No
son buenos días, pero hay que seguir dando la vara. Este pasado lunes 2 se
cumplieron 40 años del asesinato de Pier Paolo Pasolini, director de cine,
espíritu iconoclasta que nos dejó varias obras maestras. Los espíritus que se
rebelan son peligrosos en todas las direcciones, por eso ese crimen sigue sin
esclarecer. Pudiera ser que el cineasta tuviera proyectos incómodos para la
clase dirigente, precisamente andaba en una novela que llevaría como título
Petróleo. Por otro lado, el Gobierno que
disfrutamos prosigue en el calculado plan de fabricar gente con espíritu plano,
ya se sabe que los ciudadanos formados son más difícilmente gobernables. Por
eso sigue disminuyendo el papel de las humanidades en la enseñanza, tras el
asedio a la Literatura y a la Historia ahora expulsa totalmente de la ESO la
asignatura de Filosofía y en Bachillerato elimina la Historia de la Filosofía.
Tiempos duros, ya digo. Eliminar la Filosofía significa expulsar el pensamiento
crítico, y por ello empobrecer la democracia. Pues lo que realmente se pretende
es cultivar individuos sumisos, que en ningún momento pretendan cuestionar los
mecanismos del poder. Algunos profesores de instituto han puesto en marcha
recogidas de firmas para solicitar al futuro Congreso de los Diputados que
salga del 20 de diciembre que se mantenga Ética en la ESO y que Filosofía e
Historia de la Filosofía igualmente vuelvan a ser materias comunes del
Bachillerato.
Hablando
de cosas menos trágicas, señalaremos que dentro de la nueva generación que
entra con determinación en las letras canarias aparecen los nombres de Julieta
Martín Fuentes, con su primera obra Lolita Pasión (Mercurio Editorial) y de H.
Pablo, un licenciado en Ciencias de la Información por la universidad de La
Laguna, periodista que ha ejercido en medios de comunicación de las islas, con
su novela Bryan de La Galga, publicada en NACE. Son primeras novelas elaboradas
con osadía, creatividad e inspiración, textos escritos pacientemente o textos
escritos con urgencia, según los casos, porque hay mucho que contar. Una novela
de casi 700 páginas y otra que apenas supera las 140, dos propuestas diferentes.
Esta
nueva autora y este nuevo autor tienen en común el hecho de haber pasado por el
periodismo, que según el tópico puede ser la antesala de la literatura, un
mecanismo que familiariza con la palabra. Julieta nació en la capital
grancanaria pero ganaron los lazos de sangre y se fue a vivir al valle de Aridane,
tierra de los progenitores, ese lugar que mantiene tanta conexión con la orilla
americana, paraíso de buen clima y buen precio para los jubilados alemanes. Lolita
Pasión es una novela que maneja memoria y ficción, su autora hizo la carrera de
Historia y no es raro que el libro contenga una abundante documentación centrada
en las refriegas que condujeron a la independencia de Cuba. Está contada con furia,
con la urgencia de expresarse, aunque el verdadero núcleo narrativo tarda un
poco en aparecer, quizá solapado por diálogos un tanto excesivos. Una novela
largamente gestada, con un denso proceso creativo ha generado una acumulación
de elementos, entre los cuales se agiganta la figura central, esa mujer
aguerrida, alzada entre el amor y la crueldad de la vida. En la página 408 y
siguientes encontramos escenas de gran dureza sexual, y en medio un arquetipo
femenino, con el coraje y la determinación que requiere la rebeldía en tiempos
heroicos. El afán literario es visible y la escritura nos lleva, a través de un
río algo desbocado, hacia los muchos meandros de esta historia escrita desde la
reivindicación de la mirada de la mujer, con cuidado detallismo y entonación.
Un texto,
pues, donde encontramos afán descriptivo y tono épico.
Por
su parte, H. Pablo nos da Bryan de La Galga, un intento de novela
costumbrista-picaresca, un recorrido nostálgico y potente por la memoria
sentimental de la isla natal. La fórmula ha hecho cierta fortuna, la novela ha
estado brincando en las fiestas populares del verano y ya el autor nos anuncia
su propósito de embarcarse en otras historias que acontecerán en el municipio
más mágico de la isla: Garafía, paraíso de soledades y de frondosidad. Donde Agustín
Ibarrola prepara una intervención artística en uno de aquellos profundos
barrancos, proyecto polémico pero que saldrá adelante. Este Bryan heredero de
lazarillos, buscones, pillos y borrachines nos da una visión satírica de la
isla de La Palma, con sus paisajes adorables y sus cacicatos, con la gente
joven que se marcha a estudiar fuera y que difícilmente regresa. La bodega es
el verdadero cuarto de estar de los palmeros, en ella se celebra y se disfruta,
en ella se cuentan historias, en ella se degusta el vino nuevo, en ella
acontecen las reuniones de los fines de semana, en ella la tradición de la viña
y de la sabrosa carne de cochino, en ella sobrevive un mundo familiar y también
un mundo de hombres que casi siempre miran hacia el pasado. La novela tiene el
mérito de rescatar localismos y costumbres específicas de la isla que con el
tiempo están próximas a desdibujarse, esa abundancia de portuguesismos, esa
irrupción de cubanismos y venezolanismos. Isla que mató el hambre con las
remesas de quienes marcharon a Cuba y Venezuela, isla en la que ahora aparecen
miles de retornados, los que vuelven del purgatorio cubano y venezolano, las
arepas y cachapas. Aquí encontramos hechos de la vida rural, esas formas de
amar la tierra, esa forma de cuidarla porque el palmero no es solo un buen
agricultor sino que sobre todo es un orfebre capaz de mimar el suelo sobre el
que se asienta en los días de su vida. Y siempre la añoranza de las tierras
grandes del Caribe, y siempre el deseo de escapar de la jaula de oro y siempre el
deseo de anclarse hasta la muerte sobre la roca verde.
Dos
novelas, cada una con sus peculiaridades, que se suman al aluvión creativo de
las islas.
Muy buen crítico, amigo.
ResponderEliminargracias, Juan
ResponderEliminarEs obvio que recomiendo la lectura de estos dos libros; uno por su intensidad -Lolita Pasión- y el otro porque te pasas un buen rato y practicas la risa, algo que en literatura no es muy frecuente
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