Juan
Calero (Los Sauces, isla de La Palma)
Como
en un cuento de hadas, este libro de relatos, Cuentos gozosos/Cuentos traviesos, nació en un ascensor hace muchos
años.
La
pareja palmero-canariona (y viceversa) más popular en la vida cultural de las
Islas Canarias, ahora materializan por primera vez este matrimonio literario en
un solo tomo, pero como pareja de traviesos y gozosos al fin, no van de la mano
alternándose entre sus páginas, se viran de cabeza para los pies, para no
compartir el mismo aliento, el mismo sabor literario y, separados por una
mampara negra, se presentan con dos cubiertas diseñadas por dos artistas de la
pintura, una por la grancanario-palmera Luz Sosa y la otra por la checa
Katerina Spevakova. Más bien son dos libros por un mismo precio. De hecho para
escribir estas 203 páginas de Luis León Barreto, contra las 197 de Rosario, me
cuentan que a pesar de tener cada ordenador uno al lado del otro en la misma
habitación atiborrada de anotaciones en papeles de disímiles tamaños y
texturas, pegadas por el marco de las pantallas de los ordenadores, en la
pared, sobre las mesas…, se prometieron no consultarse nada hasta el momento de
la edición. Así es esta pareja en el trabajo, no en el amor, donde son todos
uno. Y nos hacen un guiño dedicándose su mitad de libro entre sí.
En
este volumen de cuentos predomina el dominio sobre el lenguaje de ambos
autores, o sea el decisivo componente sobre las diferentes historias que nos
cuentan. Eso es literatura, el edificio que construimos mediante el lenguaje,
el instrumento más noble de la expresión humana. Como dijera Caballero Bonald, la palabra no debe describir las cosas, sino
el efecto que esas cosas producen.
Tomando
las palabras de Bolaños: Lo mejor es
escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con
energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince.
Luis León Barreto nos regala de un solo golpe sesenta y ocho cuentos, mientras
que Rosario Valcárcel, treinta y cinco, pero más largos, con casi exacta la
cantidad de páginas.
Ellos
manejan minuciosamente con apetito las fuerzas que los arrebatan, recreando con
toda preciosidad las diferentes atmósferas que han bebido. Sus cuentos son para
leerlos con una sonrisa en la boca, nada de la siniestra seriedad de cuentos
muy serios que pocos conocen el final. Abordan temas tan disímiles, desde el
recurrido uso del guasap, los drag de Santa Catalina, sus viejos por el mundo,
incluso la mayoría se sitúan en La Palma, o surgidos por pura imaginación.
Entre las dedicatorias, a Antonio Abdo y Pilar Rey, la eterna pareja de
enamorados de la cultura palmera, o al pueblo de Garafía.
Para
leerme este libro utilicé tácitamente las tres lecturas que me ofrece:
comenzando por la cara de los cuentos de Rosario, o los de Luis, o ir
alternando para hacerlo más delicioso aún.
Obvio
regirme por las estrictas reglas establecidas que todo análisis sobre un libro
debe seguir, o sea, hablar del autor, del continente y del contenido. Sobre los
autores de este libro, me basta decir que son mis amigos: para lo segundo he
ido desgranando algunas ideas en esta reseña y sobre el contenido, una
deliciosa lectura.
No
seré yo quien diga la última palabra sobre este bien encuadernado libro de la
Editorial Mercurio, el mejor criterio de su lectura lo hace el propio lector.
El lector de ficciones participa de ellas hasta el punto de convertirlas en una
prolongación de sus propias experiencias, sintiendo con los personajes y
acompañándolos en sus aventuras y desventuras, sumergiéndose en los
innumerables laberintos de la imaginación.
El
mantel y las copas están servidas, por favor, ahora juegan los lectores.
(De
www.lapalmaahora.com)
Ha sido una travesura muy gozosa la lectura de este libro...
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