domingo, 3 de abril de 2016

La Unión Deportiva y el complejo de inferioridad


Si el fútbol es un estado de ánimo, como dijera Jorge Valdano, no cabe duda de que los triunfos deportivos pueden elevar el ánimo de una comunidad decaída en épocas de crisis, suponen una alegría en momentos de penurias. Las islas han cumplido los objetivos de la reducción del déficit, pero a costa de un grave deterioro en los servicios sociales, en la educación, en la sanidad, las listas de espera, las pocas ayudas a la dependencia. Las corrupciones acechan en cada esquina y las universidades canarias siguen estando calificadas en el pelotón de los torpes. José Regidor, rector de la ULPGC, ha dicho con mucha razón que esto es reflejo de que nuestros políticos y nuestras capas dirigentes no apuestan por el I+D. Es estúpido que el gobierno regional se empeñe en publicar informes optimistas sobre nuestra situación, ni los titulados de las dos universidades encuentran fácilmente trabajo, ni aquí se leen más libros y periódicos que en la media nacional, ni aquí se están abriendo librerías, y así sucesivamente. En cambio disfrutamos puestos de cabeza en hechos tan negativos como el divorcio, el fracaso escolar, el paro, etc. Sin olvidar el daño que puede hacernos el cambio climático.

Como consecuencia de la larga crisis Canarias se ha empobrecido aunque algunos acrecientan sus rendimientos pues los hoteles están repletos, los empresarios se frotan las manos pero el paro no desciende de manera significativa, el personal de los hoteles está sobrecargado porque se contrata poco. En este panorama, mucha gente ha vuelto a ser un poco más feliz que hace unas semanas por las sensaciones que deja el equipo amarillo, que por encima de todo quiere amarrarse a la Primera División. Ya hay quienes dicen que si el entrenador cántabro hubiese estado desde principio de temporada, el equipo estaría peleando por más altos logros. También hay quienes elogian el juego del equipo, que estaría en el camino de recordar los años gloriosos con aquella gente tan descomunal de los años setenta: Germán, Guedes, Tonono, etcétera. Frente a los presupuestos gigantescos de los otros equipos, frente a las figuras internacionales que cobran sueldos astronómicos, los grancanarios exhiben humildad y trabajo. La rebelión de los débiles también es posible, más de una vez David seguirá siendo capaz de vencer al Goliat de turno.

Quizá el secreto radique en que hemos de aceptar e integrar anímicamente nuestras circunstancias: nuestro lugar en el mundo, nuestra pequeñez geográfica, la distancia que padecemos frente a los centros de poder. Asumiendo esas carencias es como hemos de empezar a construirnos. No somos ni mejores ni peores que otros, sino que somos diferentes. Y asumiendo la diferencia es como hemos de encontrarnos a nosotros mismos, más allá de los clásicos complejos de inferioridad: nuestro acento es diferente, tenemos poca historia detrás, hemos sido un pueblo necesitado y por ello emigrante, nunca hemos conseguido grandes gestas ciudadanas. Pero las islas de hoy no son aquellas que padecieron personajes que sintieron la claustrofobia y la melancolía, las islas de hoy reciben 13 millones de turistas, y aquí residen unos colectivos importantes de gente venida de fuera que desea estar entre nosotros. Con los vuelos de bajo coste, el insular de hoy puede darse el lujo de realizar viajes que sus abuelos ni siquiera imaginaron. Cierto que nuestra sociedad tiene un nivel educativo y cultural bajo, somos gente poco lectora, que genera poca demanda de los productos culturales y artísticos que logran los creadores de esta tierra. Los docentes están cansados y desorientados por tantas reformas mal encaminadas, el déficit de los profesionales de la sanidad es evidente. El índice de paro, y muy en particular el juvenil, sigue siendo abultadísimo, por lo cual vamos a desprendernos de una generación bien preparada que habrá de preparar las maletas de las que hablaba Pedro Lezcano.

Después de tantos años de autonomía, el nacionalismo facilón y mal dirigido ha hecho mucho daño a la comunidad. Nuestros líderes recomendaron la necesidad de participar en las romerías, de conocer los barrancos y los usos tradicionales de la cultura rural ya casi extinta, encomiando una práctica exclusivamente melancólica, pero en vez de ello debieron impulsar reformas educativas para fortalecer en los centros de enseñanza los conocimientos relacionados con la industria turística y de manera primordial el conocimiento del inglés, del alemán y del francés, formando nuevas generaciones muy capacitadas. De este modo tendríamos personal preparado para trabajar en los puestos directivos del sector turístico, hoy acaparados por alemanes, holandeses, austriacos o suizos, puesto que ellos sí son capaces de manejar tres o cuatro idiomas. El nivel de éxito de nuestra autonomía se mide más por la ejecución de carreteras y autopistas, cuando había mucho dinero europeo, que por avanzar en las cuestiones de fondo.

El complejo de inferioridad que todavía late en el subconsciente colectivo de muchos ha de ir siendo arrinconado, cuanto antes mejor. Tan malo es el complejo de inferioridad como el narcisismo, entre ellos hay que escoger un camino intermedio. Pues en Canarias hay talentos tan capaces como los de otros lugares, aquí existe una creación notable, tanto en el deporte como en las letras, las bellas artes, la música, el teatro, el diseño. Y qué duda cabe de que el fútbol, el baloncesto o la lucha canaria son productos culturales que también sirven para articular una comunidad. Una creación que no tiene que vivir acomplejada porque nuestra cultura sea mayormente de circuito cerrado, con difícil salida al mundo. Lamentable que todavía existan las dobles barreras para que nuestros artistas plásticos expongan en el exterior.

La escuela canaria de fútbol, basada en el trabajo de la cantera y en ese fútbol reposado y armonioso similar al clásico fútbol suramericano –Argentina, Brasil– está proporcionando ya buenas alegrías. Porque, pese a estar atravesando la novatada del cambio de categoría, con un presupuesto bien modesto en comparación con los clubs ya asentados, esta Unión Deportiva está generando un estado de felicidad que no sentíamos hace mucho. El equipo ha venido a mostrarse más competitivo y fiable en el momento adecuado, y estos futbolistas –que hasta hace un par de meses pocos valoraban– despiertan cierta admiración en el exterior. Sin narcisismos que nos obnubilen, pero con el trabajo constante y gracias a la visión del entrenador y los equipos directivos el estadio Gran Canaria está llamado a vivir gestas importantes en los próximos años.
(Ilustraciones del periódico digital Tinta Amarilla)

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