Existimos
hace décadas en crisis financieras, económicas, de relación, religiosas y
culturales, que se han tornado en rutina y modo de vida “paranormal”, de todos
los “animales de la granja” (George Orwell dixit), que habitan este degradado
mundo de temerosos y vagabundos, sin pertenencia y sobre todo con un horizonte
desdibujado, en un futuro sin matices y difuso.
Esto
desarticula toda posibilidad de relacionamiento, empeorando y haciendo
imposible la participación en la política que define las normas democráticas,
hoy inexistentes en el sentido original y noble, del gobierno del pueblo a
través de representantes legítimos.
Ciudades
vigilando a sus habitantes devenidos en delincuentes potenciales para el nuevo
orden imperial, en paseos, parques, plazas, avenidas y edificios, en fin
convertidos todos en “ciudadanos bajo sospecha”. En nombre de la sacrosanta
seguridad, hipotecamos nuestra libertad de vivir en intimidad y todo lo que de
sagrado asimila este término, hoy ausente en los modos y prácticas de una
comunidad sin fines, salvo el lucro y la humillación del consumo de cualquier
basura que las corporaciones económicas, que dominan el mundo, ordenan.
Walter
Benjamin, lanzó al mundo, hace más de 70 años, la idea de pensar al
“Capitalismo como una religión”. Hace unos días, el pensador Giorgio Agamben,
hace mención acerca de lo meditado y escrito por Benjamin, en una entrevista
otorgada al medio Raqusa News, titulada “Dios no murió. Se transformó en
dinero”. Por cierto coincido plenamente con Benjamin, y con el agregado de
Agamben pues ¿quién puede negar que “el Capitalismo, hoy es una práctica
religiosa atroz, implacable e impiadosa, la más bestial que jamás ha existido,
desconociendo un estadio de redención, para todos/as sus fieles”, tal como lo
manifiesta este filósofo italiano.
“El
Capitalismo celebra un culto cuya liturgia es el dinero, activo incorpóreo por
el que las mayorías ofrendan sus existencias”. El Dinero es todo, es Dios,
deidad suprema del mundo que intentamos habitar.
¿Qué
podemos esperar del Capitalismo, tendencia genocida, necrótica y anquilosante,
devenida en religión, hoy en su cenit absoluto, reinando en la denominada aldea
global?
En
fin, no esperemos nada salvo de nosotros mismos. Ninguno de nosotros está
intacto, pues nos han disparado a quemarropa, somos blancos móviles de un mundo
saturado de referentes desconocidos, que dictan y rigen sobre nuestras vidas y
la de nuestros pobres y torpes políticos, asimilados a las prácticas de gestión
de gobierno del siglo XX.
Solo
tenemos una vida para vivir; debemos honrarla en verdad y libertad. Pero por
ahora, ante el estado de las cosas, no es más que un anhelo y frecuentemente
una desesperación.
Después de haber leído este brillante artículo, me imagino que estarán convencidos de que realmente no es el dinero lo que da la felicidad si no que son otro tipo de cosas (que son gratis o que cuestan muy poquito dinero) como pasar tiempo con los nuestros, ayudar a los demás, cultivar las relaciones sociales, tener tiempo para nosotros mismos, etc las que si pueden aumentar nuestros niveles de bienestar y satisfacción con la vida.Buen artículo y bien argumentado!!!
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