Habíamos compartido
la reciente convocatoria del memorial Pedro Lezcano, en el patio del Cabildo.
Lo vimos fatigado, le costaba hablar. Francisco Tarajano tenía 94 años, pero
una buena memoria. Así, recordó la ocasión, comienzos de los años 80, en que
llevé al instituto de Tafira a los tres poetas sociales que tenían mayor
capacidad de convocatoria: Agustín Millares Sall, Pedro Lezcano y Tarajano. Fue
una sesión que agradó al alumnado, porque los tres eran poetas vibrantes. Él
recordó aquel recital poético, aunque tenía dificultades para expresarse. En el
acto del Cabildo estábamos en primera fila, con Luis Pulido, su leal amigo. En
el tanatorio coincidimos Rosario y yo con sus hermanas, su hija, por supuesto
que el omnipresente Luis Pulido, la poeta Margarita Ojeda y el siempre activo
Rafael Franquelo, que ahora vive en El Madroñal, a caballo entre San Mateo y
Santa Brígida. Los sábados, ya se sabe, no es fácil que la gente acuda a actos
funerarios. Pero allí estábamos, el féretro cubierto con la bandera de las
siete estrellas verdes. Porque fue un hombre del pueblo llano que hizo una
labor poética y etnográfica, que ponía el dedo en la llaga, que recuperó tradiciones,
que ideó adivinas, que puntualmente nos mandaba sus versos de Navidad. Era
habitual del Club Prensa Canaria, ahora Club La Provincia, donde intervino en
numerosas actividades.
Fue fiel a sus
ideales, y, amante de la literatura popular, fue más que un poeta
mitinero. Colaboró en el romancero La
Flor de la Marañuela, dirigido por el doctor Diego Catalá Menéndez Pidal,
catedrático de la Universidad de La Laguna. Durante su estancia en Venezuela
escribió siete libros didácticos y una vez retornado se inicia su etapa más
fecunda, compaginando sus libros con su labor de recopilador de la sabiduría
popular y la de cronista oficial de Agüimes. Lo explicaba: ”Soy un poeta
canario, hablo desde mi tierra, su fauna, su flora, el sentir y decir de mi
gente porque el habla es la morada del ser. Sin el habla popular y peculiar de
esta tierra, el canario pierde su savia y su autenticidad y para ser auténtico
el canario tiene que ser autor y actor de su historia. Por eso con mis versos
pretendo forjar conciencia.”
Hijo de labradores,
desde muy pequeño se crió en Agüimes y luego ingresó como interno en el colegio Salesianos de la capital.
Desde los veinte años imparte clases, primero en Gran Canaria, y luego en
Tenerife, donde ejercerá como profesor de Lengua y Literatura en la Universidad
de La Laguna, 1955. Al año siguiente emigró a Venezuela ejerciendo la docencia dieciséis
años. En 1972 regresa continuando con su labor como profesor en el colegio María
Auxiliadora y en los institutos Isabel de España y el Pérez Galdós, donde se
jubila. Fue un hombre que hizo mucho por el saber popular, por las tradiciones,
y mantuvo íntegra su conciencia. Pensó Canarias desde la rebeldía poética,
desde la disidencia.
Osvaldo Cipriani es fotógrafo
artístico y creativo, pero antes fue actor y director teatral, y también cantó
en coros. Expone en La Otilia, Plaza San Antonio Abad, una vieja casona de
Vegueta algunas de sus últimas creaciones, junto con la también fotógrafa Nereida
Castro, la propuesta de esta se titula Espejos y es la quinta de una serie de
14 proyectos. Además colabora la pintora Luz Sosa, con quien expuso
recientemente en Polonia. En
la muestra, que incorpora dos tratamientos diferentes, se plantea la identidad
de género, la ambivalencia hombre-mujer, con materiales reciclados. El trabajo
tiene algo de artesano, producido en un taller artístico. Hay fotos con espejos
rotos y se incorporan fondos de espejos plásticos ondulados, flashes, una
cuidada iluminación, y se integran manualidades en la fotografía. Hizo una
exposición en el centro comercial El Muelle, presentada por Rosario Valcárcel,
quien comentó su potencia creadora, su manejo de mitos clásicos con
originalidad y fuerza. Se proponía constatar los grandes cambios: la aparición
del fuego, la industria, el papel de las religiones y los mitos antiguos.
Combinando desnudos obtenía una imagen con la estética de El Jardín de las
Delicias de El Bosco, el sometimiento de la humanidad al mando del televisor
constituía una propuesta satírica. Su obra siempre está en los límites de la
fotografía tradicional, por ello investiga las posibilidades de las técnicas de
3 D, hace un ejercicio de búsqueda, y consigue efectos expresionistas.
Ahora vive en la
isla porque sus pulmones no soportaban la contaminación de Torrejón de Ardoz con
su mujer Pilar, docente en un instituto. Nace en Bahía Blanca, República
Argentina, 1942. Pronto se inicia en la fotografía y trabaja como fotógrafo de
escena en conciertos, ópera y teatro, sus trabajos se publican en periódicos.
En 1964 se traslada a Buenos Aires, como actor en el Teatro Lasalle y como fotógrafo
hace reportajes a Atahualpa Yupanqui, Jorge Luis Borges, Vittorio Gassman, etc.
Regresa a Bahía Blanca, filma dos cortometrajes y comienza a fotografiar y
rodar para una agencia publicitaria. Además de ser actor, en 1974 ocupa la
dirección artística de la Comedia del Sur, grupo que desarrolla una labor de
incitación cultural. Perteneció a los coros de la Universidad del Sur y de la
catedral de Bahía Blanca e intervino en dos óperas. Obras suyas han sido
expuestas en Japón, Corea, China, Italia y Polonia.
En 1980 se instala
en Madrid como profesor de fotografía y cine. Realiza un curso piloto de
fotografía para niños en la Casa de la Cultura de Getafe, lleva la fotografía a
las escuelas. Se hace profesor de Imagen en la Universidad Popular de Torrejón
de Ardoz y se integra en la Confederación Española de Fotografía, que lo selecciona
para exponer en varios países. Como hombre del teatro añadimos que en Bahía
Blanca, en la década de los 70, hubo una pléyade de grupos independientes que
desplegaron una intensa labor, y entre ellos figuraba la Comedia del Sur.
Pusieron en escena obras de Chejov, Harold Pinter, Arthur Miller, Tennessee
Williams, produciendo una modernización de la escena cultural, y también un
teatro impregnado de lo local que cuestionaba el funcionamiento de la ciudad.
Se pretendía la transformación radical de la colectividad, mediante un teatro
militante que hizo de las prácticas escénicas experiencias colectivas de
intervención política frente a las secuelas de las dictaduras que padeció el
país. El arte era una herramienta para la producción de una nueva sociedad; la
interacción entre arte, sociedad y política supuso trabajar en espacios no
convencionales, como barrios y sindicatos. El teatro como compromiso de
transformación, ejercicio de liberación.
(Imágenes: Osvaldo Cipriani, fotógrafo; Francisco Tarajano, poeta)
No hay comentarios:
Publicar un comentario