miércoles, 23 de diciembre de 2015

La patria es una piedra, según José A. Luján


Si bien Nicolás Estévanez dijo que la patria es “de un almendro la dulce, fresca, inolvidable sombra” el inquieto y polivalente José Antonio Luján estima que la patria puede ser una piedra. Una obsidiana, una olivina, un basalto: en todo caso, un hijo del remoto volcán que nos conformó hace millones de años. No en vano la roca identifica al planeta en el que vivimos, al menos nos da una base de solidez y arraigo frente a otros planetas licuados, gaseosos, nebulosos, tan ligeros que ni siquiera son planetas. Aquí somos piedra de volcán y piedra de cumbre, y ahí se alza el cielo de Artenara, radiante, ecología de riscos severos, cuevas ancestrales, pinares y repoblaciones forestales. Piedra lunar. Crónica de una década (2006-2015), en Mercurio Editorial, constituye un libro apretado, de 446 páginas, en el cual el autor recoge algunas de sus muchas especulaciones sobre la insularidad, el mar, la cultura y la sociedad. Una mirada constante sobre el entorno, desde las páginas de este periódico y a lo largo de una década. Insular activo, animoso promotor cultural, cronista que describe cuanto ve y autor de una prosa poética delicada y melancólica, él no ha parado de dejar sus impresiones sobre el entorno y el tiempo que le ha tocado vivir en él, sus paisajes, los personajes, la literatura y los libros, el arte, las reflexiones y las cumbres como contexto medioambiental. Desde el malditismo de Leopoldo María Panero a trabajos monográficos sobre José Cástor Quintana Sánchez y Heraclio Quintana Sánchez, Luján siempre ha vivido atento a los análisis culturales, a las tradiciones, construyendo valiosas aproximaciones hacia los distintos elementos de eso que llamamos identidad.

Siempre hay una cierta melancolía a lo Alonso Quesada, una cierta claustrofobia espiritual como trasfondo del escritor regional, que va desarrollando periódicamente sus columnas, menudas en apariencia pero con una carga conceptual interesante. El profesor ya jubilado, hijo predilecto de su pueblo natal, está aprovechando su jubilación de una forma muy provechosa, como así lo demuestran sus ya abundantes publicaciones, sus iniciativas de aquí y allá. Promotor de la memoria de Miguel de Unamuno, autor de animosos paseos con Antonio Bethencourt Massieu y el pintor Pepe Dámaso, desde la asociación de cronistas siempre ha estado dedicado a potenciar y rescatar el paisaje físico y emocional de la isla natal, y con especial protagonismo de su comarca cumbrera. Es Luján una destacada voz de la memoria, presidente de la Junta de Cronistas Oficiales de Canarias en este año 2015.

Como en una Arcadia feliz, José Antonio vive los fines de semana y los periodos vacacionales en el perfil cumbrero, donde cada verano disfruta la fiesta de la Virgen de la Cuevita. En sus Crónicas de Artenara (hechos, personajes y paisajes) dio a conocer la historia de anécdotas, situaciones y acontecimientos del pueblo más alto de Gran Canaria en los últimos veinte años. Allí el autor se embarcaba en amplias investigaciones etnográficas, la biografía de casi medio centenar de protagonistas que integran la memoria del pueblo y coloristas descripciones de los bravos riscos y solapones de la zona. José Antonio no ha dejado de ser un pedagogo del paisaje y de las gentes, un observador cotidiano, un hombre que con esa chispa de humor canario, ese juego irónico sobre las cosas, contempla situaciones del ayer y el hoy. Y revaloriza los valores como cuando reivindica la obra del pintor teldense José Arencibia Gil, autor de los murales de la iglesia de San Matías, o consigue que obras de artistas como Máximo Riol embellezcan su pueblo. Luján es un divulgador inquieto. Catedrático de Lengua Castellana y Literatura, autor de más de quince publicaciones y trabajos de investigación histórica sobre costumbres, tradiciones y toponimia, fue el creador y promotor de la ruta de Unamuno en Gran Canaria, así como también desliza su mirada por libros que se publican, sea la poesía de José María Millares, un libro erótico de Rosario Valcárcel, la mirada de Lázaro Santana, la retrospectiva de Antonio Cabrera Perera, la poesía de Luis Natera, la escultura de Luis Arencibia Betancor y un largo etcétera. Una mirada atenta sobre lo que él denomina el discreto panorama literario de la isla, en el cual “la poesía es el camino que nos lleva al más precioso conocimiento del mundo”.

Veinte años de colaboración en un diario registran a menudo la queja por el olvido que la isla somete a su zona central. Sol, playa y cumbres es el modelo triunfante en nuestro turismo de masas, que bate marcas de año en año, los hoteles repletos porque una vez más nos beneficiamos de la desgracia ajena, esos países árabes inmolados. Y por supuesto que es deseable que la tendencia se mantenga pues nuestra única industria es un regalo de la naturaleza que ojalá respete el cambio climático. ¿Pero por qué se ponen todos los huevos en la cesta de la playa mientras la cultura, las tradiciones y la naturaleza quedan en el olvido? Las otras islas tienen la ayuda de los parques nacionales, que completan su oferta de sol y mar, es el caso de Lanzarote, Tenerife, La Palma y La Gomera. Dice Luján, y con razón, que el territorio hay que venderlo de manera integral. Porque la isla como conjunto apenas si existe para el visitante, ya que el itinerario casi excluyente del turismo de masas es aeropuerto-hotel-todo incluido-piscina-aeropuerto. Por economía distributiva hay que vender el espacio de manera integral, aquí ni un parque natural ni la Reserva de la Biosfera ofrecen un tirón tan rotundo como un parque nacional.

José A. Luján es un humanista preocupado por los derroteros de la prisa de la sociedad en que vivimos, y como tal añora las tertulias, las caminatas por los senderos de antes, los rincones escondidos de la orografía risquera. Está siempre dispuesto a mostrar los tesoros paisajísticos que el urbanita desconoce, y, como un enciclopedista de la Ilustración, quiere saber un poco de cada cosa. Finalmente, hay que felicitar a Jorge Liria, un editor muy vocacional que sigue haciendo libros con buena apariencia, antes en Anroart y ahora en Mercurio Editorial y otras marcas afines.

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