Los
politólogos, esos especialistas en la cosa política, se han dado cuenta de que
los votantes de Canarias responden mayoritariamente a criterios prácticos, pues
se pudiera afirmar que son votantes de tendencia centrista poco ideologizados,
que generan cambios cíclicos de tendencia. Así por ejemplo en la ciudad de Las
Palmas hemos tenido al cabo de los años mayorías muy significativas de Unión de
Centro Democrático, Partido Socialista, Unión del Pueblo Canario, Partido
Popular y Podemos. En las elecciones locales de mayo y en la última
convocatoria a las urnas, el 20-D, en la capital grancanaria obtuvo la primera
posición el partido de Pablo Iglesias, con lo cual el votante manifestó un
claro deseo de cambio frente al bipartidismo tradicional, y a los males que le
son asociados. También ganó podemos en La Laguna, Santa Lucía de Tirajana,
Lanzarote y Fuerteventura. El hundimiento del Partido Socialista y la enorme
pérdida de votos del Partido Popular quedaron de manifiesto sobre el tablero. Y
eso que en la capital grancanaria arrasaban u obtenían mayorías más que
significativas personajes como Adolfo Suárez, Juan Rodríguez Doreste, incluso
Manuel Bermejo, Jerónimo Saavedra, y no digamos el efecto triunfante de José
Manuel Soria y de la también alcaldesa Pepa Luzardo en años dorados que
difícilmente volverán. Está claro que el ejercicio del poder pasa factura.
Mientras
Mariano Rajoy y los otros tres mosqueteros se siguen buscando a sí mismos y no
parece que les resulte fácil encontrarse, mientras la ciudadanía espera que más
pronto que tarde se conforme una mayoría de gobierno capaz de ser estable y
fiable alejando así el riesgo de unas nuevas elecciones, en Alemania van a
reeditar el libro “Mein Kampf”, Mi lucha, la célebre autobiografía de Adolf Hitler
que en su día era un regalo típico para los recién casados, y que estaba en
todos los hogares de la Alemania nazi. Se publicó por primera vez en 1925, es
decir hace 90 años, y se vendieron millones de ejemplares. Desde hace 70 años
el estado de Baviera ha evitado volver a publicar el manifiesto del líder que
llevó a su país a la ruina, pero este 8 de enero el Instituto para la Historia
Contemporánea de Munich presentará una nueva edición. En España también se hará
algo parecido. ¿Es peligroso que se reedite un libro con tal propuesta de
exaltación de una ideología totalitaria? La extrema derecha ha aparecido con
mayor o menor éxito en las convocatorias electorales de Francia, Grecia,
Austria y otros países, aupada por la crisis económica y la abundante inmigración.
Por suerte, pese a la crisis económica y a la inmigración no parece que entre
nosotros tenga fortuna.
En
el patio nacional, en estas semanas asistiremos a múltiples forcejeos
encaminados a establecer un diálogo viable y constructivo entre las distintas
fuerzas políticas. No tenemos aquí cultura democrática de las coaliciones
electorales, que tanto se llevan en los países europeos sin que nadie se rasgue
las vestiduras. En algunos de estos países se da la circunstancia de que los
presidentes de gobierno no figuraban en los partidos más votados, sino que a
veces la necesaria negociación acaba llevando al poder a un líder aparentemente
minoritario, pero capaz de conciliar voluntades. De eso se trata, ya que la
política es el arte de lo posible. Porque si hubiese que ir de nuevo a votar,
sería una clara muestra del fracaso de los dirigentes tanto de los partidos
tradicionales, eso que ahora llaman “la casta”, como de las nuevas
incorporaciones al Congreso de los Diputados. Significativo el varapalo al
señor Artur Mas, incapaz de obtener apoyos para proseguir con su locura y que
condena a los catalanes a otro periodo de indefinición, con lo cual el proceso
independentista entra en crisis.
