Hernando Pacific Gnecco, Colombia
Por los años 60, en Nueva York surge el minimalismo como un movimiento artístico en respuesta al expresionismo abstracto. El término acuñado por el filósofo Richard Wollheim se refería a las pinturas de Reindhart y Duchamp, y la música de Eduardo Sanguinetti. Este movimiento artístico emplea componentes mínimos y básicos: colores puros, geometría simple, materiales elementales. Pretende mayor participación del espectador y menos del artista, busca estimular lo intelectual. Inicialmente la pintura y la escultura impulsaron esta corriente a la que se suman la arquitectura y el diseño. La estructura se reduce a lo necesario; la influencia japonesa es evidente. Para la filosofía zen, mediante la simplicidad se logra la libertad interior. Hasta la música ha sido influenciada. Y es que para alcanzar la excelencia en esta tendencia se requiere habilidad, conocimiento, preparación. La combinación del artefacto con la naturaleza es valor fundamental, evitando el exceso de materiales.
En la vida cotidiana, se busca austeridad y sobriedad. El desapego a las cosas es tomado del budismo; se requiere de un proceso mental para liberarse de objetos con carga emocional. Incluso, existen tendencias gastronómicas minimalistas. Para el minimalista, hay que salir de la esclavitud consumista. La vida sencilla implica también trabajos más acordes con ese estilo de vida. El minimalismo permite reducir costos y gastos para apuntar al consumo consciente; la moda no es la directriz fundamental. Muchos de sus cultores afirman que el consumo en exceso busca llenar vacíos emocionales.
Frente al fenómeno de lo comercial, el minimalismo apunta a conceptos como la creatividad, la optimización, no acumular ni desperdiciar, no a los excesos. Esto, aplicado a la cotidianidad, significa que menos es más. Más minimalismo es menos consumo y más ahorro. Menos alimentos en la nevera o en la alacena, menos desperdicio, menos envases, menos plástico. Menos ropa, menos moda, menos decoración. Menos vehículos a motor, menos fábricas, menor consumo de energía, menos contaminación. Más bicicletas, mejor alimentación, mejor condición física, menos enfermedades, más tiempo libre y vida más saludable. Muchos más beneficios que perjuicios: mayor sostenibilidad, uso racional de los recursos, menos deudas, mejor manera de vivir. Sí, algunas industrias de lo fútil podrán afectarse, pero el planeta lo agradecerá. ¿Se sumaría usted al reto del minimalismo?
“Si comes lentejas no serás sumiso y no tendrás que adular al emperador”, decía Diógenes de Sinope. La escuela cínica de Antístenes, siglo IV AC, promovió la vida austera: la civilización era un mal y la felicidad venía de una vida simple y acorde con la naturaleza. El hombre lleva en sí mismo los elementos para ser feliz, aseveraban; por ello, despreciaban la riqueza y se despreocupaban de lo material. Cuantas menos necesidades tenía un hombre, más libre y feliz era. Bastante exagerados fueron los cínicos; casi llegaban a la miseria. Son ellos, en Occidente, las primeras referencias a un estilo de vida austero en exceso, que sería referente de otros y, muchos siglos después, una respuesta al agobiante consumismo que nos legó el siglo XX.Muchas tendencias posteriores se basaron en esta filosofía. París, en el siglo XIX, ve nacer la bohemia, término que alude a los gitanos por su procedencia checa. Ese estilo de vida y su escala de valores, adoptados por los artistas e intelectuales de entonces, cuestionaban a la rígida sociedad burguesa y patriarcal. Consideraron a la estética, la etiqueta y el materialismo tradicional como barreras para su libertad; el conocimiento, las ideas, el arte y la intelectualidad son lo más importante. La emoción poética está por encima de las angustias de la carne y el espíritu, confesaba Emilio Carrere. Antonio Espina les criticaba: “La bohemia es miseria disimulada con la belleza, el hambre sobrellevada con humorismo”. Los lánguidos faroles de la noctámbula bohemia madrileña vieron surgir la generación del 98, el novecentismo y la generación del 27. Estos personajes han existido siempre; empero, la bohemia es distinta al minimalismo.
Por los años 60, en Nueva York surge el minimalismo como un movimiento artístico en respuesta al expresionismo abstracto. El término acuñado por el filósofo Richard Wollheim se refería a las pinturas de Reindhart y Duchamp, y la música de Eduardo Sanguinetti. Este movimiento artístico emplea componentes mínimos y básicos: colores puros, geometría simple, materiales elementales. Pretende mayor participación del espectador y menos del artista, busca estimular lo intelectual. Inicialmente la pintura y la escultura impulsaron esta corriente a la que se suman la arquitectura y el diseño. La estructura se reduce a lo necesario; la influencia japonesa es evidente. Para la filosofía zen, mediante la simplicidad se logra la libertad interior. Hasta la música ha sido influenciada. Y es que para alcanzar la excelencia en esta tendencia se requiere habilidad, conocimiento, preparación. La combinación del artefacto con la naturaleza es valor fundamental, evitando el exceso de materiales.
En la vida cotidiana, se busca austeridad y sobriedad. El desapego a las cosas es tomado del budismo; se requiere de un proceso mental para liberarse de objetos con carga emocional. Incluso, existen tendencias gastronómicas minimalistas. Para el minimalista, hay que salir de la esclavitud consumista. La vida sencilla implica también trabajos más acordes con ese estilo de vida. El minimalismo permite reducir costos y gastos para apuntar al consumo consciente; la moda no es la directriz fundamental. Muchos de sus cultores afirman que el consumo en exceso busca llenar vacíos emocionales.
Frente al fenómeno de lo comercial, el minimalismo apunta a conceptos como la creatividad, la optimización, no acumular ni desperdiciar, no a los excesos. Esto, aplicado a la cotidianidad, significa que menos es más. Más minimalismo es menos consumo y más ahorro. Menos alimentos en la nevera o en la alacena, menos desperdicio, menos envases, menos plástico. Menos ropa, menos moda, menos decoración. Menos vehículos a motor, menos fábricas, menor consumo de energía, menos contaminación. Más bicicletas, mejor alimentación, mejor condición física, menos enfermedades, más tiempo libre y vida más saludable. Muchos más beneficios que perjuicios: mayor sostenibilidad, uso racional de los recursos, menos deudas, mejor manera de vivir. Sí, algunas industrias de lo fútil podrán afectarse, pero el planeta lo agradecerá. ¿Se sumaría usted al reto del minimalismo?
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