Como vivimos en el barrio de El Sardo –escrito con ese y no con zeta, porque designa a un clérigo nativo de la isla de Cerdeña, por tanto era sardo, y el dueño de los terrenos– tenemos buena vista sobre el barranco Guiniguada y los terrenos en forma de meseta. Con las lluvias, el paisaje se volvió un vergel semejante a Escocia, terrenos que a veces se cultivan se convirtieron en planicies verdes. Así sucedió hasta que poco a poco la yerba desaparecía. La causa era la llegada de un nutrido rebaño de ovejas que daban buena cuenta de los pastos.
En Asturias y Cantabria, ese norte verde de la
Península, abundan los incendios forestales que se vienen repitiendo desde
finales del invierno. Si esto es así desde el mes de febrero y marzo ¿cómo será
el verano que se nos anuncia con grandes sequías en muchas comunidades, debido
a la falta de lluvia?
Pues bien: el presidente de la comunidad autónoma de
Asturias ha denunciado la labor de piquetes que prenden fuego aquí y allá, y
que difícilmente serán detenidos. Recientemente ha habido cinco denunciados y
diez investigados por provocar estos fuegos que el presidente del Principado
juzga como obra de terroristas medioambientales, enfermizos pirómanos o
cuadrillas organizadas para atacar la masa forestal.
Aquí en Canarias, donde los montes han sido
abandonados, como casi en todas partes, el Cabildo grancanario está premiando a
los pastores que llevan sus rebaños a limpiar el bosque, una tarea muy
recomendable cara a la prevención de la cadena de incendios que suele suceder en
los meses de verano. Máxime teniendo en cuenta que en marzo hemos llegado a los
30 grados en diversas zonas de las islas.
Los informes señalan que estas catástrofes ahora se
registran incluso en el Círculo Polar Ártico, como consecuencia del calentamiento
global. El Ártico se está calentando dos veces más rápido que el resto del
planeta y se están generando quemas muy intensas, igual que en la cuenca del
Amazonas. Millones de toneladas de CO2 van a parar a la atmósfera. España y
Portugal son dos países muy expuestos al cambio climático, y está comprobado
que en Canarias las temperaturas se elevan un mes sí y otro también.
La
combinación de olas de calor prolongadas, sequías acumuladas y baja humedad
unida a una vegetación muy seca y bosques sin gestión está generando incendios
mucho más rápidos y de una virulencia nunca vista. Además, los períodos de
riesgo se han alargado. Este es el caso de Australia, con recientes tormentas
de fuego de más de mil grados centígrados, que acabaron con la vida de decenas
de personas y de más de 1.200 millones de animales. En la Amazonía tienen un
claro trasfondo socioeconómico, el de la deforestación. El cambio de
usos del suelo es el origen de estos casos, principalmente debido al sistema
alimentario predominante, causante del 75% de la deforestación mundial.
También se señala por los expertos que existe relación entre los incendios, la
deforestación y las pandemias pues la destrucción de los bosques tropicales
posibilita que los seres humanos entren en contacto con poblaciones de fauna
silvestre que portan patógenos.
Las
políticas contra las llamas tienen que centrarse en otros modelos de prevención integral,
porque las llamas del futuro dependen de las medidas que apliquemos a partir de
ahora. Lo que urge es la puesta en marcha de nuevas orientaciones estratégicas
para la gestión de estos desastres. De ahí que regresar a las prácticas del
pasado no esté mal pensado, porque en el monte se recogía la pinocha, se
fabricaba carbón, había un trasiego de ganados y de pastores que mantenían al
bosque más limpio que ahora. Luego la burocracia autonómica lo paró todo, y así
nos va.
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