lunes, 20 de marzo de 2023

El fútbol, el negocio y la ética



Hace mucho que el fútbol ya no es un mero deporte sino que se ha convertido en un gigantesco negocio global, por algo los países árabes ricos compran equipos de fútbol, y hasta China hace sus intentonas. Ya Jorge Valdano lo señaló hace tiempo: ahora en el fútbol hay más dinero en circulación que talento. El jugador se ha convertido en un hombre de negocios, un empresario de sí mismo, y el juego no repara en cuestiones éticas.

Si será importante el fútbol-espectáculo-negocio que hasta el rey de Marruecos tiene un interés especial en que su país participe en la candidatura España-Portugal para un próximo mundial, el de 2030. El monarca justifica su aspiración afirmando que será la candidatura de la unión entre África y Europa, el norte y el sur del Mediterráneo, y entre los mundos africano, árabe y euro-mediterráneo. La petición tiene un significado político evidente, y es consecuencia del nuevo rumbo de las relaciones bilaterales, que van a seguir siendo incómodas, nunca estarán aseguradas. También será -dice el rey- una candidatura que reunirá lo mejor de ambas partes y la demostración de una alianza de genio, creatividad, experiencia y recursos.

El monarca afirma que quiere hacer del fútbol en Marruecos una palanca de éxito y desarrollo humano sostenible, porque, "además de ser una pasión y la expresión de un talento creativo, el fútbol es una visión de futuro, un compromiso a largo plazo, una gobernanza eficiente y una inversión en infraestructuras y en capital humano”. Todo esto en teoría está muy bien, aunque se le podría argumentar que incluso sería todavía más prioritario elevar el nivel de vida de sus súbditos más humildes, ofrecer mejores perspectivas de empleo a los jóvenes, para que no tuvieran que jugarse la vida en las pateras intentando llegar a Europa.

Mohamed VI recuerda en su mensaje que el fútbol marroquí honró a África en el pasado Mundial de Qatar 2022, donde la selección magrebí quedó cuarta, y exalta los valores de juego solidario que entraña el deporte, además de utilizar sus éxitos como respaldos patrióticos al papel de su gobierno.

Estamos en un momento en que los valores han cambiado. Aquello de la honorabilidad, de la ética, del esfuerzo colectivo y del juego limpio que mostraba el deporte en sus orígenes se ha trocado en un exacerbado individualismo, combinado con el pragmatismo que impone este mensaje: todo vale para lograr el triunfo, incluso vale utilizar estrategias ilegales. El “fair play” se fue al baúl de los recuerdos desde hace tiempo, y abundan las interferencias en busca de ventajas, lo cual incluye episodios de compra de árbitros y amaño de partidos.

Tuve la suerte de ver a aquellos héroes del fútbol canario, la Unión Deportiva de Tonono, Guedes, Germán y un largo etcétera, en que la cantera exhibía sus virtudes, con la incorporación después de figuras del fútbol suramericano, particularmente del argentino, con el que teníamos la misma vocación del buen juego.

El Barcelona como ejemplo del juego combinativo y con vocación ofensiva, fue inspirador de la selección española. El Real Madrid siempre fue el equipo incapaz de darse por derrotado hasta el minuto 90, sus grandes recursos y sus éxitos quedan reflejados en sus 14 Copas de Europa. Ahora que las televisiones transmiten todas las ligas porque hay demanda de espectáculo, bueno sería recordar que a fin de cuentas se trata de un deporte y de un juego en el que interviene el azar, con aciertos y fallos humanos, también los postes y los largueros que evitan goles cantados. Y luego está la disparidad de criterios: en el fútbol inglés hay pocos jugadores expulsados, pero en el español se baten todos los records. ¿Por qué esos criterios tan diferentes?

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