Una víctima más del
coronavirus ha sido la Bajada 2020, y La Palma bien que nota la ausencia de
visitantes, aunque se rompa la tradición lustral seguro que la celebración en el
año próximo será memorable. Las fiestas de la Virgen de las Nieves suponen el
encuentro entre la raíz de la cultura rural que define todavía mayoritariamente
la esencia palmera y la cultura urbana, es decir de una parte la isla agrícola
que fue destacada en azúcar, vino y tabaco, y de otra la ciudad de
funcionarios, propietarios, rentistas, obreros portuarios y comerciantes. Las
fiestas muestran son señales del pasado, de cuando la pequeña ciudad de Santa
Cruz de La Palma suponía el encuentro de dos pensamientos bien diferenciados:
de una parte el poder de las tradiciones y de otra parte el sesgo avanzado de
una minoría comprometida con el progreso, la innovación, el debate liberal y
republicano. El cura Díaz, ejemplo de un clero que deseaba nuevos horizontes,
es un prototipo de esos dos mundos que en la Bajada supieron armonizarse.
La Bajada es
entrañable, es aristocrática y decimonónica, y es un muestrario de sabiduría e
ingenuidad; de una parte fidelidad
a los ancestros y de otra ventana abierta al espíritu cosmopolita, recuperación
de las raíces y cultivo de un estilo esteticista y aristocrático de la práctica
cultural. Hay un aporte de destreza en los números circenses y de los
acróbatas, hay un efecto de ingenuidad en el desfile de las pandorgas, una
reminiscencia barroca en las loas y los carros, el diálogo entre el Castillo y
la Nave, una cita a la exquisitez de las élites europeas con el minué. Baja el
trono de plata por El Planto, hay romería, costumbrismo, sentir del pueblo
llano, vino de las bodegas que aquí abundan, exquisito mojo palmero, papas
arrugadas, nuestro queso de cabra tan elogiado y mucho folklore. Hay
mascarones, es decir los clásicos gigantes y cabezudos, con significativos personajes
locales. La Danza de Acróbatas en la calle es un esfuerzo de jóvenes, mientras
que el festival dieciochesco recrea el espíritu del rococó. El Carro Alegórico
y Triunfal, de honda raíz barroca, pregona la celebración, el Diálogo entre el
Castillo y la Nave homenajea la gran literatura española. Cómo no recordar los
nombres fundamentales de Antonio Rodríguez López y Luis Cobiella, dos
impulsores de la fiesta tal como se entiende hoy.
Lo popular y lo
elitista se dan la mano, y el verdadero golpe de efecto que recoge el ingenio
de la isla es el omnipresente baile de los Enanos, piedra angular sin la cual
el edificio dejaría de funcionar. Los Enanos son el símbolo por antonomasia de
la Bajada, y la polca que los acompaña es la musiquilla más reconocible. Los
Enanos son magia y maravilla, por muchas veces que los veamos los Enanos nos
seguirán dejando con la boca abierta. Hay que agradecer también a quienes
impulsan la fiesta la recuperación de antiguos eventos, como el de las poesías
murales en la calle, en el que siempre hay una nutrida representación de los
talentos literarios.
Y ahora de lo que se
trata es de aunar fuerzas para conseguir que la Unesco pronuncie la declaración
como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, pues esta
celebración –que se remonta al siglo XVII- procuró ser el bálsamo ante las
sequías, los volcanes, las plagas de langostas y toda la incertidumbre que
suponía la condición de isla muy alejada, mal comunicada y con escasos bienes
materiales. Una isla que tuvo privilegios de comercio, una isla con astilleros
que fabricaban los veleros más rápidos hacia el Caribe, una isla que fue
ilustrada y que tuvo su Siglo de Oro cultural, con una activa minoría de
intelectuales, con un pueblo sencillo, campesino y artesano que muchas veces
tuvo que hacer el viaje a las Américas. Y que en temporales y agonías siempre
llamó a su Virgen de las Nieves porque –en caso de extrema necesidad- el Cielo
siempre desciende en forma de milagro. Y, en realidad, en una era en que las creencias
se van desvaneciendo, en La Palma siempre se han sabido conservar las
costumbres que vale la pena conservar. Por eso la Bajada es multitudinaria, qué
tiempos aquellos en que los paisanos de Venezuela venían en verdadera
muchedumbre. Qué pena da hoy en día pensar que los dos países a los que debemos
tanto –Cuba y Venezuela- padecen unas circunstancias tan desfavorables. Y cómo
no acoger ahora a los hermanos latinoamericanos que buscan un futuro mejor en
nuestra tierra.
De cualquier modo,
la Bajada de 2021 sin duda será la mejor de la historia.
(Publicado en el
número 3 de Lustrum. Gaceta de la Bajada de la Virgen de las Nieves)
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