Eduardo Sanguinetti, filósofo, poeta
No se trata del «Fin de la Historia» como pretendieron persuadirnos con la tendencia de la posmodernidad apenas caía el muro de Berlín, sino, por el contrario, del comienzo de «otra historia», manipulada como jamás lo ha sido, determinada y dirigida hacia el «pensamiento único», estructurado y construido por los vencedores, los referentes del neoliberalismo reinante en este milenio de las grandes muertes.
Habría al menos que poder vislumbrar el lugar que ocupa la vida en este sistema al que permanecemos, para decidir sobre nuestras existencias y arriesgarnos a avanzar sobre las usurpaciones, las expoliaciones y las neocolonizaciones. Ir en contra de aquellos que usufructúan en ganancias hasta la sobrevida de seres exiliados del régimen totalitario del neoliberalismo… parias del sistema que se fugan sin retorno al averno de un mundo, gobernado por una economía despótica, como jamás se ha experimentado en la historia.
El sistema neoliberal es lo suficientemente flexible para adaptarse a las diversidades nacionales, pero también lo suficientemente «globalizado» para confinarlas poco a poco en el campo de lo folklórico.
Severo, represor, despótico, pero difuso, escasamente visible, difundido por todos los espacios , en tendencias disuasorias de todo tipo, desde el diseño chatarra último «grito» de la moda reciclada en films producidos en revival de lo ya reciclado y elevado a símbolo de lo que hay que vestir, ver, usar, comer, hasta para los que están excluidos del sistema neoliberal antropófago, publicitado en medios gráficos monopólicos, sumadas las cadenas de TV y redes sociales controladas al límite del porno, con sus conductores ignotos, ignorantes y fantoches proxenetas, que conforman la opinión pública, que nutre de basura al espectador seducido y sin voluntad de dejar su pasividad de ente inútil en pleno acto de consumirse consumiendo vacuidad.
Las castas nacidas en el imperio del neoliberalismo, compuestas por «mascotas superstar» que responden a las corporaciones multinacionales reinantes en todos los frentes de batallas libradas por un puñado de dólares… estas «moscas de la diligencia», jamás dejan de actuar, suplantar, excluir, acechar y expulsar del espacio del régimen despótico neoliberal. A quienes se atreven a disentir, instalar nuevos paradigmas, de inmediato remasterizados y asimilados al pensamiento único que rige en el planeta, incitando seductoramente a una comunidad mansa y obediente a seguir los designios de esta casta privilegiada de recién llegados, kitsch y grosera… pero sus privilegios siguen siendo objeto de las fantasías y los deseos de las mayoría. Incluso los de aquellos que dicen sinceramente que los combaten. El dinero, la ocupación de los puntos estratégicos, los puestos a distribuir, los vínculos con otros poderosos, el dominio de transacciones financieras fantasmas, el prestigio inventado, ciertos conocimientos vacuos, la confianza del «savoir-faire» adquirido en tienda de accesorios, el lujo ensordecedor que no conoce límites: lo ha invadido todo, acaparó todo, pareciera que fuera del Club Neoliberal no hay salvación, no hay vida… el neoliberalismo ha sabido imponerse con la violencia de la calma. La lógica de esta calma y violencia conduce a postulados fundados sobre el principio de omisión: el de la miseria y los miserables, creados y sacrificados por ella con sentenciosa desenvoltura.
(Del diario República, Montevideo)
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