Alberto y Sonia cumplían en el mismo mes los 50, y por ello decidieron convocar a un grupo de amigos en el restaurante que más les gustaba. Allí disfrutarían la algarabía con compañeros de la infancia, colegas de la universidad, algún pariente. Anécdotas divertidas, recuerdos, y la constatación de que la lanza del tiempo todo lo hiere. Su único hijo, Arturo, en la mesa presidencial con su ultima pareja, que tal vez no sería la última.
Al llegar la medianoche se fueron al mejor hotel recién inaugurado. En el MP3 pusieron el Bolero de Ravel, su crescendo les recordaba noches de vino y rosas cuando el deseo era tan punzante, irresistible. Pero Alberto y Sonia casi habían perdido las ganas, no en vano llevaban casados veinticuatro años. Por eso antes del amanecer cada uno fue discretamente al baño y satisfizo sus deseos en solitario.
(De Cuentos traviesos/Cuentos gozosos, Mercurio Editorial)
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