión y el silencio fueran dignos de abrazarse a su sustancia de agua y fuego... Fulgor de Macedonia" creo que es un libro que sustenta una cálida visión confidencial. Ha ido creciendo de natural manera como un ser vivo, tal si fuese el árbol de un bosque interior, sin otro propósito determinado que el de mostrarnos la esencia del alma de su pueblo"
Así justifica Justo Jorge Padrón (poeta, traductor y ensayista, el autor de su muy celebrado libro Los círculos del infierno, así como de El abedul en llamas, y sus análisis sobre la poesía de Suecia, Noruega, Islanda) su vinculación con este país, del cual es originaria su esposa, Kleo.
CASA DE SKOPJE
Año tras año vuelvo a una casa de Skopje.
Recupero sus vistas azuladas
donde pastan las nubes y se abisma
mi tirante conciencia agobiadora.
Persigo los recuerdos entrevistos,
sus médanos oscuros, las hogueras
que irrumpieron con sombras y fragancias
en el oculto fondo de lo que una vez fui.
Cuando miro esa línea difusa del poniente
y la roja penumbra se confunde
con las brasas convulsas del pasado,
es incierto y cercano lo que siento,
como si contemplase la visión del futuro.
En mi sangre el asombro, la revelación súbita
de un tiempo todavía no nacido.
Entonces soy un nómada hechizado,
el pálido viajero que llega palpitante
a saber la verdad, la emoción de su enigma.
La tierra reunida es la que alcanzo
con su vaho vehemente y su frescor de rosas.
Nada en el mundo vive y se refleja
con ese puro instante detenido
en la inquietud vibrante de los ojos,
desembocando en luz, en canto sobre el aire,
para escribir la vida que tuve y que no tuve.
Así es mi corazón, un latido de música,
un vino entresoñado, la alegría terrestre.
Oiga sonar las copas de la amistad sincera,
las luces del afecto temblando en el cristal.
Y cabalgo feliz en el relámpago,
en el rojo corcel que abandona la muerte.
Y sueño y río y hablo sin saber si estoy vivo,
si habito simplemente otro nivel del tiempo.
Tal vez sea esta mano la que el cielo palpara,
para un día crear desiertos y jardines,
y añorar sin remedio un cuerpo de mujer
escribiendo sin pausa el dolor de su ausencia.
Su rumor me confunde, revive en mi memoria
intensas intemperies bajo el techo estrellado,
donde un oasis pinta su verde eternidad.
VÁSIL (Homenaje a Vásil Filipov)
Mi suegro el partisano, corazón valeroso,
gesto cordial de cauta deferencia,
es un hombre pausado que vive en la añoranza.
En sus ojos relumbra la ilusión de un país
desangrado y deshecho por la guerra,
mas sobre cualquier cosa prevalece
ese amor vigilante, tan delicado y suyo,
que entrega sin reserva a los que elige.
Es difícil llegar a conocer
el interior de un hombre ensimismado,
sin embargo sus actos lo tornan elocuente.
Aún conserva joven su utopía.
Quiere amparar la tierra, hacerla aún vivible,
rescatarla del daño, rechazar al inicuo.
Sabe callar a tiempo. Mesurado,
con la sabiduría del escéptico,
Vásil contempla y juzga los caminos:
por eso sobrepasa las distancias
evitando las sombras del azar y el temor.
En su hogar es artista y artesano.
No hay oficio o arreglo que sus manos ignoren.
Allí está su paciencia dando color y sitio
a cada objeto, a cada sueño de la hermosura.
Y aunque devore libros y periódicos
y agarre la noticia sin que respire apenas,
el tiempo es su tesoro y siempre lo reparte
con su afable sonrisa de hombre bueno.
Con él es grato hablar. Desata la aventura
del mundo en su palabra y absortos le escuchamos
igual que si volviéramos de pronto
a ser crédulos niños ante la voz del bosque.
FÁBULA PARA DESPUÉS DE TI
Desde que te olvidaron no has vuelto a envejecer.
Pasan los días, madre, y al verte en mi memoria,
se me antojan tus ojos más verdes. Tu melena
tan rubia alcanza el límpido destello
de las tersas imágenes del sol.
Hoy puse como ayer agua limpia a tus flores.
Ya nada me vulnera ni me ofende.
Ahora soy más viejo que tú y más cansado.
También me acostumbré a conversar a solas
con mis fieles ausencias y mis nuevos dolores.
Me sigue fascinando el son de las cigarras.
Esta luz soñadora de los ojos
aún no la he perdido. Acepto estar aquí
reducido y silente y confinado
hasta que un día olvide
el camino de vuelta de los sueños,
para ser finalmente tu canción,
parte del aire, lumbre que vive en tu mirada.
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