Era un himno de amor más
allá del amor, era todavía la esperanza en el cambio que fue bienvenido por
todos pero que al cabo de los años se encorsetó y acabó en decepción por tantas
cosas, bienestar para la élite del partido único y penuria para el pueblo llano.
Hay muchas cosas que nos acercan a Cuba y otras que nos aleja del involucionista
régimen postcastrista, convertido al final en una cosa bien distinta a la
utopía con la que habíamos soñado. Esto
no puede ser, no más que una canción / quisiera fuera una declaración de amor /
romántica, sin reparar en formas tales / que pongan freno a lo que siento ahora
a raudales… Es muy difícil que un amor
de juventud, tan idealizado, llegue a su plena madurez porque hay piedras en el
camino. Pero los versos de Pablo Milanés y de Silvio Rodríguez sirvieron
durante un largo tiempo para hacernos disfrutar de la poesía hecha canción, el
lirismo y la cadencia. Ellos eran los juglares identificables por todos y sus
actuaciones servían para disimular los errores, para atenuar las carencias. Para
endulzar un régimen en el cual el grueso de la población sigue estando
condenada a pasar hambre, bajo un estricto racionamiento de tiempos de guerra.
Pablo y Silvio
actuaron como representantes de una cierta disidencia dentro del sistema, su
distanciamiento del poderío del régimen acabó marcando una actitud diáfana, de
alejamiento. Cierto que sanidad y educación fueron triunfos de la Revolución
pero no era posible seguir sonriendo cuando había procesos caprichosos que
repugnaban a la razón y persecución contra cualquier signo de disidencia. Tiene
buena parte de culpa respecto a lo que hoy es Cuba el miserable bloqueo
norteamericano tan mantenido en el tiempo, pero el régimen también tiene la responsabilidad
de no haber sabido interpretar la historia, de mantenerse contra viento y marea,
de no haber sabido evolucionar mientras se mantienen las carencias y las
represalias.
Ellos visitaron las
islas con mucha frecuencia, porque nosotros venimos a ser una prolongación de
Cuba y Venezuela, países que mataron el hambre de nuestros antepasados, que
cimentaron el pequeño progreso de estas islas en décadas anteriores y que ahora
se encuentran en una situación lamentable. He oído por la radio que Pablo
Milanés ha sido el artista extranjero que más veces ha actuado en el
archipiélago, sobre todo en Tenerife y Gran Canaria, todos aquellos actos
organizados por Caco Senante, los ayuntamientos, el Centro de la Cultura
Popular Canaria, en las fiestas populares, siempre con gran asistencia de
público porque ellos eran la Trova. Y es que por debajo del océano, laten enormes
arterias de afecto hacia el lugar donde marcharon nuestros abuelos, donde
dejaron mucho mestizaje. Ese Caribe caluroso y entrañable, esos campesinos que
heredaron el espíritu de los isleños, como allí llaman a los que nacimos en
Canarias. Y ahora contemplamos la venida de miles de profesionales cubanos y
venezolanos, los ambulatorios de las islas están repletos de médicos formados
allá, buenos en su trabajo.
Cuentan que su salud de
Milanés tan mala que los sanitarios necesitaron operarlo treinta veces, y en su
última actuación en La Habana se presentó en el escenario en silla de ruedas.
Con una salud tan frágil, con un cáncer tan activo, hacía tiempo que vivía en
España y murió tras dar un gran ejemplo de resistencia. Se impuso a tanta
adversidad, compuso cuatrocientas canciones y publicó cuarenta álbumes, además
de haber compuesto música para varias películas, documentales y series de
televisión.
No solo Yolanda sino también con otros temas tan populares como La vida no vale nada, Yo soy un hombre sincero o Yo pisaré las calles nuevamente. Pablo y Silvio, Silvio y Pablo han sido dos pilares de la poesía popular, de la sensibilidad, de hacer las cosas bien. La voz y la guitarra.
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