Recuerdo los tiempos en que los extranjeros llegaban a los pueblos rurales de la isla, miraban y cuando algo les gustaba ponían un asombroso fajo de billetes sobre la mesa. ¿Cómo se iba a resistir aquella pobre gente cuya vida había sido pastorear cabras, hacer queso, criar cochinos y gallinas, esperar la lluvia que salvara la cosecha, si le estaban ofreciendo una gran cantidad de dinero por la vieja casa, por el corral, por la tierra escasa donde cultivaban papas y algún frutal? Y de qué manera se beneficiaban los alemanes cuando el cambio de su moneda era infinitamente favorable frente a la débil peseta. Años después, cuando Cubillo y su movimiento independentista, en las carreteras aparecían pintadas: No vendas tu isla al extranjero. Era la resistencia numantina, a lo Tanausú. Pero a los de fuera les gustaba la isla, y fueron estableciéndose. Aquí la compraventa de viviendas por foráneos, tanto residentes como no residentes, se ha incrementado un 75 por ciento el año pasado. Solo en el tercer trimestre, estas transacciones crecieron hasta las 2.808 operaciones, frente a las 1.888 registradas en el mismo periodo de 2021. Esto supone casi el doble, concretamente un 48,7% de compraventas realizadas por foráneos.
Está claro que tenemos un fenómeno de
superpoblación en las zonas turísticas y, paralelamente, un vaciamiento
demográfico en las cumbres. En Hawaii la superficie es de 28.310 kilómetros
cuadrados con apenas 1.300.000 habitantes, mientras que aquí solo tenemos 7.493
kilómetros, casi la cuarta parte que en Hawaii, pero casi el doble de gente. Y
hay miles de extranjeros que siguen queriendo comprar una casa porque este es
un lugar barato y atractivo. Allá en Hawaii ya ponen dificultades para que los
foráneos compren viviendas ¿aquí se planteará en algún momento una ley de
residencia? Las costas están superpobladas, el interior deshabitado: Masca,
Artenara, Garafía, etcétera. Lanzarote y Fuerteventura han crecido enormemente,
mientras que La Palma, El Hierro y La Gomera muestran un estancamiento
poblacional.
El paraíso subtropical tienta últimamente
a miles de italianos, como antes lo hizo con ingleses, alemanes y suizos. Sin
contar con los muchos latinoamericanos, que se integran enseguida y comparten
valores familiares. ¿Por qué vienen ahora los italianos? Porque estas islas son
más baratas que su país, al parecer se pagan menos impuestos, no hay que gastar
en calefacción ni hay que comprar mucha ropa de abrigo, y ahora menos porque
con el calentamiento global los inviernos son más cálidos. Italia ha sido de
siempre un país de emigración, y aquí su gente encuentra un idioma fácil de
aprender y un ambiente similar.
Desde hace tiempo algunos políticos
lanzan la idea de limitar la venta de viviendas a foráneos, pero es difícil que
progrese. Tras la publicación de esos datos en noviembre, el diputado de Nueva
Canarias (NC) en la comisión sobre el reto demográfico, Luis Campos, planteó
que este foro de estudio del Parlamento regional analice los efectos en el
Archipiélago de la compra de viviendas por parte de personas no
residentes, sean extranjeros o del resto del Estado.
Nuestra natalidad está a cero, pero la inmigración seguirá al alza. Tenemos un problema residencial que se puede agravar, por sus inmediatas consecuencias: el aumento de la población y la presión ejercida sobre el mercado, que dificulta el acceso a una vivienda a los residentes, ya sea en propiedad o alquiler, advirtió Campos. Con una situación parecida en Baleares, Mallorca ha solicitado a la Comisión Europea el impulso de medidas para limitar la compra de viviendas por parte de los no residentes en base a las decisiones aplicadas en países de la Unión Europea, como Dinamarca, y las Islas Aland de Finlandia, así como Malta. Va a ser difícil que esas medidas prosperen aquí, aunque algo habrá que hacer.
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