En
la Casa Tey, actual propiedad de la familia Cabrera, nos encontramos. Este
lugar fue construido por un médico inglés a comienzos del siglo XVIII, en él
varios miembros de la familia Cabrera a mediados de los sesenta del pasado
siglo planearon la fiesta de los Indianos tal como la conocemos, y actualmente
es un lugar de encuentro donde se celebran actividades literarias. Para la
multitudinaria fiesta de los polvos talcos es un lugar que debe ser considerado
el escenario que dio origen al actual esplendor del lunes de carnaval, el
apogeo de la farsa, la música cubana, los puros, los mojitos y el desfile de
los miles de indianos ataviados de blanco. La tesis doctoral puede contribuir
al mejor conocimiento y a la proyección de la fiesta palmera, tal como captó la
compañera Esther R. Medina en su amplia entrevista.
En
pleno carnaval celebramos el Día de las Letras Canarias, este año dedicado a
Rafael Arozarena, el poeta y narrador que escribió Mararía. Yo apenas era un
veinteañero que estudiaba en la universidad y trabajaba primero en La Tarde con
Alfonso García Ramos y luego en El Día con Ernesto Salcedo y un prodigioso
grupo de compañeros: Juan Cruz, Elfidio Alonso, Gilberto Alemán, Julián Ayala,
etc. Conocí a Rafael a finales de los años 60, cuando en Santa Cruz de Tenerife
se mantenía el espíritu de las tertulias y los supervivientes de Gaceta de Arte
gozaban de buena salud: Eduardo Westerdahl y su mujer Maud, Domingo Pérez
Minik, Pedro García Cabrera, Emeterio Gutiérrez Albelo. Los fetasianos, es
decir Isaac de Vega y el propio Rafael, formaban grupo aparte: una bohemia
distinta, contagiados por las lecturas del existencialismo, sobre todo por La náusea, de Jean Paul Sartre, y
practicantes de un humor casi kafkiano, con el que sobrellevaron los difíciles
años de la postguerra y la pertinente represión de las ideas. Fetasa, la novela
fundacional de Isaac de Vega, se había publicado en los años 50 y fue considerada
un texto hermético, muy pocos fueron sus lectores de entonces. Rafael tuvo en
una gaveta durante muchos años el manuscrito de Mararía, que fue presentado al
premio Nadal y publicado después por Noguer, en el 73. El verdadero éxito de
Mararía no se produjo entonces, sino ya en los 80 de la mano de Interinsular
Canaria, la editorial de Aurelio Concepción que literariamente estuvo dirigida
por Andrés Sánchez Robayna. Rafael consideraba que la Isla era lo más
importante. Panteísta y cofundador del Museo de Ciencias Naturales de la
capital tinerfeña, le interesaban los insectos, la arqueología, la botánica y
la geología. Cuando Mararía fue llevada al cine y supe que Juan Cruz le iba a
ofrecer una edición en Alfaguara para que la novela fuera conocida fuera de
Canarias, Rafael me dijo: “¿A qué viene ese interés ahora, si los de
Interinsular son los únicos que han apoyado mi obra? No me interesa que me
conozcan en Zaragoza y menos en Madrid.” El libro ya estaba siendo difundido en
la traducción publicada con éxito en Alemania, tras la cual vinieron otras.
Rafael consideraba a Canarias su templo, su referente universal; enamorado de
la salida del sol, de los bicácaros, de la laurisilva, de la memoria, de la
identidad, de un paisaje que velozmente deterioraba el negocio turístico, su
obra narrativa permanece más allá del tiempo. La Isla, con mayúsculas, era lo
esencial. Aunque siempre rechazó el olvido de su obra poética, eclipsada por
Mararía.
Por
su parte, el poeta Justo Jorge Padrón está de actualidad con sus dos últimos
libros, Fulgor de Macedonia y Antología de la poesía kazaja contemporánea
(siglos XIX, XX y XXI), ambos publicados en Ediciones Vitruvio. “Macedonia
entró en mi vida como un hecho esencial, como si toda la pasión y el silencio
fueran dignos de abrazarse a su sustancia de agua y fuego. Este es un libro que
sustenta una cálida visión confidencial. Ha ido creciendo de natural manera
como un ser vivo, tal si fuese el árbol de un bosque interior, sin otro
propósito determinado que el de mostrarnos la esencia del alma de su pueblo.”
Así justifica su texto este poeta, traductor y ensayista, autor del muy
celebrado libro Los círculos del
infierno, así como El abedul en
llamas, autor asimismo de sus análisis y antologías sobre la poesía de
Suecia, Noruega, Islandia, y su vinculación con Macedonia, el país del cual es
originaria su esposa, Kleo.
Con
respecto a la Antología de la poesía
kazaja contemporánea, agradece el poeta la colaboración de varios
diplomáticos y amigos que facilitaron la elaboración de este libro, así como
destaca como su principal apoyo el de su esposa y eficaz colaboradora,
Kleopatra Filipova, quien ayudó a descifrar, a través del ruso y otras lenguas,
algunas palabras inencontrables y a completar el material biográfico que le
faltaba para resolver las 245 páginas. Kazajistán es un país poco conocido
entre nosotros, con la mayor parte de su territorio en Asia Central, y que se
desprendió de la antigua URSS. En 2015 el libro Los círculos del infierno fue publicado allí y la ocasión sirvió
como gran paso para la realización de este proyecto. Se trata de un libro
histórico por ser el primero que traslada al español a poetas kazajos, con su
intensidad, su lucidez y una forma plena de sentir y vivir la naturaleza. Este
largo periplo por la historia, la cultura y la lírica del país, constituye una
labor pionera al introducir esta literatura bajo los cánones clásicos del
sistema endecasílabo, una aventura ardua y minuciosa. La traducción, y la
manera de abordarla desde una perspectiva crítica y ensayística, tienen mucho
mérito.
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