lunes, 12 de noviembre de 2018

Pino Ojeda, una mujer como ejemplo



Estamos en ese momento histórico en que la mujer se reivindica sin tapujos, y crecen los homenajes y reconocimientos a aquellas pioneras que supieron navegar contra la corriente. Hace poco asistimos a la lectura de un Manifiesto de las mujeres escritoras de Canarias, con 140 firmas hasta el momento, deberán firmar muchas más, todas las que hay y habrá. La mujer omnipresente, sobre todo en poesía. Al fin vemos a la mujer incorporada en todos los frentes, viva. Siempre he creído que quienes salvaron la vida en las islas fueron las mujeres, los hombres en América o emprendiendo la larga zafra de la pesca mientras ellas sacaban adelante las familias, los cultivos y el ganado, la casa limpia y dispuesta para cuando él volviera, si es que volvía, pues algunos se olvidaron, fundaron allá familias, y sus mujeres no fueron ni casadas, ni viudas, ni solteras. Durante siglos no aparecen nombres escritoras o artistas y las pocas que surgen lo hacen a escondidas, adoptando seudónimos o el nombre de sus maridos o hermanos para no ser señaladas con el dedo en medio de una sociedad rural y conservadora, fuertemente patriarcal, marcada por la tradición y el férreo nacionalcatolicismo de Franco. Casos como los de María Rosa Alonso, Mercedes Pino, Josefina de la Torre, Josefina Pla, la musicóloga Lola de la Torre o la pintora Lola Massieu fueron excepciones que confirmaban la regla. También lo fueron Pilar Lojendio, premio Julio Tovar, y Pino Ojeda, y Chona Madera, la generación del medio siglo. Este pueblo nuestro entenderá algún día que los creadores forman parte de su patrimonio espiritual y conviene difundirlos. Juan Francisco Santana Domínguez, profesor, historiador combativo que sabe mucho del rescate de la memoria histórica, publicó hace tiempo Pino Ojeda. Pintora y poeta, en Anroart, en cuyo texto y en cuya presentación en Teror tuvimos el honor de participar, así como en un documental dedicado a su figura y su obra. En el libro se hacía semblanza de esta artista que padeció el cerco de una colectividad analfabeta e intolerante. Ahora, desde distintos ámbitos, está siendo recuperada, y me cabe el honor de haber escrito sobre ella muchas veces.
Rompió moldes, se enfrentó al dolor y la adversidad. Viuda con 23 años, muerto su marido en la incivil guerra, tuvo coraje y entusiasmo. En el 53, accésit del Adonais con su libro Como fruto en el árbol, donde descubría una mirada sensual y atrevida, emocional. Padece enfermedades y depresiones, pero con su pintura abstracta llega a Suecia, Italia, Alemania, Suiza, EEUU. En abril del 2002 muere dejando 21 libros inéditos. Cuando la visitaba en su modesta casa de Ciudad Alta me pareció una mujer apasionada, generosa, desprendida, la literatura era una suerte de elevación mística e intelectual. Su mayor pecado fue haber nacido antes de tiempo, y ser una adelantada de la creación femenina. Le pasó lo mismo que a Chona Madera, vivieron en un contexto en que la mujer no tenía cabida, y menos si era intelectual. Pero su poesía honda, el desgarro emocional, la intensidad y la melancolía de su mirada y esa pintura fruto de una ensoñación volcánica siguen con nosotros. ¿Cómo ignorar esa elegía por el joven marido muerto, esa enorme composición imborrable que comienza así: Te busqué por la tierra, por largos / pasillos de seres. Te busqué por las noches, / por calles y sombras, por quietas esquinas / agudas. Te busqué por los días. Nadie / con carne y tacto me descubría tu nombre.
Jorge Liria, editor modesto pero contumaz, se apuntó un triunfo con aquella exacta y exhaustiva biografía. Canarias es tierra de poetas, pero de poetas poco conocidos de la gente. No valoramos lo que tenemos cerca porque tenemos unos atávicos complejos de inferioridad, que estiman de escaso valor la literatura producida en esta tierra. El caso de Pino es simplemente un caso más. De ahí que convenga emprender el rescate de esta y otras damas que han elevado el nivel de las letras regionales. Hasta que no hagamos justicia a las enseñantes, a las pintoras, a las que han hecho teatro y a todas las otras mujeres silenciadas de la creación canaria, seguiremos siendo un pueblo subdesarrollado. Pino dejó más de veinte libros inéditos, y mientras no vayan saliendo del baúl de las sombras continuaremos seguiremos siendo injustos.  Fue una mujer telúrica y apasionada, mágica, se atrevió a abrir caminos que casi nadie transitaba en aquella época. Como decíamos, cometió el pecado de nacer demasiado pronto, en 1916, en un lugar marcado por el patriarcado, el machismo, el ruralismo de la cultura y tantos otros rasgos poco favorecedores. El golpe militar lo vive con 20 años, su marido es llamado al frente y muere. Ella tuvo que luchar contra corriente toda su vida, sola sacó a su hijo adelante y en su camino se interpuso de manera dramática la larga postguerra, la represión de las emociones, la negación de casi todo.
Una viuda joven y hermosa, presa de los cuchicheos pueblerinos, la maledicencia. No sólo escribió y pintó cuadros sino que también practicó la escultura y la cerámica, facetas estas últimas en las que tuvo como maestro al ceramista y escultor argentino Eduardo Andaluz, que vivió largo tiempo en Gran Canaria y luego marchó a Bariloche, su Argentina natal. Pino fue esencialmente una mujer atrevida, y no se lo perdonaron. Sin medios materiales, fundó una sala de arte en tiempos tan oscuros que nadie apostaba por tales menudencias. Mujer generosa y querida, se carteó con Juan Ramón Jiménez, Gerardo Diego o Carmen Conde, y dio el primer impulso a Justo Jorge Padrón. Fundó Alisio. Hojas de poesía, donde publicaron Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, Carmen Conde, y los canarios coetáneos: Ventura Doreste, Pedro Lezcano, etc. Escribió con desgarro emocional, intensidad y fuerza. Y tuvo mirada generosa hacia los demás, siempre dispuesta a apoyar. Una mujer infeliz que se redimió por su capacidad creativa, padeció depresiones, tentativas de huida. Con poca salud, que superó en base a la paciencia. Y la melancolía desgarrada, y la nostalgia, y la pasión por los amores que no pudieron ser, esa larga infelicidad, esa carencia.  Te busqué por los sueños: / por los sueños, tú me estabas esperando.
                Lo importante sigue siendo que su obra inédita vaya viendo la luz, y se editen antologías. Porque la obra de un poeta es un jardín sin flores si no recibe la lectura de personas atentas. Y hagamos justicia a las muchas mujeres olvidadas, víctimas de épocas tan dolorosas.

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