Si bien Nicolás
Estévanez dijo que la patria es “de un almendro la dulce, fresca, inolvidable
sombra” el inquieto y polivalente José Antonio Luján estima que la patria puede
ser una piedra. Una obsidiana, una olivina, un basalto: en todo caso, un hijo
del remoto volcán que nos conformó hace millones de años. No en vano la roca
identifica al planeta en el que vivimos, al menos nos da una base de solidez y
arraigo frente a otros planetas licuados, gaseosos, nebulosos, tan ligeros que
ni siquiera son planetas. Aquí somos piedra de volcán y piedra de cumbre, y ahí
se alza el cielo de Artenara, radiante, ecología de riscos severos, cuevas
ancestrales, pinares y repoblaciones forestales. Piedra lunar. Crónica de una década (2006-2015), en Mercurio
Editorial, constituye un libro apretado, de 446 páginas, en el cual el autor
recoge algunas de sus muchas especulaciones sobre la insularidad, el mar, la
cultura y la sociedad. Una mirada constante sobre el entorno, desde las páginas
de este periódico y a lo largo de una década. Insular activo, animoso promotor
cultural, cronista que describe cuanto ve y autor de una prosa poética delicada
y melancólica, él no ha parado de dejar sus impresiones sobre el entorno y el
tiempo que le ha tocado vivir en él, sus paisajes, los personajes, la
literatura y los libros, el arte, las reflexiones y las cumbres como contexto
medioambiental. Desde el malditismo de Leopoldo María Panero a trabajos monográficos
sobre José Cástor Quintana Sánchez y Heraclio Quintana Sánchez, Luján siempre
ha vivido atento a los análisis culturales, a las tradiciones, construyendo
valiosas aproximaciones hacia los distintos elementos de eso que llamamos
identidad.
Siempre
hay una cierta melancolía a lo Alonso Quesada, una cierta claustrofobia
espiritual como trasfondo del escritor regional, que va desarrollando
periódicamente sus columnas, menudas en apariencia pero con una carga
conceptual interesante. El profesor ya jubilado, hijo predilecto de su pueblo
natal, está aprovechando su jubilación de una forma muy provechosa, como así lo
demuestran sus ya abundantes publicaciones, sus iniciativas de aquí y allá.
Promotor de la memoria de Miguel de Unamuno, autor de animosos paseos con
Antonio Bethencourt Massieu y el pintor Pepe Dámaso, desde la asociación de
cronistas siempre ha estado dedicado a potenciar y rescatar el paisaje físico y
emocional de la isla natal, y con especial protagonismo de su comarca cumbrera.
Es Luján una destacada voz de la memoria, presidente de la Junta de Cronistas
Oficiales de Canarias en este año 2015.
Como
en una Arcadia feliz, José Antonio vive los fines de semana y los periodos
vacacionales en el perfil cumbrero, donde cada verano disfruta la fiesta de la
Virgen de la Cuevita. En sus Crónicas de Artenara (hechos, personajes y
paisajes) dio a conocer la historia de anécdotas, situaciones y acontecimientos
del pueblo más alto de Gran Canaria en los últimos veinte años. Allí el autor
se embarcaba en amplias investigaciones etnográficas, la biografía de casi
medio centenar de protagonistas que integran la memoria del pueblo y coloristas
descripciones de los bravos riscos y solapones de la zona. José Antonio no ha
dejado de ser un pedagogo del paisaje y de las gentes, un observador cotidiano,
un hombre que con esa chispa de humor canario, ese juego irónico sobre las
cosas, contempla situaciones del ayer y el hoy. Y revaloriza los valores como
cuando reivindica la obra del pintor teldense José Arencibia Gil, autor de los murales
de la iglesia de San Matías, o consigue que obras de artistas como Máximo Riol
embellezcan su pueblo. Luján es un divulgador inquieto. Catedrático de Lengua
Castellana y Literatura, autor de más de quince publicaciones y trabajos de investigación
histórica sobre costumbres, tradiciones y toponimia, fue el creador y promotor
de la ruta de Unamuno en Gran Canaria, así como también desliza su mirada por
libros que se publican, sea la poesía de José María Millares, un libro erótico
de Rosario Valcárcel, la mirada de Lázaro Santana, la retrospectiva de Antonio
Cabrera Perera, la poesía de Luis Natera, la escultura de Luis Arencibia
Betancor y un largo etcétera. Una mirada atenta sobre lo que él denomina el
discreto panorama literario de la isla, en el cual “la poesía es el camino que
nos lleva al más precioso conocimiento del mundo”.
Veinte
años de colaboración en un diario registran a menudo la queja por el olvido que
la isla somete a su zona central. Sol, playa y cumbres es el modelo triunfante
en nuestro turismo de masas, que bate marcas de año en año, los hoteles
repletos porque una vez más nos beneficiamos de la desgracia ajena, esos países
árabes inmolados. Y por supuesto que es deseable que la tendencia se mantenga
pues nuestra única industria es un regalo de la naturaleza que ojalá respete el
cambio climático. ¿Pero por qué se ponen todos los huevos en la cesta de la
playa mientras la cultura, las tradiciones y la naturaleza quedan en el olvido?
Las otras islas tienen la ayuda de los parques nacionales, que completan su
oferta de sol y mar, es el caso de Lanzarote, Tenerife, La Palma y La Gomera.
Dice Luján, y con razón, que el territorio hay que venderlo de manera integral.
Porque la isla como conjunto apenas si existe para el visitante, ya que el
itinerario casi excluyente del turismo de masas es aeropuerto-hotel-todo
incluido-piscina-aeropuerto. Por economía distributiva hay que vender el
espacio de manera integral, aquí ni un parque natural ni la Reserva de la
Biosfera ofrecen un tirón tan rotundo como un parque nacional.
José
A. Luján es un humanista preocupado por los derroteros de la prisa de la
sociedad en que vivimos, y como tal añora las tertulias, las caminatas por los
senderos de antes, los rincones escondidos de la orografía risquera. Está
siempre dispuesto a mostrar los tesoros paisajísticos que el urbanita
desconoce, y, como un enciclopedista de la Ilustración, quiere saber un poco de
cada cosa. Finalmente, hay que felicitar a Jorge Liria, un editor muy
vocacional que sigue haciendo libros con buena apariencia, antes en Anroart y
ahora en Mercurio Editorial y otras marcas afines.
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