¿Tienen
nuestros políticos suficiente capacidad de diálogo y de consenso? ¿O más bien
exhiben la tendencia de parapetarse en sus ideas, que intentan imponer al resto
sin ninguna contemplación, sin capacidad de limar asperezas, hacer concesiones
y, en definitiva, negociar salidas apropiadas para la situación creada tras las
urnas del 20 de diciembre? Los ciudadanos contemplan a los partidos políticos
como maquinarias pesadas, poco dispuestas a ceder en sus apetencias de poder.
Rajoy no va a dar un paso atrás para que otro dirigente, tal vez con mejores
modales y capacidad de consenso, acaso la vicepresidenta Soraya, intente pactar
realmente la pretendida coalición entre el PP, PSOE y Ciudadanos. Por otro
lado, Pedro Sánchez tiene dificultades para articular su propuesta de irse a la
izquierda con Podemos y los distintos bloques que incluyen independentistas.
Nadie quiere echarse a un lado para propiciar mejores fórmulas de
entendimiento, cada cual quiere llevarse el pescado a su huerto sin hacer caso
a nadie más. ¿Y si hubiera elecciones de nuevo, serían a costa del Partido
Socialista, embarullado en la lucha interna de tanta apetencia de poder, y de
Ciudadanos, cuyo timorato líder cometió tantos errores de indefinición y
contradicciones en la última semana de campaña? ¿No perdería también votos el
PP si es incapaz de presentar otro candidato? ¿Subiría votos Podemos, incluso
en islas tan rurales como La Palma o tan turísticas como Fuerteventura y Lanzarote?
En
apariencia el señor Rajoy quiere mantenerse en su palacete pese a que en su
mandato estalló el independentismo catalán, se hundió el bipartidismo, se
enseñoreó la corrupción mientras se disparaba la desigualdad y era frenado el
paro con contratos basura. Tanto PP como PSOE necesitan congresos
extraordinarios, que trajeran mejores candidatos a la presidencia. Pero, obviamente,
los que ya están se niegan con todas sus fuerzas a perder la poltrona. Don
Mariano, rehén de Aznar y don Pedro Sánchez, maniatado por doña Susana la
andaluza, Albert Rivera con sus grandes titubeos en la última semana de
campaña, y el exultante Pablo Iglesias, discípulo fiel de las televisiones pero
disgregado también en fuerzas regionales soberanistas que no le garantizan un
apoyo pleno. Además de esto tenemos a Artur Mas suplicante torpón ante la CUP y
que, al igual que el clan de los Pujol tiene cuentas pendientes en los
juzgados, y los emergentes sin escaños suficientes como para lograr una nueva
gobernanza. ¿Nos impondrán una pausa de seis meses, si nos obligan a votar de
nuevo en primavera? ¿Y quién garantiza que no se repitan los resultados que ya
se dieron el 20 de diciembre, con lo cual volveríamos a una tela de araña de
difícil arreglo?
Publicado en www.laprovincia.es el lunes 11 de enero
Publicado en www.laprovincia.es el lunes 11 de enero
Me ha gustado mucho su reflexión y el análisis de la situación. El otro día compartí mesa con un amigo alemán y le pregunté por su opinión respecto a la publicación de "Mi lucha". me impresionó la tranquilidad con la que me respondió. No le daba mayor importancia, dado que por lo que me contaba se trata de una edición con muchos comentarios y acotaciones, como "un estudio científico" del texto, nada más. Eso me dijo, y su tranquilidad y objetividad me hicieron pensar que las comparaciones son odiosas, pero realmente ¡Cuánto se echa de menos en estos tiempos de política las visiones científicas y los análisis objetivos de lo que se vive en España! La polarización y el maniqueísmo en el que se desenvuelve la sociedad española, alentada por el histrionismo de los medios de comunicación y las redes sociales, tras casi cuarenta años de democracia, es sinceramente, más que preocupante. Ante todo, mantengamos la calma. Frialdad germana...o algo parecido.
ResponderEliminarMuchas gracias, estimada Marta. En efecto: parece que podría resultar "inocua" esta nueva edición hitleriana, pero creo que en realidad puede dar alas a los movimientos neonazis de media Europa Y ahora Alemania con el problema de los refugiados que se dedican a molestar e incluso a violar a las mujeres; contradicciones a tope
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