Antonio
Morales, presidente actual del Cabildo grancanario, es un hombre noble y
luchador por su tierra. Creo que responde al perfil de político humanista
interesado por la cultura y comprometido con su tiempo, su visión es progresista
e integradora. Intenta defender su isla de la clásica deriva insularista del
Gobierno de Canarias, tan visible en el asunto de la gestión del suelo, los
obstáculos para la construcción de nuevos hoteles, los repartos del dinero, la
lucha por las infraestructuras, los censos de población inflados y etcétera. ¿Será,
acaso, que, con todos sus defectos, Paulino Rivero tenía una mirada más
regionalista que el señor Clavijo con su mochila de barrer para casa?
Hace
bien Morales en poner el acento en el destrozo climático que se avecina en este
archipiélago, tan dependiente del modelo turístico, con tantos kilómetros de
playas y con tantos fenómenos meteorológicos adversos. Unas islas donde las
energías renovables podrían tener un gran protagonismo, que desde luego no se
aprovecha. Con las posibilidades que nos otorga este sol y este viento nuestros
hacemos poco por reducir la factura eléctrica basada en energías fósiles, el
temible y casi maldito petróleo. Nuestro clima se está volviendo tropical, con
lluvias escasas pero violentas, con fragilidad evidente si se confirma la
elevación del nivel del mar en los próximos años. El riesgo de inundaciones en
ciudades costeras como las nuestras es considerable. Y, como anuncia el
Cabildo, hay zonas de especial vulnerabilidad ante los acontecimientos que se
avecinan: la central eléctrica de Jinámar, las playas de Las Canteras,
Alcaravaneras, La Laja y El Confital, así como Bocabarranco tienen especial
riesgo de inundación. ¿Qué decir de otras zonas tan importantes turísticamente
como Playa del Inglés, Los Cristianos, Playa de las Américas, Morro Jable, Corralejo,
Costa Teguise, y demás?
La
gestión del suelo y del agua, el asunto nada desdeñable del modelo energético,
la agricultura y la ganadería, el transporte, y otros asuntos vinculados al
cambio climático exigen actuaciones enérgicas y que no pueden seguir en el
desván por mucho tiempo. Según expertos de la Universidad de La Laguna,
Canarias obviamente no está preparada para las repercusiones del cambio
climático que se avecina, y no ha iniciado la toma de decisiones
imprescindibles ante el calentamiento global. El calentamiento del agua
oceánica en la zona de nuestras islas incrementará el fenómeno de las lluvias
dañinas, mientras que la cercanía del desierto hará que las olas de calor sean
más constantes, y origine mayor riesgo de incendios forestales. Habrá lluvias y
sequías más intensas, mayores olas de calor, oleajes con más daños sobre el
entorno marino, etcétera.
¿Qué
efectos reales se pueden esperar de la cumbre de París en estos días
prenavideños que inevitablemente asociamos con una sensación de euforia,
compras, festejos, cenas copiosas? En principio, parece que ya existe un
consenso superior al 98 por ciento entre los expertos en el sentido de afirmar
que el cambio climático es real y no es una broma como en su momento comentaron
el presidente Bush, el señor Aznar o incluso el señor Rajoy. En el 2007 Rajoy,
entonces presidente del PP, no creía en el cambio climático porque un primo
suyo, catedrático de Física en la universidad de Sevilla, le había prometido
que “no era posible predecir ni siquiera el tiempo que va a hacer mañana en
Sevilla”. Ahora los casi 200 países que participan en las negociaciones han
aceptado que es preciso limitar el incremento de la temperatura media global a
un máximo de 2 grados centígrados para el año 2100 y 177 de ellos han
presentado compromisos voluntarios de reducción de emisiones de efecto
invernadero. El presidente norteamericano ha mostrado un hilo de esperanza al
declarar que si todos los países participantes deciden actuar ahora, no será
demasiado tarde para la última generación que puede hacer algo para paliar el
desastre. Es importante constatar que asume el hecho de que EE.UU, la mayor
economía del mundo y segundo país emisor, no solo reconoce su papel en la
creación de este problema sino que acepta su responsabilidad y está obligado a
actuar. La acción global, señala Obama, no tiene por qué dañar el crecimiento
económico. España, por su parte, continúa originando efectos negativos como el
que más pues a pesar de la grandilocuencia de las promesas y de los análisis
del gobierno, estamos entre los que más contaminan de Europa. En ciudades como
Madrid es más que visible el efecto pernicioso de la contaminación cuando las
lluvias tardan en aparecer; el paraguas de suciedad atmosférica sobre la
capital es muy apreciable.
Un
país de clima cálido y con tantas horas de sol apenas aprovecha las energías
renovables, nuestra dependencia del petróleo y del gas natural es absoluta;
entretanto, la tarifa de la luz no para de incrementarse con maniobras mafiosas
de las eléctricas. No hay tiempo de espera. El cambio de modelo energético
tiene que ser una prioridad. Los técnicos nos dicen que es viable, aunque su
costo será muy importante. Pero ¿y si esa reconversión es la única opción de
supervivencia? Se decía hace poco que los cambios serían lentos y hasta el año
2100 no iban a ser tan apreciables, pero ahora ese discurso ha cambiado. Y se
habla de que, si no se llega a actuaciones conjuntas, el 2050 sería el año
terrible.
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