Hay quienes tienen
experiencia y sabiduría para vivir engañando a los demás. Mientras en Cataluña
cientos de presuntos lingüistas, entusiastas y frenéticos impulsan la norma que
declare ilegal hablar y pensar en español, comienza la nueva campaña de la
renta y sabemos positivamente que Hacienda somos algunos, que no todos. Engañan
los que se lanzan a la aventura independentista como si fuera una nueva cruzada
redentora de las supuestas vejaciones, engañan sabiendo de antemano que su
estrategia en realidad es una forma de pedir más dinero, una forma de presión
encaminada a obtener mejor tratamiento de los dineros públicos. Y engañan
quienes nos llaman a demostrar conciencia ética ahora que hemos de hacer la
nueva declaración de impuestos, como si no estuviera cayendo un diluvio de
escándalos que ponen en entredicho la justicia social en este país. Pues para
algo están los trucos que permiten “optimizar” en los paraísos de Panamá y de
medio mundo, para algo las evasiones inteligentes, las sabias normas que
regularizan y perdonan a los poderosos, las estupendas amnistías con las que
los gobiernos regularizan puntualmente la situación de sus protegidos, toda
suerte de indultos para los más ricos mientras a la gente de a pie se les
amenaza con paralelas por cualquier despiste, por mínimo que sea.
Todo el mundo sabe
que la mayor parte del fraude fiscal es cometido por las grandes empresas y las
grandes fortunas, y la Agencia Tributaria no pone mayor interés en investigar a
ese tipo de gente de tanta alcurnia. Los gobiernos ocultan y protegen a los
grandes defraudadores, y, una vez que son descubiertos, se les ofrece todo tipo
de facilidades para que se pongan al día de tal manera que el coste sea el
mínimo posible. No importa el color político en este tipo de actuaciones. El
gobierno de Rajoy ya ha demostrado notablemente con la última y vergonzosa
amnistía fiscal que protege y perdona a los grandes defraudadores, pero algo
parecido sucedió con Rodríguez Zapatero. Ningún gobierno español ha estado por
la labor de perseguir a los grandes evasores, lo cual nos sugiere la existencia
de un problema de fondo en nuestra democracia, y no de un problema
circunstancial. Hacienda no somos todos, los que defraudan pertenecen a otro
reino. Y habría que preguntarse cuántos profesores, cuántos médicos, cuántos
jóvenes podrían encontrar trabajo si cada cual tributara como debe.
Las
ingenierías financieras están puestas para que los que más tienen optimicen
mejor sus rendimientos y declaren muy por debajo de lo que tendrían que
declarar. Y engañan también los que nos convocan a las urnas para ser
depositarios de nuestros votos, sabiendo de antemano que nuestro voto es una
especie de volador tirado al aire, pues una vez lo depositas en la urna será
administrado de manera que no siempre coincida con los deseos del votante. ¿Quién
piensa que si hay nuevas elecciones saldría un resultado muy diferente al que
ya tenemos, y que los cuatro torpes líderes que tenemos en casa serían capaces entonces
de entenderse? También ellos nos engañan con su verborrea de actores malos,
cuchilleros de arrabal.
Hemos sabido estos días que la economía española
ha salido bastante bien parada de la revisión de previsiones anunciada este
martes por el Fondo Monetario Internacional (FMI). El PIB español crecerá este
año un 2,6%, apenas una décima menos de lo previsto hace unos meses, un recorte
que nos deja en una buena posición comparativa con el resto de las grandes
economías o bloques económicos, entre los cuales hay rebajas de dos décimas e
incluso superiores (Reino Unido, tres décimas menos de lo previsto y Japón
cinco décimas menos.) Según los informes, España mantiene un ritmo alto de
crecimiento, del 2,6 por ciento, mientras Alemania solo crecerá un 1,5 por
ciento. España se mantendrá, por tanto, como la economía más dinámica de la
zona euro. Italia solo crecerá el 1 por ciento. La pregunta de cajón es: ¿son
reales estas previsiones? ¿Y por qué si estamos creciendo más que los vecinos
el paro sigue siendo impresentable? ¿Y por qué aumentan las diferencias
sociales, por qué persisten los recortes en los servicios, por qué hay tantos
excluidos del progreso?
Las democracias son
el mejor sistema para regular la vida ciudadana, pero siempre favorecen a los
mismos. Ya sabemos lo que esta época trae: más capitalismo inmisericorde, más
ayudas para rescatar a los bancos, más tolerancia a las corrupciones, más
refugiados ahogados en el tránsito imposible hacia un refugio. Cada vez más
insolidaridad. Todo está atado y bien atado, como apreciamos en Grecia: el
nuevo gobierno no ha podido ni podrá mantener una política diferente a la que
sostienen Estados Unidos y la señora Merkel, por eso se siente a lo lejos la
visión de una Arcadia fantasmal. Ganan los deshonestos de todo pelaje, la gran
banca, los que blanquean su dinero cada mañana, las multinacionales de todo
tipo, las industrias armamentistas, los traficantes de cocaína, etcétera. ¿Para
qué sirven las democracias si las decisiones se toman en otra parte, muy lejos
de las urnas?
Estos días se ha difundido
una noticia preocupante: miles de estudiantes de las dos universidades canarias
están abandonando sus estudios, quizá por la dificultad de pagar las tasas
académicas, o por un ambiente de decepción que se palpa en el ambiente. Tal vez
se hayan vuelto incrédulos con los anuncios de nuestro querido gobierno regional,
siempre repletos de alegría, cargados de primavera, qué bueno vivir aquí con
tan buen clima y tantísimas oportunidades para que los recién titulados
encuentren trabajo, qué eficiente clase empresarial tan predispuesta a
acogerlos. Esos buenos deseos, esos análisis de lo bien que van las cosas por
aquí, de lo que estamos creciendo y de lo que vamos a crecer. Otra novedad que
refleja lo que nos está sucediendo es la siguiente: el Servicio Canario de
Salud convoca oposiciones para auxiliares administrativos, se presentan 40.000
personas para ocupar 614 plazas. Las pruebas se desarrollarán el 15 de mayo
próximo, y las plazas corresponden a los hospitales Materno Infantil y Doctor
Negrín de Gran Canaria, y Nuestra Señora de Candelaria, en Tenerife.
¿No les parece que
cosas como estas son las que reflejan la situación real? Fácil es decepcionarse,
pero hay que reencontrar la ilusión cada mañana.
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