Como dijo en su día el escritor Julio Llamazares, no es un drama que en
España desaparezcan cada día dos librerías pues como contrapeso tenemos casi un
millón de bares, somos un modelo para exportar. Las librerías no llegan a 5000,
y hay ciudades de cien mil habitantes, como El Ejido, Almería, que ya no tienen
ni una sola abierta. Tampoco es una desgracia que el periódico Cinco Días haya
revelado que en nuestro país en el capítulo de ocio y cultura el mayor peso
específico de gasto lo tienen los juegos de azar, por encima de todo el consumo
en libros, sea de texto o no, periódicos y revistas, y también por encima de
todo el gasto en educación infantil, primaria, secundaria y universitaria juntas.
Las librerías y la cultura en general vienen a ser unas víctimas más de un
mundo cada vez más virtual, un mundo ansioso por guasepear las veinticuatro
horas del día, gente que considera el contacto físico inadecuado y por eso
prefieren el mundo digital, la invasión de las tecnologías de la pseudo
comunicación y la soledad de quien tiene miles de conocidos en las redes pero
no tiene con quien tomarse una caña. Menos mal que por aquí ha habido y todavía
hay libreros con conciencia, por ejemplo Pedro Schlueter con la pequeñísima
Librería Larra de la calle Constantino, por ejemplo la librería Canaima, que
acaba de recibir un premio a nivel nacional por su buena gestión, el sello de
calidad del ministerio de Educación, Cultura y Deportes. Fundada por Antonio
Rivero Suárez, metido en librerías desde los 14 años, emigrante a
Venezuela, donde siguió defendiendo los libros. Hay libreros de la resistencia,
capaces de orientar y aconsejar; librerías que se mantienen como espacio de
comunicación, de valoración del denostado libro canario, ese que pocos compran
porque los autores de aquí somos malísimos y no merecemos atención en la Feria
del Libro, lo importante es que haya subvenciones para traer figuras de fuera,
que tengan buen cachet. El progreso debe hacer cohabitar lo novísimo con lo
nuevo e incluso con lo antiguo. Por eso el libro en papel está resistiendo pese
a los agoreros que lo daban por muerto hace más de una década, de la misma
forma que no hubo el cierre masivo de cines que se preveía. Ni la radio mató a
la prensa escrita ni la televisión mató a la radio, antes bien, a la vista de
la mala calidad que nos ofrece la pequeña pantalla en España la radio goza de
mejor salud que nunca. Y es que si lo moderno es el griterío y la exhibición de
las miserias personales en los programas basura, algunos preferimos otro tipo
de ocio.
Con la invasión de la robótica que
tenemos ya a la vuelta de la esquina, la felicidad será completa y ya ni
siquiera hará falta buscar pareja puesto que los japoneses están diseñando unas
chicas y unos chicos monísimos para quienes necesiten compañía amable. Estos
humanoides tan bellos deberían llevar un dispositivo que los puede liquidar en
un segundo si les da por ponerse respondones pues existe la posibilidad de que
acaben pareciéndose a quienes los han diseñado, por lo tanto capaces de
cultivar afectos y rencores. Supuestamente estos acompañantes no vendrán con
voluntad de convertirse en esclavos de nadie, no serán unas mascotas de usar y
tirar. ¿Y qué sucederá con el sexo a la manera tradicional entre humanos, qué
pasará con la vida en pareja? ¿Y se podrá engendrar hijos con criaturas tan
excepcionales? ¿Y habrá abogados especializados en divorcios rápidos cuando tu
pareja robótica te ponga los cuernos? Ay, ay: las ciencias adelantan que es una
barbaridad. Claro que en principio son la memoria y las emociones lo que nos
diferencia de las máquinas. Pero ya se están ideando criaturas capaces de
sentir emociones y transmitirlas, la inteligencia artificial es un sector que
se desarrolla velozmente. Así en la película Yo, robot, ambientada en Chicago
en 2035 los robots son la principal fuerza laboral de la especie humana, pero
aparece uno de ellos capaz de matar, y mata. En la película Her, Ella,
ambientada en Los Ángeles, un hombre destrozado tras una ruptura sentimental
llega a enamorarse de Samantha, incorporada por Scarlett Johansson, un sistema
operativo y muy atractivo.
El cerebro humano es único, tenemos una
rica vida cerebral pero habría que preguntarse hacia dónde vamos cuando cultivamos
el individualismo, hemos perdido los valores y solo adoramos al dinero. ¿No
será que como seres insolidarios ya estamos deshumanizados, antes de que se
instalen los robots en nuestras calles? Los especialistas creen que en 2050 las
relaciones con estas máquinas reemplazarán a las relaciones humanas; otros
piensan que solo se convertirán en una opción para personas que buscan algo
diferente en su vida amorosa. El debate está servido, originará conflictos. Ya
hay robots de compañía, y podría suceder que llegáramos a amar a uno que sea
tranquilo, y nunca se queje. ¿Pero no acabaría siendo aburrido, no será que
necesitamos discutir?
Decíamos que el progreso debe ser
inclusivo, pero este propósito no se ve siempre. La lucha de las mujeres por su
dignidad ha dado frutos en el mundo occidental, mucho camino queda por andar en
el resto y el sheriff rubio teñido está colocando en su gobierno a personajes
peliagudos. Así una Secretaria de Educación que tiene por norma básica que los
niños deban llevar armas a sus centros escolares, para defenderse de los osos o
para cultivar el belicismo. También entran en los proyectos de Trump el
nombramiento de un Secretario de Trabajo que tuvo hamburgueserías famosas por anuncios
denigrantes, en uno de ellos se aprecia una señorita ingiriendo un perro
caliente como si le practicara una felación.
Para terminar, felicitemos a médicos y
profesionales de la sanidad pública que resisten la ola privatizadora. Esa que
me ha hecho acudir a la privada porque en consultas externas del Negrín tardan
casi un año en llamar para revisar problemas de la próstata. Los hospitales
públicos de aquí son los menos eficientes del país, al registrar una puntuación
de 0,590 según el estudio de investigadores de la universidad de Granada y
Jaén, y la Escuela Andaluza de Salud Pública. Y es que el Servicio Canario de
Salud no reemplaza a los que se jubilan, no hace nuevas contrataciones, las
listas de espera como en Burkina Faso.
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