viernes, 15 de junio de 2018

Robots para cuidarnos cuando viejos


Había una película con un título cruel, No es país para viejos, de los hermanos Coen, con Javier Bardem en papel estelar. Estamos dando pasos acelerados hacia la desmembración familiar y este es un fenómeno que nos va a afectar cada vez en mayor medida. Pasas por una calle céntrica y te das cuenta de que hay viviendas con las puertas y ventanas cerradas. En muchos pueblos del interior de las islas las casas vacías que se van cayendo de puro viejas llegan a ser la mayoría. Y hay personas mayores que viven solas. Dicen los números que al comienzo de la década de los 80 las mujeres mayores que vivían solas en este país no llegaban al medio millón pero desde entonces se han multiplicado por tres. Las mujeres viven más años que los hombres, actualmente en España son 1,4 millones de mujeres que viven solas por solo 0,6 millones de hombres. Que cada vez más personas mayores vivan solas es un fenómeno con varias causas, y la más importante es que el número de hijos ha ido disminuyendo de manera alarmante. La mayoría de los españoles considera que hoy se atiende peor a los padres mayores que en las generaciones anteriores. Se tiene poco contacto con los familiares de más edad, el envejecimiento de la población se dispara porque crece la expectativa de vida, y lo que más crece es el número de mayores de 80 años. Parece que las mujeres llegan mucho más a edades avanzadas, pero lo hacen en peores condiciones de salud que los varones. Es frecuente que las inmigrantes latinoamericanas consigan trabajo como cuidadoras de personas mayores, y se piensa que en el futuro habrá robots que podrán ayudar en este mismo sentido.
Canarias envejece: los mayores de 64 ya superan a los menores de 16, y este es un país cada vez más envejecido. Las islas eran hasta hace poco una de las regiones con más jóvenes, pero la natalidad ha caído. En tiempos de Franco había unos premios de natalidad que inevitablemente iban a provincias andaluzas y a Canarias, en el sur de Gran Canaria había familias con 18, 20 y 22 hijos. Debe ser que el dictador se había dado cuenta de que vivíamos en un país casi vacío, y hasta hace poco éramos una sociedad en plena expansión, con potencial para crecer. Ahora mismo las regiones más envejecidas son Asturias, Galicia y Castilla-León, mientras que Ceuta y Melilla, Murcia, Andalucía y Baleares son las que tienen más jóvenes. Y España es uno de los países que destina menos recursos al cuidado de las personas mayores, tenemos uno de los menores índices de plazas residenciales para mayores de toda Europa. La tasa queda por muy por detrás de la de naciones del entorno como Francia, Alemania, Suecia o Reino Unido. España también está a la cola en plazas de hospital para enfermos crónicos, según el mismo informe de Antares de 2014, que califica de inquietante la gestión del proceso de envejecimiento en España, donde los mayores suponen ya hasta el 70 por ciento del gasto sanitario. Se ha investigado poco sobre la soledad y su repercusión sobre la salud, pero sí se sabe que los hombres mayores que viven solos se suicidan con mayor frecuencia que las mujeres.
En Japón, país de la alta tecnología, ya están aplicando la robótica al cuidado de ancianos, lo que supone una revolución para una sociedad envejecida que, junto con España, Suiza y Australia, disfruta de la esperanza de vida más alta del mundo: 86 años para las mujeres y 80 para los hombres. De sus 127 millones de habitantes, casi la tercera parte tiene más de 65 años. Entre ellos hay 65.000 centenarios, la cifra más alta del mundo, y un serio reto que, al aumentar cada año, obliga a buscar soluciones. A los mayores de la residencia Shintomi, en Tokio, no los levanta cada mañana un despertador sino un pequeño robot azul y blanco de brillantes ojos negros, que preside sus mesillas de noche junto a sus pastillas. Además de darles los buenos días y recordarles las horas de su medicación, este «muñeco», de treinta centímetros, dispone de una cámara con rayos infrarrojos para detectar si los ancianos se caen de la cama, lo que haría saltar una alarma en los móviles de los cuidadores. Cuesta 300.000 yenes (2.300 euros) y es capaz de entablar una conversación sencilla con los mayores, para que no se sientan solos.
Por sus raíces latinas y católicas, España sigue siendo uno de los países más familiares. Esta tradición de ayuda ha hecho que el Estado se libere de responsabilidades, pero ahora sucede que somos uno de los países con menos recursos públicos destinados al envejecimiento. La red familiar ha ido desapareciendo y sin embargo, los recursos públicos no han crecido de forma acompasada. En España el Estado de Bienestar aún se mantiene gracias al cuidado de familiares o personas contratadas por las familias, muchas veces en condiciones económicas y laborales que dejan mucho que desear, diagnostica José Antonio López Trigo, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG).
La soledad es un problema que se acentúa en estos tiempos. En la globalización existen más telecontactos, hay más sectas, hay más foros, más clubes, más tribus urbanas. Perdemos la mirada del otro, olvidamos el pensamiento de los clásicos griegos. Aristóteles decía que el hombre es un animal social, a través de la palabra y del conocimiento fundamenta su progreso. En cambio el británico Hobbes pensaba que la sociabilidad es una carga, el hombre es un lobo para el hombre. Jean Paul Sartre, patrón del existencialismo, afirmaba que el infierno son los que nos rodean. Hoy, en pleno debate sobre la evolución, el ser humano tiene la tendencia de volver a la selva, subirse al árbol, comerse el fruto sin reconocerse en los demás. Una cosa es la soledad elegida y otra bien distinta la soledad impuesta. Ni el hacinamiento de abejas y hormigas, ni el gregarismo de las mayorías silenciosas. Existimos con los demás, interdependientes. Pues somos solitarios y comunitarios a un tiempo, contradictorios y febriles. Si tenemos la posibilidad de elegir, bienvenida sea la soledad y bienvenida la compañía. La pareja humana también anda en crisis, ya a nadie le sorprende que la mitad de los matrimonios se disuelvan más pronto que tarde. Psicólogos y psiquiatras se van a forrar, pero quienes peor lo van a pasar son los ancianos.

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