lunes, 11 de abril de 2022

Los pulpos y los humanos son primos hermanos

 



Viene la Semana Santa y todavía con mascarillas y con la nefasta guerra en los televisores.  La Semana Santa es esa celebración callejera que convoca a tanta gente dos años después de que se iniciara la pandemia, claro que también hay otra mucha gente para las playas en ese magnífico puente de primavera, la previsión es que se reactive en grande el tráfico aéreo y vuelva el turismo. Decía el ilustre masón Juan Rodríguez Doreste que él aceptaba la Semana Santa porque forma parte de nuestra cultura, una puesta en escena de la Contrarreforma frente a los protestantes, que asociamos siempre con Sevilla, con Valladolid, con Zamora, la distinta iconografía, las procesiones con desfile de miles de cofrades, las saetas, el colorido de la madrugada, la devoción real o teatral de las multitudes. La II República no quiso o no pudo prohibir las corridas de toros y las procesiones, esos elementos de cultura del pueblo que gustan a miles de visitantes extranjeros

Este lunes 11 de abril se cumple un año de la muerte del poeta grancanario Justo Jorge Padrón, que falleció en Madrid a los 77 años, víctima del covid. Enfermó cuando no había todavía vacunas, su esposa Kleo Filipova logró superarlo pero él desgraciadamente partió. Un poeta grande, con una abundante obra y numerosos premios internacionales, que había renunciado a su trabajo como abogado para dedicarse exclusivamente a la poesía. Un autor con muchas traducciones, muy apreciado por crítica y público en aquellos años 80 y 90, recibió honores y salió mucho en los medios de comunicación. No solo fue poeta sino que también fue traductor y divulgador de poetas de los países nórdicos y manifestó siempre su toque neorromántico y existencial con ese libro tan destacado, Los círculos del infierno, muy conocido fuera. Justo era una personalidad en las letras españolas, una figura muy conocida y valorada. El ayuntamiento capitalino debería honrar su memoria con algún gesto, aunque se supone que debe haber una lista grande para aspirantes a los honores póstumos a él debería tocarle alguno.

Cuando el Mundial de fútbol de Suráfrica, el que ganó España, había un pulpo adivino que vaticinaba qué equipos pasaban a la siguiente fase en las eliminatorias. Predijo el triunfo de España en cada partido y sobre todo adivinó que ganaría la final frente a Holanda, eso me pareció curioso, porque a pesar de tener a Iniesta, Casillas, Xavi, y otros grandes genios, nunca habíamos ganado algo tan importante. Y aquel pulpo al que llamaban Paul fue acertando en cada predicción.

Se ha hecho público el anuncio de la instalación de una granja de estos cefalópodos en Gran Canaria, y se ha armado la de San Quintín. Ecologistas y animalistas consideran que se producirá un maltrato inaceptable y nos comparan con ellos, pues afirman que son animales hábiles y curiosos. Tienen un cuerpo globoso y blando, ojos enormes y observantes, con ocho brazos que tantean sus presas, y pueden cambiar de color o variar su forma para meterse en pequeños recovecos. Y, sin embargo, el aspecto más fascinante es su inteligencia. Según los especialistas, han demostrado ingenio y destreza, abren tapones de rosca, escapan de su acuario para comerse un pez del tanque vecino y luego regresan, o usan chorros de agua para apagar las luces de su acuario. Pueden resolver laberintos, reconocer gente, aprender mediante observación y usar materiales de su entorno, parecen una inteligencia extraterrestre. Sus parientes cercanos, caracoles o almejas, muestran muy pocos signos de inteligencia. Su sofisticado cerebro, por tanto, evolucionó de forma independiente. Esto los convierte en un animal interesante para los biólogos, y los animalistas se oponen a que se les explote en una granja similar a las de gallinas hacinadas. Pero también es verdad que en gastronomía son un plato genial, pulpo a la gallega, pulpo a la vinagreta, ropavieja de pulpo. Exquisitos.

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