La literatura es un camino de búsqueda y de realización
personal, crea mundos paralelos a lo real y lo hace a través de la palabra y la
imaginación. Aquí, después de la pandemia se están multiplicando las
presentaciones de libros, las convocatorias de grupos poéticos, cada vez más
numerosos. La escritura se ha democratizado y cualquiera puede y debe sacar a
la luz sus propuestas. Claro que a veces, la literatura entendida como
competición puede generar arañazos en su fase de enfermedad infantil, eso me
pasó con Alexis Ravelo en aquellos lejanos tiempos de la Asociación Canaria de
Escritores. Hubo más: perdí amistades con Juan R. Tramunt, autor teatral que
siempre le comenté a Antonio Lozano como merecedor de ser incluido en sus
festivales de Agüimes, perdí aliento con Santiago Gil, con María Jesús
Alvarado, Juan Carlos de Sancho y tantos otros. Pero la literatura ha de ser un
camino de convivencia y de solidaridad, o no será nada. Establecer
competitividad entre los letraheridos es un error básico, porque cada cual
aporta algo que siempre será valioso.
Poco antes de su muerte Alexis estuvo internado en el
Hospital Insular, pero casualmente nos encontramos Rosario y yo con él y su
joven mujer Thalía haciendo la compra. Nada más vernos de lejos ellos dos
dejaron lo que estaban haciendo y vinieron a darnos abrazos improvisados y
urgentes, y la escena se repitió cuando nos íbamos. Creo que Alexis tenía una
premonición: le quedaba muy poco tiempo.
A los pocos días también yo fui internado dos semanas
en otro centro hospitalario, en el que me diagnosticaron ciertos padecimientos
de manifiesta gravedad. La literatura es una luz tan efímera como la propia
vida, y sobre todo lamenté aquel lunes de su muerte no poder asistir al
tanatorio San Miguel para despedirme del amigo por última vez. Somos como
aquellos pabilos de la noche de difuntos que encendía mi madre en vasos con aceite.
¿Qué es un escritor sino un quijotesco soñador de
mundos diferentes, mundos propios en los que se refleja él mismo, su época, sus
sueños? Si Alexis y su joven compañera vivían de una forma tan austera, si carecían
de todo tipo de lujos, si eran de temperamento bohemio pero Alexis vendía
ediciones tras ediciones, si ganaba premio tras premio y ya era reconocido a
nivel nacional, a veces me pregunto si recibió los derechos de autor que le
correspondían. Alexis se despidió de sus actividades en La Palma porque se
sintió enfermo, y algo parecido debió sucederle a Dolores Campos-Herrero, que
también tenía el presentimiento de que le quedaba poco tiempo por su cáncer.
Por eso en sus últimos años de vida tanto Alexis como Dolores publicaron de
manera intensiva, acaso porque sentían próximo su final.
La literatura debe generar una especie de hermandad entre quienes la cultivan porque no vivimos en un país donde se valore a los autores, de ahí que me alegro mucho de poder recuperar la amistad de gente que escribe y trabaja como yo por amor a la belleza, y al cultivo de historias que nos traigan algún mensaje. A fin de cuentas, podemos afirmar que los escritores somos una pequeña tribu despegada del conjunto social, nos sigue poca gente, tenemos parecidas carencias, podemos sentirnos en orfandad respecto a las instituciones y al poder. La cultura es aburrida, oigo decir por ahí, y sin embargo en la biblioteca de Arucas tuvimos el viernes 10 un acto divertido y lúdico con cuatro parejas de escritores que escriben, y muchos asistentes entre el público. Fue el acto más entrañable en mucho tiempo. Manuel Díaz es un activista ejemplar, gracias por todo lo que hace, por todo lo que promueve. Él y su joven mujer, siempre dispuestos a ayudar.
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