miércoles, 15 de febrero de 2017

Cada cual con su robot en la cama



Como dijo en su día el escritor Julio Llamazares, no es un drama que en España desaparezcan cada día dos librerías pues como contrapeso tenemos casi un millón de bares, somos un modelo para exportar. Las librerías no llegan a 5000, y hay ciudades de cien mil habitantes, como El Ejido, Almería, que ya no tienen ni una sola abierta. Tampoco es una desgracia que el periódico Cinco Días haya revelado que en nuestro país en el capítulo de ocio y cultura el mayor peso específico de gasto lo tienen los juegos de azar, por encima de todo el consumo en libros, sea de texto o no, periódicos y revistas, y también por encima de todo el gasto en educación infantil, primaria, secundaria y universitaria juntas. Las librerías y la cultura en general vienen a ser unas víctimas más de un mundo cada vez más virtual, un mundo ansioso por guasepear las veinticuatro horas del día, gente que considera el contacto físico inadecuado y por eso prefieren el mundo digital, la invasión de las tecnologías de la pseudo comunicación y la soledad de quien tiene miles de conocidos en las redes pero no tiene con quien tomarse una caña. Menos mal que por aquí ha habido y todavía hay libreros con conciencia, por ejemplo Pedro Schlueter con la pequeñísima Librería Larra de la calle Constantino, por ejemplo la librería Canaima, que acaba de recibir un premio a nivel nacional por su buena gestión, el sello de calidad del ministerio de Educación, Cultura y Deportes. Fundada por Antonio Rivero Suárez, metido en librerías desde los 14 años, emigrante a Venezuela, donde siguió defendiendo los libros. Hay libreros de la resistencia, capaces de orientar y aconsejar; librerías que se mantienen como espacio de comunicación, de valoración del denostado libro canario, ese que pocos compran porque los autores de aquí somos malísimos y no merecemos atención en la Feria del Libro, lo importante es que haya subvenciones para traer figuras de fuera, que tengan buen cachet. El progreso debe hacer cohabitar lo novísimo con lo nuevo e incluso con lo antiguo. Por eso el libro en papel está resistiendo pese a los agoreros que lo daban por muerto hace más de una década, de la misma forma que no hubo el cierre masivo de cines que se preveía. Ni la radio mató a la prensa escrita ni la televisión mató a la radio, antes bien, a la vista de la mala calidad que nos ofrece la pequeña pantalla en España la radio goza de mejor salud que nunca. Y es que si lo moderno es el griterío y la exhibición de las miserias personales en los programas basura, algunos preferimos otro tipo de ocio.

Con la invasión de la robótica que tenemos ya a la vuelta de la esquina, la felicidad será completa y ya ni siquiera hará falta buscar pareja puesto que los japoneses están diseñando unas chicas y unos chicos monísimos para quienes necesiten compañía amable. Estos humanoides tan bellos deberían llevar un dispositivo que los puede liquidar en un segundo si les da por ponerse respondones pues existe la posibilidad de que acaben pareciéndose a quienes los han diseñado, por lo tanto capaces de cultivar afectos y rencores. Supuestamente estos acompañantes no vendrán con voluntad de convertirse en esclavos de nadie, no serán unas mascotas de usar y tirar. ¿Y qué sucederá con el sexo a la manera tradicional entre humanos, qué pasará con la vida en pareja? ¿Y se podrá engendrar hijos con criaturas tan excepcionales? ¿Y habrá abogados especializados en divorcios rápidos cuando tu pareja robótica te ponga los cuernos? Ay, ay: las ciencias adelantan que es una barbaridad. Claro que en principio son la memoria y las emociones lo que nos diferencia de las máquinas. Pero ya se están ideando criaturas capaces de sentir emociones y transmitirlas, la inteligencia artificial es un sector que se desarrolla velozmente. Así en la película Yo, robot, ambientada en Chicago en 2035 los robots son la principal fuerza laboral de la especie humana, pero aparece uno de ellos capaz de matar, y mata. En la película Her, Ella, ambientada en Los Ángeles, un hombre destrozado tras una ruptura sentimental llega a enamorarse de Samantha, incorporada por Scarlett Johansson, un sistema operativo y muy atractivo.

El cerebro humano es único, tenemos una rica vida cerebral pero habría que preguntarse hacia dónde vamos cuando cultivamos el individualismo, hemos perdido los valores y solo adoramos al dinero. ¿No será que como seres insolidarios ya estamos deshumanizados, antes de que se instalen los robots en nuestras calles? Los especialistas creen que en 2050 las relaciones con estas máquinas reemplazarán a las relaciones humanas; otros piensan que solo se convertirán en una opción para personas que buscan algo diferente en su vida amorosa. El debate está servido, originará conflictos. Ya hay robots de compañía, y podría suceder que llegáramos a amar a uno que sea tranquilo, y nunca se queje. ¿Pero no acabaría siendo aburrido, no será que necesitamos discutir?

Decíamos que el progreso debe ser inclusivo, pero este propósito no se ve siempre. La lucha de las mujeres por su dignidad ha dado frutos en el mundo occidental, mucho camino queda por andar en el resto y el sheriff rubio teñido está colocando en su gobierno a personajes peliagudos. Así una Secretaria de Educación que tiene por norma básica que los niños deban llevar armas a sus centros escolares, para defenderse de los osos o para cultivar el belicismo. También entran en los proyectos de Trump el nombramiento de un Secretario de Trabajo que tuvo hamburgueserías famosas por anuncios denigrantes, en uno de ellos se aprecia una señorita ingiriendo un perro caliente como si le practicara una felación.

Para terminar, felicitemos a médicos y profesionales de la sanidad pública que resisten la ola privatizadora. Esa que me ha hecho acudir a la privada porque en consultas externas del Negrín tardan casi un año en llamar para revisar problemas de la próstata. Los hospitales públicos de aquí son los menos eficientes del país, al registrar una puntuación de 0,590 según el estudio de investigadores de la universidad de Granada y Jaén, y la Escuela Andaluza de Salud Pública. Y es que el Servicio Canario de Salud no reemplaza a los que se jubilan, no hace nuevas contrataciones, las listas de espera como en Burkina Faso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario