sábado, 25 de septiembre de 2021

"Pintura número 100". Samir Delgado homenajea a César Manrique


"La ceniza prende otra llama y arde entonces el incendio más puro"
Pintura número 100. César Manrique in memoriam

Tres poemas en www.tertuliayarte.es
#EspecialLetrasparaelcafé Hoy, en Tertulia y Arte, ofrecemos una entrega especial de “Letras para el café” con el fin de conmemorar el día en que se apagó la voz de César Manrique. Lo hacemos a través de la obra poética “Pintura número 100”, de Samir Delgado, un homenaje al arte y a la figura del artista lanzaroteño.

César Manrique in memoriam. Edición Cabildo de Gran Canaria. XXV Premio Internacional de Poesía Tomás Morales 2019 al escritor Samir Delgado
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

Portada del libro. Imagen cedida por la Fundación Juan March. 
Edición de la Casa-Museo Tomás Morales, Cabildo de Gran Canaria.
Los volcanes son un símbolo de la historia de las islas. Hay drama y belleza a un mismo tiempo en el imaginario volcánico del archipiélago. La pintura de César  Manrique hizo suya la lava en la dimensión más próxima posible. Pintar la isla con todas sus consecuencias fue el destino del artista lanzaroteño. Estos poemas del libro Pintura número 100 corresponden a un libro de homenaje por el centenario de César Manrique. Escribir los cuadros representaba un diálogo íntimo con su legado artístico y también con las islas, con los volcanes. La primera vez que vi su pintura titulada Pintura número 100 fue en el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, en las conocidas Casas Colgadas de la ciudad castellana. Volví a ese volcán muchas veces durante mi residencia de varios años fuera de las islas. Había sido el comienzo de mi marcha sin retorno a Canarias y luego, en México, la nostalgia insular me hizo sentir aquel volcán como mi casa.
En la escritura poética sobre la pintura surge un paréntesis de tiempo, una especie de cita en solitario con el silencio de los colores, la relación entre las palabras y la imagen va más allá de lo personal y se abre la ventana a una dimensión distinta, la del aura que relumbra con un destello que se acerca a la idea de infinito. Todos los poemas del libro están volcados en la mirada extasiada ante las obras de arte de César Manrique. Más que describir los cuadros o mostrar un estado de percepción, los poemas transitan por la senda de una identidad múltiple. Es como estar desde dentro del cuadro, la escritura devuelve al lenguaje todo su potencial expresivo, con capacidad onírica, de crítica o de reflexión. Y así lo poético en diálogo con la pintura puede generar un espacio de evocación y de trascendencia, nuevos paisajes inéditos que se hacen posibles con la complicidad del lector.
En el libro de poemas para rendir homenaje a César Manrique tuvo mucha influencia mi especial predilección por la isla de Lanzarote. Fue la primera isla que visité en mi infancia, todas las islas se parecen a ella desde entonces. Tras una estancia en Nueva York de varias semanas surgió la idea de un libro dedicado a la pintura y a la vida de César Manrique, alguien a quien admiro desde mi época de la universidad. Como otros libros dedicados a la pintura, por ejemplo a las arpilleras de Manolo Millares o a la colección del Museo de Arte Contemporáneo Eduardo Westerdahl, o Jardín seco inspirado en la pintura del artista español nacido en Filipinas Fernando Zóbel, hay una historia en el proceso creativo. Si en Las geografías circundantes la escritura estuvo marcada por la nieve de un mes de febrero en Castilla-La Mancha, o los poemas de Galaxia Westerdahl que se escribieron en una playa durante varias semanas, en el libro de Pintura número 100 todo sucedió en México. Sin salir de casa, estuve un mes prácticamente viendo pinturas suyas en catálogos descargados de Internet. Todas las mañanas los colibríes visitaban mi pequeño patio con jardín. Recuerdo que lloré incluso, en algunos momentos.
El vínculo con las islas a través de la pintura de César Manrique se había vuelto más radical, cósmico, transoceánico. Hay en los museos una atmósfera especial donde la ciudadanía puede conectar con las verdades del arte. Los volcanes pintados son una segunda naturaleza. La armonía y el equilibro que surgen del imaginario atlántico representado en los cuadros y en los poemas se constituyen de nuevo en mito. Provenimos de unos orígenes milenarios y el destino de las islas está en su conservación, en mantener la biodiversidad y lograr una sociedad mejor. Es el secreto que César Manrique nos legó para hacer de las islas un lugar para vivir y soñar. Todo lo demás es especulación, decadencia y deterioro. Por suerte, el arte y la poesía nos salvan.


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